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La infraestructura cultural cambia las condiciones de vidas Opinión

La infraestructura cultural cambia las condiciones de vidas

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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La primera (y última) Trienal de Arte en Chile, si bien dejó una interesante documentación, no configuró infraestructura cultural posterior. Los intentos de los primeros tres ejemplos que doy son proyectos que intentarían repercutir y pro-yectarse en el dispositivo cultural general del país, lo cual generaría tipos de inversiones cuantitativas y cualitativas para la “alteración” prospectiva en la reestructuración gradual de modelos que contribuyan a la reorganización crítica de la información a través de nuevas imaginaciones en los aparatos de producción, es decir, de contra-articulaciones en la incidencia social y cultural, donde los cuerpos tengan la opción de rearticular sus procesos informacionales en el cotidiano y hacia la prospección de nuevas realidades, para hacer frente a la reorganización de la hiper-rreproductibilidad digital de las hiper-industrias configuradoras de las percepciones, deseos e imaginarios de los habitantes del mundo.


Es importante comenzar esta columna aclarando una obviedad que existe en el llamado mundo global desde mediados del siglo XX, pero con extremada fuerza desde fines de los 80 y comienzos de los 90 hasta nuestros días. Me refiero a que nuestros cuerpos ya no son receptores y transmisores de información, sino cuerpos informatizados, donde la tecnología no es un dispositivo externo a él, sino parte estructural del mismo. Si bien esto no se inicia con la “informática”, es a través de esta que se “radicaliza” tecnológicamente. La naturaleza, como concepto en disputa, se generaría, en principio, desde una abstracción para modelizar, por ejemplo, una postura política, la cual devendría, por ejemplo, en ecología. Entonces, la relevancia, en este ejemplo, es que las condiciones estructurales de cambios de realidad con respecto a las urgencias ecológicas tendrían que siempre actualizarse entre los planos de las subjetividades simbólicas de una posible estética de la política en conjunto (integrado) con la dependencia intrínseca de la tecnología que forman nuestros cuerpos en el mundo, es decir, la informatización que de estos se “despliega”. Pensarlos por separado sería un error epocal, y la extinción se daría, justamente -en una importante parte- por ese error de separación multidisciplinar que continúa perpetuándose en los sistemas educativos, clases políticas, pensamientos académicos, etc. 

Sin embargo, la informatización “desplegada” por los cuerpos no debe entenderse como un receptáculo y transmisor de informaciones, pues estamos hablando de sistemas complejos en redes complejas de interacción dinámica y cambiante. El obstáculo a esto último, se daría en la sobre explotación de un nuevo proletarismo tecnológico, es decir, un tipo de manejo informacional que sustentaría, y abogaría, por un acabamiento de la razón, donde esta se bifurcaría en un despliegue automatizado de autocotrol de la vida, la cual concentraría las energías en el “descanso” sobre las decisiones de vida entregada a la toma de decisiones algorítmicas (aun cuando la identidad se defienda como propia, mientras se decide como consumidor tecno-capitalista). La utilización para el logro de este tipo de control se da en plena época de una cibernética de segundo orden. Pero, sin embargo -como mencionaba al comienzo de este párrafo- la elección política de cómo conduciremos nuestro “andar” tiene muchas líneas de fuga dentro de la informatización generalizada. Una de estas opciones es el fortalecimiento de las infraestructuras culturales y del conocimiento. En Chile, lamentablemente, las y los políticos “profesionales” desarrollan in-formaciones deslindadas de estos procesos de infraestructura, adecuándose, de acuerdo a sus formaciones, a una relevancia en el tema de forma secundaria a partir de otros tipos de crecimientos y fortalecimientos económicos, después de los cuales se podrían generar recursos económicos en estas áreas. La situación de desarrollo del siglo XXI claramente es a la inversa.    

En principio, en Chile, si las promesas de campaña de Boric se realizan, en unos cuantos años ciencia, tecnología, innovación llegarían a un 1% del PIB, así mismo arte y culturas (recordemos que el actual PIB del primer “grupo” ronda el 0,2%, aumentado a 0,36% con el aporte privado; en el segundo caso ronda entre en un 0,3% a 0,4% aprox.). En el problema relacionado con el tema de esta columna, aparecería la pregunta sobre, ¿de qué maneras se ocuparía ese aumento?, pues ya conocemos, el creciente aumento de presupuesto a eventos sin consecuencias estructurales, como son los festivales o populismos tecno-científicos que se realizan en el congreso cada año, incluso influyendo en leyes sin sustento fuerte en el derecho como es el caso de los neuroderechos

Cabe mencionar que, al parecer, los cálculos se estarían reajustando y no se podrá cumplir la propuesta de campaña. 

La mencionada institucionalidad legislativa, judicial y ejecutiva, que se compara con otros países latinoamericanos, sería una analogía a lo infraestructural. Sin embargo este tipo de infraestructura institucional está conllevando, de acuerdo a la lentitud de los cambios vinculados a lo “global”, una creciente debilidad, donde, en contraposición, su fuerza se dirige, principalmente, a quienes ya han creado intereses particulares y “endogámicos” y no nuevos dispositivos a la altura de las urgencias de esta era. 

Ejemplos de intentos de infraestructura cultural (fuera de los presupuestos anuales estatales) se podrían ver en la conformación del Congreso de Trabajadoras y Trabajadores del Conocimiento en Chile que se está organizando para el 2023, también la reincorporación de la Bienal de Arte de Valparaíso (después de casi 30 años de ausencia) para el 2024. En el derecho, cave destacar los importantes esfuerzos de la Corporación Innovarte ONG, la cual intenta establecer bases en el sustento de los derechos vinculados a los accesos de los conocimientos y la salud entre otras muchas materias de infraestructura legislativa.

La primera (y última) Trienal de Arte en Chile, si bien dejó una interesante documentación, no configuró infraestructura cultural posterior. Los intentos de los primeros tres ejemplos que doy son proyectos que intentarían repercutir y pro-yectarse en el dispositivo cultural general del país, lo cual generaría tipos de inversiones cuantitativas y cualitativas para la “alteración” prospectiva en la reestructuración gradual de modelos que contribuyan a la reorganización crítica de la información a través de nuevas imaginaciones en los aparatos de producción, es decir, de contra-articulaciones en la incidencia social y cultural, donde los cuerpos tengan la opción de rearticular sus procesos informacionales en el cotidiano y hacia la prospección de nuevas realidades, para hacer frente a la reorganización de la hiper-rreproductibilidad digital de las hiper-industrias configuradoras de las percepciones, deseos e imaginarios de los habitantes del mundo.

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