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Crónicas limeñas

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Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Ex embajador de Chile y ex subsecretario de Defensa, FFAA y Guerra
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El Gobierno en su primer año ha tenido tres primeros ministros y más de 60 ministros por sucesivos cambios; ha perdido buena parte del apoyo del 50% con el cual derrotó a Keiko Fujimori en segunda vuelta. Hoy, las encuestas lo sitúan alrededor del 20% y su nivel de rechazo oscila en torno al 70%. Políticamente su base de apoyo se ha reducido a sus fieles sectores del magisterio y algunas organizaciones sociales, especialmente de provincias.


El Perú vive una intensa crisis política que enfrenta a la mayoría del Congreso con la presidencia. Es un escenario similar al de la era de PPK y sus sucesores. La elección del presidente Castillo renovó los personajes, pero se mantuvo el escenario.

La crisis está instalada en las alturas, es decir, en el Congreso, en sus relaciones con el Gobierno y sobre todo en los medios. Los hechos no son menores. El presidente Castillo ha enfrentado en su primer año de gobierno un par de intentos por “vacarlo” (declaratoria de la “vacancia moral” del cargo) por parte del Congreso. La vacancia moral requiere que el Congreso unicameral reúna un elevado quórum, y ante esa dificultad sectores de la oposición impulsan otra acusación por “traición a la Patria”, basándose en un supuesto ofrecimiento del presidente de un puerto peruano a Bolivia.

El Gobierno en su primer año ha tenido tres primeros ministros y más de 60 ministros por sucesivos cambios; ha perdido buena parte del apoyo del 50% con el cual derrotó a Keiko Fujimori en segunda vuelta. Hoy, las encuestas lo sitúan alrededor del 20% y su nivel de rechazo oscila en torno al 70%. Políticamente su base de apoyo se ha reducido a sus fieles sectores del magisterio y algunas organizaciones sociales, especialmente de provincias. Pero los problemas no terminan en las acusaciones políticas. Cerca de una media docena de procesos en Fiscalía apuntan a diversas denuncias de corrupción. Hace pocos días, fue allanado el Palacio presidencial, incluido el dormitorio de Castillo. Se buscaba a su cuñada, acusada de ser la principal organizadora de una red de corrupción, en un proceso donde antiguos servidores del mandatario se han acogido a la colaboración voluntaria para aminorar sus penas. La cuñada no fue hallada, pero se presentó voluntariamente en días posteriores. La acusación alcanza también a la esposa del presidente.

Castillo no se ha quedado de brazos cruzados, ha llamado a su reserva estratégica de ronderos, maestros, dirigentes sociales a movilizarse en defensa de su gestión. Critico de la “oligarquía” y del centralismo limeño. Junto a ello, una activa presencia en regiones, empezando por su norte, de donde es originario. El Congreso apunta también en contra de la vicepresidenta Dina Boluarte. Así, producida la vacancia, la presidencia sería ocupada por el(la) presidente(a) del Congreso. La mayoría de las encuestas señalan que la población mayoritariamente quiere que se elija un nuevo presidente, pero también un nuevo Congreso, lo que obviamente no está en los planes de los señores parlamentarios.

En suma, una profunda crisis, similar a las vividas en años anteriores en el ciclo de PPK-Vizcarra-Merino-Sagasti.  Los acontecimientos son de una fuerte intensidad. Sin embargo, esta no llega a la calle ni a la vida cotidiana. ¿Por qué?

Sería difícil explicarlo, solo se pueden sugerir hipótesis. La más sugerente habla de un desacople entre la política de las alturas y la vida cotidiana de la población. La mayoría de los peruanos tiene una baja estima de los partidos, el Congreso y la cosa pública en general. Los sucesivos casos de corrupción han erosionado la fe pública. No es algo nuevo, en tiempos del expresidente Toledo, la popularidad de este cayó al 6% y el país siguió funcionando. En aquellos años se vivía el boom de materias primas y, mientras no se afectara la economía, qué importaba lo que pasaba entre los políticos.

Hoy, el desacople se fortalecería por la elevada informalidad existente en la economía peruana. Algunos la calculan en un 80%. La larga cuarentena castigó severamente a estos informales, especialmente a los urbanos. La apertura y la normalización les dio un respiro vitalizador. Si muchos de ellos tienen baja estima de sus políticos, se entiende que no depositen en ellos la solución de su supervivencia. Por tanto, miles de transportistas independientes, mototaxistas, vendedores ambulantes de todo lo que se pueda imaginar, empezando por comida, salen cotidianamente a conseguirse los soles necesarios para mantener a sus familias. Economistas locales comentan que menos del 20% de los peruanos tiene tarjetas de crédito. Entonces, es difícil que la protesta la hegemonicen los que deben dejar de trabajar. Pero el malestar social existe. Muchos analistas limeños se preguntan por quó no ha ocurrido un estallido como el chileno.

El enrarecimiento del clima social se potencia con otro elemento, no político ni ideológico pero muy elocuente y profundamente alojado en la peruanidad. En medio de años de inestabilidad, cuarentenas, crisis políticas y pandemia, puro sufrimiento y estrés, los peruanos disfrutaban de la alegría de la albirroja. Los muchachos de Gareca iban a ir al Mundial de Qatar de la mano de Lapadula, el chorrillano Palacios y Advíncula. Pero los penales ante Australia fueron fatales y la depresión se apoderó de la inmensa mayoría. No fueron pocos los que se preguntaron nuevamente, con amargura, en qué momento se jodió el Perú. Ningún analista duda que otra cosa sería el ánimo de la peruanidad si hubieran calificado.

Si la política mantiene su crisis y la sociedad la lucha por su subsistencia, la economía marca el paso. Con un modelo aperturista similar al chileno, vivió buenos años a inicios de siglo, en medio de una sociedad con desigualdades ancestrales. En el 2022 la inflación en agosto alcanzaba 5.6%, el sol se acercaba a los 4 por dólar y las autoridades pronosticaban un crecimiento anual levemente superior al 2%.

Para finalizar, esta crónica se basa en una reciente estadía en Lima, no incluye experiencia en provincias.  Estrictamente se refiere a una observación muy parcial, pero el suscrito pudo percibir más seguridad de lo que se percibe en calles santiaguinas. Todo, por cierto, en medio de amables atenciones de intelectuales, periodistas, diplomáticos y amistades limeñas en un país que posee una de las gastronomías más refinadas de nuestro continente y una elite muy culta. Por cierto, la mayoría nos sigue con atención y el desenlace de nuestro desafío constitucional provoca intenso interés.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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