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Artista visual Janet Toro: “Hay un pasado que no está solucionado y no hemos asumido como sociedad” CULTURA

Artista visual Janet Toro: “Hay un pasado que no está solucionado y no hemos asumido como sociedad”

César Baeza Hidalgo
Por : César Baeza Hidalgo Corresponsal en Chile de Reporteros Sin Fronteras, ha trabajado como editor periodístico, y al frente de proyectos para el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados. Actualmente es colaborador independiente de editoriales como Quimantú y Ceibo Ediciones. Ha sido docente en Colombia y en Chile.
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Lo que se puede observar en la exposición El Cuerpo de la Memoria, distribuida en cinco salas del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Parque Forestal (Ismael Valdés Vergara 506), si bien son obras inéditas, no es algo nuevo para la performista. Es parte de una serie que se va enriqueciendo en la medida que la artista investiga y lo ha convertido en una vertiente creativa de su trabajo desde hace ya más de treinta años.


La convicción de Janet Toro (Osorno, 1963) es que todo arte es político. Su reflexión e investigaciones la introdujeron en una serie de creaciones que unen la memoria histórica con el presente. Ella asume que, ante un silencio institucionalizado, el arte es una forma de decir que cumple con el rol de confrontar a una sociedad que mantiene una deuda relacionada con el establecimiento de justicia frente a los crímenes de la dictadura.

Su obra fue seleccionada el año 2018 para integrar la colección permanente del Museo Phoenix (Arizona, Estados Unidos), y es una de las artistas que conforman la Radical Women: Latin American Art, 1960-1985, que se exhibió en los museos Hammer (California), Brooklyn (Nueva York), ambos de Estados Unidos, y en La Pinacoteca, de Sao Paulo (Brasil), en los años 2017 y 2018.

Estudió arte en la Universidad de Chile y formó parte de la Agrupación de Plásticos Jóvenes (APJ) en la década de los 80, época en la que se acercó a lo performativo.

Vivió 15 años en Alemania y, desde hace varios, se encuentra de vuelta en Chile.

En la actualidad se dedica a desarrollar diversas áreas del arte: performances, instalaciones, objetos, dibujo y nuevos medios, los que se basan en la intuición, en su experiencia personal, y en una profunda investigación. Su trabajo es una permanente reflexión visual y corporal acerca de la existencia humana.

Un tío de ella es un detenido desaparecido en la Operación Colombo, Enrique Toro Romero, quien tenía 27 años cuando lo tomaron de manera muy violenta. Irrumpieron en su casa. “Mi tío… sigue desaparecido”, dice. Ese hecho ha marcado su vida, y desde temprano buscó diversas maneras de mantener la exigencia por la Justicia. Esa conciencia se ha reflejado en gran parte de su obra, lo que se puede observar desde el jueves 13 de julio, cuando más de una centena de personas asistió a la inauguración de la exposición El Cuerpo de la Memoria, distribuida en cinco salas del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de Parque Forestal (Ismael Valdés Vergara 506). Si bien son obras inéditas, no es algo nuevo para la performista, sino parte de una serie que se va enriqueciendo en la medida que la artista investiga y lo ha convertido en una vertiente creativa de su trabajo desde hace ya más de treinta años.

Parte de la exposición estará en Londres, desde el 12 de octubre, en la Galería Peltz, una espacio universitario, de la Universidad Birkbeck.

El horror, una vivencia de creación

-Has explicado que todas las obras surgieron de la necesidad de indagar en experiencias corporales límites, mediante una elegía del cuerpo, basada en 62 métodos de tortura que descubriste en tu investigación, practicadas en Chile y en América Latina durante las dictaduras militares. Eso es muy fuerte, si se considera que estos métodos conforman la base de las obras, que abarcaron lo emocional-social-estético-político y que consistió en la intervención diaria de obras dialogantes entre sí. Intervienes sitios donde hubo detenciones arbitrarias y torturas, asesinatos y crímenes. ¿Podrías ejemplificar algo de eso? ¿Qué has mostrado ya, y qué veremos en esta nueva exposición?
-Hacia el fin de los años 90 había una sociedad dominada por lo que se llamó el blanqueamiento, esa postura compulsiva, esa maniobra histórica de borrar la memoria, un arma de los poderosos, “blanquear las huellas”. En 1999 aún no se investigaban los casos de tortura. Había un vacío en relación con esta violación de lesa humanidad. Descubro que hay una gran cantidad de métodos de tortura desconocidos y perversos, que se siguen usando en muchas partes del mundo, y que la gran mayoría de la gente desconoce, por ejemplo, introducir gran cantidad de líquido en la boca de la persona: luego el torturador saltaba sobre el vientre del torturado, que expulsaba el líquido en medio de atroces espasmos; la inmersión en aguas servidas o petróleo; introducción de una rata en la boca, por medio de un tubo metálico, sellado en uno de sus extremos, por ejemplo.

