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El libro “Reino del restaurador”: entre el aeropuerto del desencanto y el crucero de la memoria CULTURA|OPINIÓN

El libro “Reino del restaurador”: entre el aeropuerto del desencanto y el crucero de la memoria

Guillermo Valenzuela
Por : Guillermo Valenzuela Poeta, escritor y guionista. Ha publicado la novela Banco de Arena (Planeta, 2021), La Risa Invisible (Das Kapital, 2016), Un Epígrafe (GrilloM Ediciones, 2016). También ha escrito teleseries y dictado talleres de guión.
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Esta obra del poeta Carlos Decap se puede caminar, visitar en modo Baudelaire como un museo, explorar en sus peligros, verlo bajo el volcán de Lowry. El restaurador de la experiencia propia, la memoria como materia múltiple de conservación, la búsqueda del sentido original de lo que quedó atrás.


Conocí al poeta Carlos Decap hace ya muchos años, llevaba puesta una chaqueta de cuero, gafas oscuras, tenía un aire a Lou Reed en un día perfecto. De su reino sabía poco, ignoraba que trabajar sobre el pasado también implicaba restaurarlo. No se trata solo de tener un punto de vista para escribir, sino de una labor más compleja.

Como ocurre con la restauración de un cuadro dañado, que al sumergirse en la superficie aparecen otras capas sepultadas, hasta que de pronto se nos revela una figura aún más inquietante que ha dormido todo el tiempo detrás del original.

Ese es el paradigma de trabajo que sigue la composición de este libro. En ese sentido la memoria no es inocente: puede llegar a ser también una tiranía si no tiene un restaurador que vigile sus materiales.

Porque los procedimientos que ha empleado se orientan a documentar sus hallazgos, a preservar y conservar la obra a través de un examen lúcido de su experiencia; a extraer, desde el sedimento de los años, los descubrimientos de su exploración. El restaurador quiere determinar la importancia documental de su reino: el poema.

Así, el libro está construido en ocho capítulos y evoca la forma de los lugares que ha habitado. No es poco, para quien ha leído, viajado y escrito otro tanto. Su naturaleza y fauna humana tienen algo de fantástico, es una especie de crónica misteriosa entre volcanes, islas, museos, jazz y marineros. Es también una hoja de ruta y una excursión que nos comparten sus inquietudes desde todos los sujetos que el poeta ha podido llegar a ser. Al respecto, no sería extraño pensar que Decap estuvo con Pink Floyd grabando en las ruinas de Pompeya.

Aunque el lector podrá asombrarse con el hallazgo que le proporciona el arte de ver todo como un viajero que se adentra en los misterios soleados del crucero de la memoria. Y aquí, en el foro de sus comentarios culturales, en la perspectiva hablada de su biografía, se abren puertas de bares y teléfonos que dialogan con el destino, que nos comunican desde un rincón donde el vaso de vino medita en sus naufragios, o desde la mesa de un café, donde se sabe que el viaje revierte un peligro fascinante que palpita agazapado por ahí.

“Reino del Restaurador” le transfiere al lector sus placeres exóticos, y de pronto pareciera que el mundo se las ha arreglado para estar siempre de vacaciones, o al menos quiere proporcionarnos la ilusión aérea de que hemos despegado, hasta que un ataque de pánico lo tuerce todo en la Capilla Sixtina.

Los personajes o los súbditos de este mundo están sometidos a los encantamientos de sus leyes, que rigen desde la antigüedad hasta los duros días del pop. El paso del tiempo los observa viajar, moverse detrás del amor, recorrer viejas ilusiones, recordar la juventud como una moda pasajera o recibir una lección que siempre pareciera escribirse en las líneas de las manos y decirnos: esto es arribar a la realidad, este es el aeropuerto del desencanto adonde siempre se llega solo. Sin embargo, hay una conexión tejida que nos recuerda que vamos aferrados al hilo de la memoria, como si este fuera un pasamanos que recorre el intrincado laberinto de cada lugar al que nos transporta: París, Puerto del Viento, Roma o Buenos Aires.

Con depurada técnica de reconstrucción de sus itinerarios, el poeta Decap ha logrado documentar una historia personal en Reino del Restaurador. También ha creado una forma de trabajar el pasado con una coherencia visual que lo convierte en un fotógrafo singular y obsesivo en ese incesante transcurso del uno mismo y del otro.

Estos atributos de su trabajo, se enriquecen además haciendo ingresar a su narrativa poética el encuentro con sus escritores favoritos. En ese vasto dominio entran Anne Carson y Nélida Piñón, Gonzalo Millán y Gonzalo Rojas, John Ashbery y Wallace Stevens, Fernando Pessoa y Constantino Kavafis, logrando mover esas lecturas a su lámpara maestra: la del restaurador de influencias literarias. De un modo inusual, ellos y otros creadores se convierten en cómplices vivos, son los que, por decirlo así, han diseñado con el autor el mapa del libro.

El “Reino del Restaurador” de Carlos Decap se puede caminar, visitar en modo Baudelaire como un museo, explorar en sus peligros, verlo bajo el volcán de Lowry. El restaurador de la experiencia propia, la memoria como materia múltiple de conservación, la búsqueda del sentido original de lo que quedó atrás, sumergido en el pasado que para el lector emerge perfecto; estos serían los motivos para entrar en los poemas, casi todos tienen esa velocidad que les imprime la vida, ese aire de aventura peligrosa que Carlos Decap ha sabido conjurar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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