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Vendimia en tiempos de pandemia Opinión

Vendimia en tiempos de pandemia

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Andrés Torres Ríos
Por : Andrés Torres Ríos Wine Business Development
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El único precedente serio en cuanto al período de cosecha de uva en tiempos de pandemia en Chile, así como en otras partes del orbe, fue hace justo un año atrás y, como es sabido, dejaron sabor amargo en la industria por cuanto hubo que acatar las medidas sanitarias de la autoridad central.

Debido a las presiones propias que dejan los efectos implacables del Covid-19, en definitiva, tanto las viñas, asociaciones y municipalidades, entre otros organismos que impulsan a nivel, regional, provincial y local las diversas fiestas de la vendimia en todo el país, tuvieron que cancelarse total o parcialmente.

Sumado a lo anterior, era imposible prever que, en términos climáticos, la extensa zona central del país recibiera un fenómeno climático violento e inédito denominado como “río atmosférico” en el mes de enero, que obviamente afectó el rendimiento de las producciones de viñateros, así como la de la generalidad de los agricultores emplazados en esta área azotada por una sequía histórica.

Por lo tanto, frente a estos dos complejos eventos de la naturaleza, las preguntas atingentes a realizar versan sobre ¿cómo enfrentan los estamentos anteriormente mencionados la festividad ancestral y centenaria de la vendimia 2021? ¿Estarán realmente preparados para un contexto sumamente exigente en términos sanitarios en cuanto a turismo se refiere?

Revisemos a continuación cuáles son los pergaminos que la industria, el Estado y el mercado están preparando para esta próxima vendimia 2021.

Un clima beligerante

Según el “2do Informe Vendimia 2021 Ventisquero” publicado por el medio especializado WIP.cl (Wine Independent Press), nos entrega una imagen completa, reveladora y actualizada del panorama general respecto de lo que está sucediendo con la vendimia chilena.

Viña Ventisquero posee extensos viñedos repartidos en las zonas más relevantes de norte a sur, cuestión que hace que sea una realidad bastante extensible a la generalidad del país. En resumen, se desprende de este y otros documentos que, ineludiblemente, las viñas sufrieron los embates climáticos producto de las inesperadas lluvias del mes de enero.

Esta situación, por una parte, deriva en que los viñedos de sectores costeros hayan adoptado estrictas medidas de seguridad sanitaria por cuanto se intenta evitar rigurosamente todas aquellas enfermedades de origen fúngico que se pudieran desarrollar.

De esta forma, los céntricos valles de Casablanca, San Antonio y Leyda que gozan de clima fresco (igual o inferior a 16,5 °C), marítimo (de baja continentalidad) y mediterráneo (alta concentración de calor), debieron sortear con éxito hongos como el oídio y el mildiu (restan carácter frutal y contribuyen sabores amargos y de moho al vino), como el desarrollo de la podredumbre gris llamada Botrytis cinerea.

Para ambos males de origen fúngico hubo que realizar intenso trabajo de poda para generar efectos de ventilación de las altas concentraciones de humedad ambiental que se generaran entre las hileras del viñedo, así como la permanente pulverización de fungicidas para evitar hongos como el oídio o el mildiu.

Sin embargo, esto no acaba con lo recientemente narrado, ya que durante la primavera del mes de octubre de 2020 fue particularmente húmedo y frío, teniendo que contener las heladas en estas zonas, mermando entre un 10% a un 15% en promedio la producción total anual.

La no-fiesta del vino

Y es que el desgaste no se detiene solo con los esfuerzos que viñateros tuvieron que desplegar para gestionar la contención del embate climático y, que en algunos casos, sobre todo en aquellos donde la lluvia fue más implacable, se desató con tal fuerza que afectó desplomando totalmente la arquitectura de viñedos e inundó a parras que aún se arrastran por el suelo con ancestral técnica de chacra, sino que muy por el contrario, permanece cuando nos referimos a las reglas sanitarias en cuanto a aforo se refiere.

No es ningún secreto que, luego de un año de sostenida pandemia Covid-19, ésta continúa asechando con más fuerza que nunca y, que las comunas que albergan zonas vitivinícolas afectadas por las cuarentenas, tuvieron que verse obligadas a cerrar las casonas de viñas y festividades de la vendimia en espacios públicos.

Dicho lo anterior, ¿qué duda cabe que, si se restringe el ágora de la ciudadanía cada vez que requiere precisamente de la congregación de asistentes, en este caso, para la realización de fiestas y celebraciones, elección de la reina, pisoteo del vino en lagares y barricas, comercio de alimentos y bebidas y, por último, reunión y libre deliberación sobre el espacio público por parte del conjunto de amantes de este noble brebaje, inherentemente se damnifica al patrimonio cultural?

Pero la discusión no solo se remite a la restricción del espacio público o social, sino a como muchos de los productores “sin espaldas” están pensando en cómo sobrevivir a la dura realidad 2021.

Hoy, las iniciativas que forman parte de la parrilla programática de celebraciones del nuevo vino, programas de turismo y eventos temáticos se han ido encauzando indefectiblemente en manos de las plataformas digitales que, en algo, han ayudado a que estas históricas costumbres no dejen de practicarse. Sin embargo, está muy lejos de lo que el comercio llegó a rendir hace un par de años.

Alojamiento turístico de todo tipo, agencias de viaje y tour operadores, restaurantes, viñas, asociaciones y, más que nada, los espectadores que promueven y asisten en este tipo de instancias a nivel nacional se han visto impedidos de realizar con normalidad actos públicos de la fiesta de la vendimia. Indudablemente que el marketing digital colabora a que se desarrollen, a lo menos, conversatorios, seminarios y otros encuentros virtuales, que promuevan este tipo de actividades, pero jamás llegará a sustituir la experiencia social presencial real.

¿Son el e-commerce, el e-business, y las comunicaciones digitales las que digitarán enteramente al mercado del vino, dentro de ellas las fiestas ancestrales y turísticas de la vendimia, desde la actualidad hacia el futuro? En otras palabras, ¿lograrán sobrevivir el patrimonio intangible del vino a futuro?

Es pertinente cerrar el actual complicado panorama de la industria, a propósito de una fecha histórica como es el de la fiesta de la vendimia, para remontarnos a tiempos memorables en que don Francisco de Aguirre en la Hacienda de Copiapó de la Selva, a mediados del siglo XVI, efectuaba con esfuerzos la primera en territorio nacional.

En 1551, según cuenta el agricultor, primer apicultor chileno, don Patricio Larraín Gandarillas, los españoles que acompañaban la cosecha de esta primera uva vinífera nortina que vio la luz, se efectuaba no solo con objeto agrícola, es decir, de ir a recoger un fruto que más tarde se convertiría en vino y que servía con fines alimentarios y con fines político-religiosos para evangelizar al nuevo mundo, sino que también con sentido militar.

Los originarios locales no eran todos “perros fieles” como narra este patricio la historia, por lo que debían siempre “trabajar con un ojo puesto en el surco y con el otro en el boscaje próximo de donde podía surgir la muerte inesperada en la punta de una flecha”, situación que se daba producto de la constante amenaza de indígenas que pululaban el lugar y que eran contrarios a la idea del sometimiento al colonizador y evangelizador.

Siglos más tarde, demuestra ahora que las complicaciones, independiente del origen que tengan – de la naturaleza o humanas – nunca han dejado de estar presentes, así como jamás han dejado de ser superadas con éxito y predecibles, triunfo que prevalecerá en esta década, la década de “los locos años 20´” del siglo XXI y nuestra segunda no vendimia tradicional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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