-Eso es muy fuerte, ¿qué respuesta tienes tú al introducirte tan profundamente en los detalles de estos métodos?
-Después de investigar estas atrocidades me enfermé dos semanas. No podía creer que existiera tanta maldad.

-¿Qué te significó enfrentar la constatación de la tortura?
-Significó hacer un viaje al horror, a lo más oscuro. Significó conocer que la maldad y el odio humanos no tienen límites. Conllevó aproximarme a lo más patológico de agentes y victimarios criminales, perversos y descarados, apoyados, financiados y protegidos por todo el aparato estatal de la dictadura militar y sus cómplices.

Además, significó exponer mi propio cuerpo, vivenciando esos extremos, conocer las debilidades corporales, sus fortalezas, sus fronteras, el cansancio, el dolor, el alivio, el temblor y los hematomas.

Significó vivenciar, en mis obras, una tensión permanentemente entre dualidades: víctima- victimario, interior-exterior, cicatrizar-sangrar, exhibir-ocultar, silencio-bulla, vida-muerte, etcétera.

-¿De qué manera te marca, al punto de desarrollar toda una línea en torno al tema, desde el año 1999?
-Conocer la tortura, como una práctica sistemática ejecutada por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), la Central Nacional de Informaciones (CNI), las Fuerzas Armadas y Carabineros, y constatar el daño inmenso provocado a nuestro pueblo, más la impunidad, la carencia de verdad, de justicia oportuna y reparación, en medio de una sociedad anestesiada, me marcó de una forma rotunda y me impulsó a hacer obras con esta cruda realidad. Sentí la urgencia de crear a partir del dolor y de la barbarie, de los escombros diseminados por todo el país.

-En lo personal, ¿estas atrocidades, en la puesta en escena, dejan algún tipo de huellas en ti?
-En mis performances de la serie “El cuerpo de la memoria”, me acerco a los límites con mi propio cuerpo, de diversas formas. Por ejemplo, en la Performance 16, cuando recostada en el suelo empiezo a echar harina en mi rostro. Hay un instante en que se dificulta mi respiración y percibo que me voy a ahogar, o cuando camino con las piernas amarradas, cerca de 3 kilómetros, desde el Museo Nacional de Bellas Artes hacia el Puente Bulnes, o en la Performance 4, en Londres 38, cuando me quemo los pies, porque era verano y las piedras estaban hirviendo. También en la Performance 13, cuando me ahorco y se ve que, en un momento, se sale espontáneamente mi lengua, por ejemplo.

Intervención artística

En 1990, la artista realizó una intervención en el Río Mapocho a la altura del Puente Pío Nono, llamada “La Sangre, el río y el cuerpo”. Se deslizó hacia la ribera con un gran lienzo blanco que tiñó con sangre fresca del matadero y, ante el estupor de decenas de personas que pasaban por el lugar, sumadas a otras que habían sido convocadas, se envolvió con otro paño, dejando un mensaje que decía directa relación con las aberraciones que habían institucionalizado los agentes del Estado dictatorial, con la sangre derramada, con la violencia de Estado que persiste, según su visión.

Ya en el año 1999, al constatar que no se investigaban suficientemente los casos de tortura, y dado que había un vacío en relación con este crimen de lesa humanidad, decidió volcarse en una manera de dar cuenta de ella desde su arte. “Recién el informe de la Comisión Valech, que incluía la tortura, fue dado a conocer en noviembre del año 2004”, cinco años después, apunta Toro.

“Las condiciones personales eran de precariedad, vivía de manera muy sencilla. El trabajo de la performance ‘La sangre, el río y el cuerpo’ y la serie ‘El cuerpo de la memoria’ fueron realizados con lo mínimo”, recuerda la artista, agregando que “en la vivencia de los 17 años de terror, y posteriormente el acomodo, los pactos de silencio y las arbitrarias transacciones, se genera un estado de injusticia social e impunidad respecto de la violación de los derechos humanos”, reflexiona. Y es así como desde su arte desafía el silencio, con obras que aluden a una parte de la historia relacionada con esos temas que no pueden ni deben quedar en el olvido.

Indignación y resistencia

“El Cuerpo de la Memoria” ocupa cinco salas del Museo de Arte Contemporáneo (MAC) – Parque Forestal, y son obras que conectan con una parte de la historia de la dictadura, con sus crímenes más específicamente, y viene a engrosar una línea de trabajo creativo que ha estado presente en las últimas tres décadas de tu carrera.

-Este trabajo se inicia en los años 90, pero estas obras que presentas en el MAC son completamente nuevas y siguen generando tensiones con un tema al que pareciera que se quisiera dejar atrás, ¿verdad?
-Eso me interesa a mí. No la intención, sino que la tensión que se produce en una obra. Entonces, se van a encontrar en estas cinco salas con dos instalaciones, una que alude mucho a lo que fue mi instalación en 1999, otra que será una sorpresa, y en las otras salas van a encontrar muchas fotografías y también videos. Aquí debo agradecer a mi compañero, Sven, que ha sido un gran apoyo y un gran aportador a poder desarrollar estas obras, a poder imprimir las fotos, a poder hacer los videos… gran-gran compañero a mi lado.

