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Pecado original Opinión

Pecado original

Xavier Altamirano
Por : Xavier Altamirano Director ejecutivo de Horizonte Ciudadano
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¿Es posible pedir alternancia cuando las energías están volcadas a la acumulación de fuerzas propias desde el momento en que se abre un escenario promisorio? La credibilidad de la oposición para ser alternativa política comienza por la construcción de un piso común de diagnóstico y propuestas, que conecten con la realidad ciudadana. Nadie pide cálculos sobre los cargos en disputa en las elecciones, sino que soluciones para hoy y orientaciones programáticas para el nuevo ciclo.


El 2021 no ha traído ni el retorno a una vida menos incierta ni la calma en las conversaciones. Se podría escribir una biblioteca con lo dicho sobre las fallas en el abordaje de la pandemia y sobre las incapacidades políticas de instalar caminos de salida a los problemas sociales, económicos, societales. Para poder lidiar con los decibeles que este ejercicio traerá en el largo período electoral, tal vez sirva volver algunos pasos atrás y encontrar un origen a la dificultad para enfrentar desafíos colectivamente.

Enero 2020. El Presidente, Sebastián Piñera, y el ministro Jaime Mañalich coinciden en un diagnóstico y una estrategia: la pandemia que se acerca puede ser aprovechada para recuperar puntos de aprobación después del hundimiento posestallido social (según Criteria, 9% de aprobación ese mes). Imaginemos el diálogo: Chile tiene experiencia epidemiológica, haremos una gestión de excelencia, el tiempo ganado por la distancia de Europa nos permitirá recuperar liderazgo político. Se construye un “nosotros” con un Big Boss y fotos en un buque de guerra. Los 33, edición 2020.

[cita tipo=»destaque»]Qué grave es para el progresismo terminar coincidiendo en una máxima a la que estaba atado el mundo conservador: privatizar ganancias y socializar pérdidas. No somos Gobierno, pero estar en la oposición no equivale a ser observador. Vemos con preocupación la facilidad con que se cae en la tentación entre pensamiento mágico (“vamos a dar la sorpresa”) y movidas de quinta, para el beneficio de corto plazo (“la gente la conoce”). Se nos pide mucho más.[/cita]

¿Por qué no haber hecho lo que demandaba la pandemia? Esto es, un Gobierno que lidera sobre la base de la información científica y acuerdos sólidos, donde tenemos la certeza que están todas las voces relevantes: Colegio Médico, sociedades científicas, alcaldes. Con una mirada de Estado, donde todos nos equivocamos y todos acertamos juntos. Solo una autoridad que ha trabajado en ese sentido puede apelar a la unidad nacional.

Octubre 2020. Mientras empieza a oscurecer, el plebiscito del 25 confirma la mayor participación en años y un rotundo 80% de apoyo al proceso constitucional y la convención paritaria. El diálogo en este caso es: no pudimos conducir la revuelta social, pero ahora podemos capitalizar esta adhesión para nuestro partido. Los llamados telefónicos son infructuosos para evitar la fuerza centrífuga de lo identitario en la oposición, cada uno se reúne por su lado para celebrar. Se construyen tantos “nosotrxs” que nadie presta atención.

¿Es posible pedir alternancia cuando las energías están volcadas a la acumulación de fuerzas propias desde el momento en que se abre un escenario promisorio? La credibilidad de la oposición para ser alternativa política comienza por la construcción de un piso común de diagnóstico y propuestas, que conecten con la realidad ciudadana. Nadie pide cálculos sobre los cargos en disputa en las elecciones, sino que soluciones para hoy y orientaciones programáticas para el nuevo ciclo.

Si aceptamos la analogía, llegamos a un mismo pecado original: buscar rentabilizar individualmente un asunto colectivo. Las decisiones erráticas, las piruetas, no son más que la confirmación de lecturas apresuradas de las oportunidades que abren las crisis.

Qué grave es para el progresismo terminar coincidiendo en una máxima a la que estaba atada el mundo conservador: privatizar ganancias y socializar pérdidas. No somos Gobierno, pero estar en la oposición no equivale a ser observador. Vemos con preocupación la facilidad con que se cae en la tentación entre pensamiento mágico (“vamos a dar la sorpresa”) y movidas de quinta, para el beneficio de corto plazo (“la gente la conoce”). Se nos pide mucho más.

Si fuéramos cristianos, atenderíamos la tesis teológica que señala que el pecado original de la humanidad radica en la idea de que podemos ser dioses. No lo somos, pero no deja de ser interesante la prevención de evitar jugar a ser omniscientes y querer controlar los hechos a nuestro favor. La realidad ha demostrado ser más compleja, con una ciudadanía esquiva y desconfiada. Nuestros esfuerzos deben estar puestos en construir nuevas relaciones políticas, con humildad, dando pasos decididos hacia la credibilidad. Al centro deben estar las propuestas con amplio respaldo, que abran horizontes posibles y que dejen en el tacho de la historia las agendas personales disfrazadas de proyectos colectivos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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