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Pancha Núñez: con los ojos del alma CULTURA|OPINIÓN

Pancha Núñez: con los ojos del alma

Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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Algo que la distingue desde sus inicios, y al que se suma esa avalancha cromática que en vez de alivianar cuanto nos rodea y aprisiona, lo presenta sin paliativos, pero no me refiero a “eviscerar la realidad”, sino derechamente pasarla por el mágico cedazo de lo lúdico y lo telúrico, en el entendido que esta dualidad sintetiza a cabalidad lo que Pancha Núñez representa, con una obra estremecedora y llena de fuerza, lo expresa con su característica elocuencia: “El color es una capa que cubre todo como una cortina de humo”. Aquí no cabe la apatía ni la suficiencia, sino entregarse por entero, e ir descubriendo las claves de estos fabulosos engranajes creados con los ojos del alma.


“Mi trabajo pretende representar lo que pasa por fuera y por dentro de mis ojos, o sea lo que veo, y como me afecta a mí. Como me deforma la realidad, mi espíritu. Con todos sus venenos, con todas sus cosas, con sus buenas y malas ondas”.

El epígrafe que antecede este artículo, encarna de manera inapelable la figura de Pancha Núñez, una de las pocas creadoras verdaderamente genuinas, que ni se amilana, ni se acobarda ante la materia, y lo demuestra en cada una de las obras que componen la muestra que incluye una selección de pintura, escultura, dibujo, grabado y arte textil, además de trabajos colaborativos en teatro y diseño, más una serie de archivos expuestos por primera vez al público en “Pancha Núñez: Los engranajes del mundo”, emplazada en Matucana 100, en reconocimiento a estos cuarenta años de trayectoria de quien ve la vida con otros ojos: los del alma.

Disruptiva y audaz, pero sobre todo poseedora de una brillantez creativa que posibilita que esta descarriada realidad no la aniquile, sino que por el contrario le entregue la potencia para remecer los cimientos de este estrecho panoramita saturado de esnobismo y superficialidad, donde el talento, no sólo es escaso, sino que no tiene seguro de gravamen. Porque si una obra no habla por sí sola, jamás dejará un legado.

Ajena a toda pose, esta excepcional artista, que no necesita preámbulos, y que desde siempre se ha mostrado sin tapujos: “Tengo una coraza muy fuerte que no me hace permeable a cómo me tratan, mi coraza dura me impide ser feliz”.

Un desgarro que también lo evidencia el poema de Omar Gatica: “Me robaron la calma, inundaron mis ciudades, perturbaron mi memoria. El brillo metálico de tu ojo hizo todo esto. Un paisaje poco común despierta mi ansiedad nocturna de aullar como un lobo y perseguirte, aunque no te aparezcas por ningún lado, sólo yo te reconozco en el último vagón de los años malgastados. No esperes esta luz en tu camino, no olvides que te reconozco, vengas vestida como vengas”.

Al recorrer estos mundanos engranajes, podemos inferir que la Pancha, no va tras la suntuosa preciosidad, ya que se interna en la esencia de esos “materiales otros”, elementos recurrentes recreados desde los bordes.

Precario equilibrio desde donde irrumpen sus monstruos, sus fantasmas; mismos que todos afanosamente buscamos ocultar, arrinconándolos en el inconsciente. Pero ella tiene el arrojo de arrancarlos de lo más profundo, lo que destaca su curadora Paula Solimano: “Explorando la relación ambivalente que tenemos con nuestro entorno, retrata la capacidad humana de fundirnos con aquello que nos rodea y, de pronto, volvernos estáticos”.

Esta es una muestra que, no los puede dejar indiferentes, perplejos quizás, ya que son muy escasas las veces en que una obra -que hayas visto otras tantas- vuelve a sorprenderte, y vuelve hacerte creer en el arte. Porque así, como por medio de los sentidos, vamos sorteando este mundo entero de malentendidos, el simbolismo que evoca, tangencialmente nos lleva a reflexionar en torno a una trayectoria en la cual reverberan el pueblo de Esmeralda (Colina), la Universidad de Chile, Taller de artes visuales, el Taller Rijksacademie de Ámsterdam, Taller Cerrillos o Taller Voorhelmstraat 25 (Haarlem), y Laguna Verde, sólo por mencionar algunos momentos-tiempo que revelan su gran dedicación y elocuencia material, expresados en ese carácter que le es tan propio: “Uso el criterio de la pobla: es lo que hay, trabajo con lo que hay”.

Algo que la distingue desde sus inicios, y al que se suma esa avalancha cromática que en vez de alivianar cuanto nos rodea y aprisiona, lo presenta sin paliativos, pero no me refiero a “eviscerar la realidad”, sino derechamente pasarla por el mágico cedazo de lo lúdico y lo telúrico, en el entendido que esta dualidad sintetiza a cabalidad lo que Pancha Núñez representa, con una obra estremecedora y llena de fuerza, lo expresa con su característica elocuencia: “El color es una capa que cubre todo como una cortina de humo”. Aquí no cabe la apatía ni la suficiencia, sino entregarse por entero, e ir descubriendo las claves de estos fabulosos engranajes creados con los ojos del alma.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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