-Podría pensarse que dice relación con una mirada hacia el pasado, con un reclamo de justicia válido, de algo que ya sucedió. Pero has insistido en que también tiene que ver con el presente. ¿Podrías explicar esa visión sobre tus obras?
-Es una obra que acontece en un presente que también es doloroso, que también es activo, que también es cuestionador. Es un presente que sigue latente, es un presente y un pasado que todavía no está solucionado y que sigue ahí pugnando por salir y expresarse. Por encontrar su cauce, y esto es lo que yo hago.

Entonces, no es un tema que se ha agotado, es un tema que sigue presente. Es un tema que no hemos asumido totalmente como sociedad. Y eso no solamente nos implica a nosotros, a las personas, digamos, más conscientes, más pensantes, o con más afecto con estos temas, sino que es un tema de toda la sociedad. ¿Hasta cuándo los militares y las policías siguen teniendo esa actitud arrogante, autoritaria, y de seguir amenazándonos con otros golpes, o golpes blandos? ¿Hasta cuándo?

Entonces, mientras no se incluya a toda la sociedad, a todos los estamentos, todas las instituciones, este problema no ha sido superado. Las heridas están abiertas.

Yo, en mis investigaciones, he hablado con personas torturadas, y esas heridas siguen latentes. No es así, borrón y cuenta nueva. Tenemos una tarea gigante, que hay que seguir adelante, profundizando y sanando. Pero con todas y con todos…

Arte y política

-Lo que haces, ¿es una búsqueda que fija una posición política?
-Pero no es solamente esta búsqueda política, que sin duda la tiene, también es una búsqueda existencial, en una relación con el cuerpo muy íntima, es un diálogo permanente y también, eso es muy importante, es una búsqueda estética.

Hay que pensar que esta es una obra, “El Cuerpo de la Memoria” –serie iniciada en los años 90–, que son 90 performances e instalaciones, hechas día a día, durante casi dos meses. Es una serie de obras que se acercan también a esa búsqueda estética, donde hay innovación, donde esto todos los días cambia. No es una obra fija, donde hay un trabajo con materiales muy sencillos, como los nombré: harina, esta tela, alambre, tiza… O sea, hay una puesta en escena minimalista muy reducida, muy silenciosa también, que busca más la reflexión que la reacción. Es decir, está indagando también aspectos estéticos.

Si tú ves la obra, se ve limpia, se ve transparente también. Entonces, ¿por qué? Porque ahí se produce una tensión entre esto brutal, que son los métodos de tortura, y la puesta en escena que es minimalista y muy reducida…, y muy blanca.

-Hay una visión en una parte de la sociedad que romantiza la función del arte y la limita solo a la expresión estética o de la belleza, si se quiere. Hay quienes, incluso desde el mundo creativo, desdeñan el arte que tiene una relación con lo político, o lo reivindicativo, si se quiere. ¿Cuál es tu posición frente a esto? Parece que no le temieras a ese juicio.
-A mí me parece que lo político está presente en todo, incluso también en los afectos, en nuestras emociones, en nuestras visiones. Entonces, a mí me parece absolutamente válido que una visión política esté embebida en un trabajo artístico.

Existe, en las escenas más elitistas, la idea de que el arte político es de menos valía, lo cual considero totalmente errado, porque yo pienso que todo arte es político. Y ¿por qué? Porque nos habla de una relación con el poder.

Nos habla de una posición de ese individuo frente a una manera de ser y de accionar en una sociedad determinada.

Espacios de conciencia

El arte de Janet Toro tiene una vinculación con espacios de conciencia individuales y colectivos, es una forma de confrontación, también, que invita a que la memoria sea parte de nuestra vida cotidiana, para que tengamos un mejor presente que nos permita mejorar el futuro a partir de estas reflexiones. Su obra permite ser usada como espejo frente a los temas que aborda, y decidir qué posición tomar frente a lo que propone.

Janet Toro dice que “resistir, tiene que ver con decir ‘aquí estoy, y sigo adelante’. Ahora desde el arte, por supuesto, sigo adelante, buscando, increpando, cuestionando, criticando, creando también poesía, junto con esto. Porque, como dije antes, esto no se ha terminado y es importante transformar, y a la vez crear, incidir en la sociedad, para producir una comunidad más humana, más comprensiva, y más afectiva, más amorosa.

Ficha técnica:
Exposición: El Cuerpo de la Memoria
Artista: Janet Toro
Fechas: 13 de julio al 30 de septiembre
Lugar: Museo de Arte Contemporáneo, Parque Forestal (Ismael Valdés Vergara 506).


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