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Auge y caída del PDG, el duro golpe a la creación de Parisi Opinión Crédito: Agencia Uno

Auge y caída del PDG, el duro golpe a la creación de Parisi

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El problema surgió cuando la “niña bonita” –según algunos medios– de la política chilena decidió desconocer el acuerdo que había asumido en marzo, para que, luego, cuatro de sus diputados volvieran a repetir la misma conducta, aunque esta vez en el sentido inverso.


Lo que le ocurrió al Partido de la Gente (PDG), en menos de una semana, es digno de guion de una serie de Netflix. Quienes, hasta ahora, se autopresentaban como lo nuevo, lo distinto de la política chilena –a la que criticaban ácidamente–, terminaron sumidos en las tinieblas. Le propiciaron una derrota feroz a la derecha –que no perdona–, fracturados en dos, con anuncio de sanciones y querellas, un diputado expulsado –pese a ser solo siete–, la PDI investigándolos –por una denuncia de cuatro de sus diputados–, recriminaciones mutuas y el berrinche de su líder, quien desde Estados Unidos despotricó contra todos y le hizo bullying –en algo que ya parece estar siendo una constante en nuestros parlamentarios– al contrincante, Vlado Mirosevic, que nada tenía que ver con los líos del partido que Franco Parisi parece manejar a distancia y a su antojo.

El problema surgió cuando la “niña bonita” –según algunos medios– de la política chilena decidió desconocer el acuerdo que había asumido en marzo, para que, luego, cuatro de sus diputados volvieran a repetir la misma conducta, aunque esta vez en el sentido inverso. Y esto, liderados por un caudillo que optó por la descalificación personal, tratando a Mirosevic de “Humbertito”, “flojito”, burlándose incluso de la universidad donde estudió y de su familia. Dijo, además, que no era muy inteligente y finalmente lo clasificó como “cuiquito revolucionario”. Lamentable uso de un lenguaje agresivo que suele provocar una contrarreacción. Si nuestra clase política no se da cuenta del riesgo de este tipo de conductas, que incita a sus seguidores a tratar a otros de la misma manera, después no podrán lamentarse. Pero, de fondo, preocupa el accionar de varios parlamentarios y políticos chilenos, los que están pasando del espectáculo penoso a la vergüenza ajena. Y la lista es larga.

Lo cierto es que la crisis del PDG –así la clasificó el propio Parisi– tiene similitudes con lo que le pasó al Frente Amplio (FA) hace unos años, y luego a la fallida Lista del Pueblo, cuando se creyeron que venían a refundar la forma de hacer política, desplegando un relato cargado de soberbia, autorreferencia y una mirada despectiva de los otros actores de la política chilena, de la cual no se sentían parte. El PDG, además de fracturado, quedó enredado en las mismas prácticas y mañas de quienes criticaban.

Sin embargo, más allá de que los propios argumentos descalificatorios del PDG hacia los otros se les volvieron en contra, los hechos que se sucedieron en pocos días dejaron en evidencia a un partido sin claridad, confundido, carente de conducción y enredado en la peor de las trampas: la falta de un sustento ideológico claro. ¿Dónde se puede clasificar el PDG después de este quiebre? Porque si hay algo que se desmoronó por completo fue ese relato de “somos centro” y el supuesto “apoliticismo” con que defendían los intereses de la gente. En solo un par de semanas, el PDG mostró la peor de las caras de la política chilena. Falta de confiabilidad al no poder cumplir la palabra empeñada –dos veces–, traiciones, amenazas e, incluso, la denuncia de falsificación de instrumento público, para justificar la sanción al diputado Francisco Pulgar, que derivó en un allanamiento de la PDI.

Además de quedar fragmentados, de manera irreconciliable, la crisis dejó al descubierto algunos elementos que el sobreexitismo de su cúpula no dejaba ver. El exsocio y fundador del partido, Gino Lorenzini, denunció por redes sociales que Parisi se beneficiaba económicamente de los 46 mil militantes que dice tener el PDG –el más grande de Chile, al menos en el papel–. También se abrió un debate en torno al rol del excandidato presidencial en la colectividad. Y fueron los propios diputados los que cuestionaron la forma de manejar el partido a control remoto.

El gran perdedor de este episodio es, sin duda, dicho líder remoto, Franco Parisi. El economista sufrió una derrota doble. Por un lado, volvió a sobreexponerse, desplegando una reacción destemplada y muy políticamente incorrecta. De seguro, el hecho de que no esté en Chile no le permite tener la sensibilidad en cuanto a que, hoy en día, la descalificación personal y el bullying político son fuertemente sancionados por la ciudadanía. Qué mejor ejemplo de ello, que todo lo que ha rodeado a las conductas del diputado De La Carrera. También le dio una oportunidad a su excompañero de ruta –Lorenzini– para que este lo acusara directamente de mal uso de dineros recolectados por el partido. Pero la derrota más dura fue comprobar que ya no podrá seguir manejando su creación desde el computador. Fue la propia jefa de los diputados –los que van quedando, porque a Pulgar se debería sumar la salida de los otros tres– quien, respecto a  Parisi, advirtió que “no corresponde que intervenga en las decisiones de la bancada”.

Aunque no fue el único perdedor en este bochorno político. Una semana antes, el alcalde Rodolfo Carter viajó con bombos y platillos a visitar a Parisi, casi como si fuera una procesión por un líder religioso. ¿El objetivo?: buscar ser considerado como posible carta presidencial de la, hasta ese momento, niña bonita de la política chilena. De seguro, hoy debe estar meditando pedir audiencias en Chile Vamos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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