Publicidad
Escritora María José Navia: “Para mí escribir es una forma de seguir leyendo” CULTURA

Escritora María José Navia: “Para mí escribir es una forma de seguir leyendo”

Andrea Albertano
Por : Andrea Albertano Periodista argentina. Trabajó en La Prensa, Clarín y Veintitrés y, en España, en el ABC de Madrid. Licenciada en Periodismo de la Universidad del Salvador (Argentina) y Máster en Periodismo Profesional de la Universidad Complutense de Madrid (España). Actualmente escribe para Forbes Argentina.
Ver Más

Dueña de una prosa minuciosa y siempre atenta al sonido de las palabras, la autora arriba a la Feria del Libro de Buenos Aires, que se inaugura el próximo 27 de abril, para presentar su obra “KIntsugi”.


Es, según algunos, una de las escritoras más prometedoras de la narrativa chilena. Se trata de María José Navia, nacida en Santiago en 1982 quien tuvo un paso por prestigiosas universidades y hoy muestra el título de Magíster en Humanidades y Pensamiento Social por la Universidad de Nueva York y de doctora en Literatura y Estudios Culturales por la Universidad de Georgetown.

Hace clases de literatura inglesa en la Pontificia Universidad Católica de Chile además de dirigir varios clubes de lectura y escribir sobre libros.

Tiene en su haber un amplio número de libros publicados, muchos de ellos con premios como es Lugar, que fue finalista del Premio Municipal Literatura en 2017 y Una música futura que obtuvo el premio mayor del Concurso Mejores Obras Literarias del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile.

Su obra además alcanza un galardón internacional ya que resultó finalista del prestigioso Premio Internacional Ribera del Duero por su libro Todo lo que aprendimos de las películas (2023). Ahora llega con Kintsugi que fue publicada en Chile, Colombia y México y que presentará en la próxima Feria Internacional del Libro de Buenos Aires de la mano de Concreto Editorial.

-¿Cómo se inició tu vínculo con la lectura, leían en tu casa?

– Nací en Santiago. Tuve una infancia linda. La gente se imagina a veces que crecí en una casa llena de libros pero no es verdad. En mi familia cercana (mis padres, mis hermanos) nadie lee. Pero mi abuelo paterno, que vivía en Viña del Mar, era un lector muy feliz. Nunca he visto a nadie leer con esa felicidad. Por eso, cuando era niña, me propuse que, si los libros hacían tan feliz a mi abuelo, entonces yo tenía que escribir alguno.

Cuando aprendí a escribir, lo primero que hice fue escribirle mini historias a mi abuelo, con letras y dibujos. Él las enmarcaba y las ponía en el comedor de su casa. De ahí ya no paré más. Él me regalaba libros y me dio este amor inmenso por la literatura. Mi abuelo falleció el 2006 antes de que yo publicara mis libros; sí me vio ganar concursos literarios y publicar en antologías. Me habría encantado que viera todo lo que me está pasando ahora.

Igual, de alguna forma, para mí escribir es seguirle escribiendo a él. Por otra parte, mi abuela materna no era tan lectora, pero grababa libros para personas ciegas en una fundación y yo aprendí a leer escuchando la voz de ella.

Esto también fue tremendamente importante porque se convirtió en una parte fundamental de mi “proceso creativo”. Yo cuando termino de escribir un cuento lo leo en voz alta y lo grabo en mi teléfono y luego lo voy editando “de a oídas” por semanas. Soy muy maniática con eso y quizás por eso también soy muy fan de los audiolibros. Yo he grabado ya tres de mis obras: Lugar para Leolento, Kintsugi para Storytel y Una música futura para Scribd.

– “Una mujer debe tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas”, dijo Virginia Woolf. En relación al espacio de creación, ¿cuál es el lugar en el que escribís?

– A mediados del 2021, me fui a vivir a una casa con mi marido. Antes habíamos vivido siempre en departamentos muy pequeñitos, tanto en Estados Unidos como en Chile. Y de pronto tuve una casa más grande y con un “cuarto propio” y, la verdad, cambió todo.

Yo antes escribía donde podía, apoyada en el mesón de la cocina, en la cama, en un sofá al que llegaba con todos mis libros y armaba una suerte de búnker, (se ríe). Un desastre. Ahora estoy feliz de tener mi espacio, siento que mis cuentos y libros crecen distinto. Que tienen un mejor lugar para crecer, para nutrirse. Virginia Woolf tenía toda la razón.

El lugar en el que escribo está en el segundo piso de la casa; todo lo demás está abajo y se sube por una escalera que yo imagino como una escalera de barco. Estoy sola allá arriba muy cobijada por una biblioteca llena de mis libros favoritos y más queridos: todos los de Rodrigo Fresán, Virginia Woolf, Jean Rhys, Stephen Dixon, Elizabeth Strout, Joy Williams también muchísimas colecciones de cuentos; los demás están en otras partes de la casa. Mi escritorio da a una ventana desde la que veo árboles.

Sobre la parte del dinero de la que habla también la cita de Woolf, en mi caso, decidí bastante joven que no quería ponerle a mi escritura la presión de pagarme las cuentas. Por eso, tengo un trabajo muy estable en la universidad, haciendo clases de literatura, y esa estabilidad económica es lo que me da tranquilidad para poder ir escribiendo a mi ritmo.

– Contaste que tenés la costumbre de leer cada día todo lo que llevás escrito y recién ahí continuás. A pesar de que es un trabajo lento dicho por vos, resulta que sos muy prolífica. ¿Cómo te organizás?

– Leo muy rápido. E insisto, es un oficio motivado por una felicidad muy pero muy grande. ¿Cómo no voy a escribir mucho si escribir me hace TAN feliz? No me organizo en horas por día o número de palabras. Estoy siempre leyendo y siempre apuntando cosas y trato de escribir en cada momento que tengo. Para mí escribir es una forma de seguir leyendo.

– En Kintsugi utilizaste el formato “novela en cuentos” o “cuentos encadenados”, ¿por qué elegís esta forma de estructura?

– Es mi formato favorito. Mi género preferido es el cuento. Me gusta esa miniatura, la posibilidad de control y de trabajo minucioso que te da. Pero también me gusta encontrar distintas formas de enlazarlos unos con otros.

– En esta obra que vas a presentar en Buenos Aires, uno de los personajes hace un resumen del nudo de la novela. “Una familia que no hacía preguntas”. En cuanto a la reparación de esto significaría un final feliz, posiblemente. ¿Qué opinás de los finales felices?

– No creo en los finales felices. Tal vez pueda haber comienzos felices. Pero los finales siempre traen un cierto duelo. Un final feliz es un final que se contó antes de tiempo, un final sin final, quizás. La verdad es que estamos continuando todo el tiempo. Hay un día después del Y vivieron felices para siempre.

La obra de María José crece como su biblioteca y sus sueños de escribir. “¿Una escritora indispensable en el gran mapa de las literaturas de hoy? María José Navia, sin duda. Lectora voraz y escritora sin rienda, Navia trabaja con las capas más turbulentas de la experiencia humana y nos las entrega con cuidado y delicadeza en una prosa deslumbrante. El cuidado de una navaja bien afilada, quiero decir. Y la delicadeza de una flecha veloz, cuando da justo en el blanco”, destacó la escritora mexicana Cristina Rivera Garza.

Los logros de María José parecen confirmarlo.


Para saber más de lo que está pasando en el mundo de la ciencia y la cultura, súmate a nuestra comunidad Cultívate, el Newsletter de El Mostrador sobre estos temas. Inscríbete gratis AQUÍ

 

Publicidad

Tendencias