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Valhalla: el “paraíso” energético que no fue MERCADOS

Valhalla: el “paraíso” energético que no fue

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Natalia Saavedra y Enrique Elgueta
Por : Natalia Saavedra y Enrique Elgueta Periodistas de El Mostrador Mercados
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La idea era revolucionaria, un proyecto de energía limpia en el norte de Chile generada con el agua de mar, ligado a Juan Andrés Camus Valdés, Francisco Torrealba y Daniel Noguera. Las dificultades para encontrar capital fresco la tienen envuelta en un momento decisivo: demandas de liquidación forzosa, imposibilidad de seguir sumando aportes y la «caída» de asociaciones estratégicas, constituyen parte de una trama que está dejando muchos heridos.


Han sido varios los intentos. Inyecciones de capital, sincerar la situación con los aportantes y buscar un socio estratégico. Pero nada de eso ha servido para que el proyecto estrella de energías renovables, destacado con premios, respaldado con fondos de Corfo, financiado por familias de élite del país y encabezado por Juan Andrés Camus Valdés –hijo del presidente de la Bolsa de Comercio–, Francisco Torrealba y Daniel Noguera –hijo del presidente de Iansa–, lograra resolver sus problemas económicos, situación que ha quedado de manifiesto en las últimas semanas.

Para entender su génesis, Valhalla es un proyecto que nació en 2011, cuando Camus y Torrealba se conocieron fuera de Chile y tuvieron la idea de crear centrales hidroeléctricas de bombeo en el desierto mas árido del planeta, con agua que se inyecta a un sistema y, a través de la caída que se genera, produce energía. Se bautizan como centrales de «pump» y se deben diseñar siempre en sectores donde existe un embalse de agua natural en altura, una laguna, por ejemplo. El proyecto nació en la caleta de San Marcos, en el borde costero de Iquique, y su particularidad fue que todo el diseño se realizó con «embalses» de agua de mar, no de agua dulce, lo que luego sería preponderante en su rentabilidad.

Fue entonces cuando crearon, al menos conceptualmente, su primera central, llamada Espejo de Tarapacá. En 2012 iniciaron los primeros estudios de geología y, en paralelo, la dupla Camus y Torrealba empezó a ponerse pantalones largos, transformando lo que era una sociedad limitada en una por acciones, con el correspondiente incremento de su capital de $500 mil a $74 millones. Al cabo de unos meses, Valhalla ya sumaba más de 50 sociedades de inversión que se fueron incorporando vía aumentos de capital.

Según la biografía del proyecto, el conocido empresario argentino Wenceslao Casares se sumó en mayo de 2012 en una segunda ronda de capitalizaciones y luego arribaron William Faulconer y Daniel Noguera, quien también ha participado como abogado de la empresa y puente con inversionistas. Noguera invirtió en el proyecto junto a su padre, Joaquín Noguera, presidente de Iansa –hoy en el ojo del huracán por su eventual cierre–.

El sueño era ambicioso y no pocos creían en él. En 2015 decían a Revista Capital: «Entre sus inversionistas están Wenceslao Casares, Andrés Vicuña, Arturo Claro y Juan Andrés Camus. El costo de la energía será inferior a 100 dólares por MWh, más caro que centrales a carbón, pero más barato que la generación con gas natural. A pesar que aún no se inicia la construcción –las obras comienzan a fines del 2016 para empezar a operar el 2020–, los socios ya están pensando en futuras iniciativas. El proyecto Cielos de Tarapacá es uno de ellos y consiste en una planta solar fotovoltaica de 600 MW-AC con tecnología de tracking en un eje, que sigue al sol durante el día desde oriente a poniente», señalaba entonces la publicación.

El amplio grupo de aportantes lo terminaron conformando, además, la Fundación Chile; Máximo Silva Bafalluy; el family office Coluquén, ligado a Pedro Ibáñez; Felipe de Mussy Marchant; abogados y ejecutivos del mundo financiero.

Había que poner en marcha el proyecto. En marzo de 2013 se realiza la primera junta ordinaria de accionistas de Valhalla, en la cual se elige a un directorio para los próximos tres años y «se anuncian acuerdos de colaboración de largo plazo con la Fundación Chile, Philippi Abogados, POCH y Skava; se plantea la estrategia de largo plazo de la compañía; y se anuncia la Cuarta Ronda de Aumento de Capital», según reza en la biografía de la compañía. Dicho acuerdo sería clave a la luz de los complejos momentos que atraviesa hoy el proyecto.

[cita tipo=»destaque»]El 24 de mayo de 2018 se realiza una junta extraordinaria de accionistas, en cuya acta se señala que «producto de la necesidad de caja por la que atraviesa la sociedad, se hace necesario poder contar con nuevos recursos en dinero para poder operar comercialmente (a mínimo costo) por los próximos 18 meses. Dicho lo anterior, propone que se lleve a cabo un aumento de capital por dos mil cuatrocientos nueve millones de pesos ($2.409 millones)».[/cita]

Según información de la compañía, se realizaron al menos cinco rondas de aumentos de capital y, a la par, el proyecto se hizo «famoso» por recibir premios y reconocimientos de la Corfo –de la que también recibió aportes– y Avoni, como también de Jóvenes Líderes y hasta del Congreso del Futuro, que fueron algunas de las instancias y organizaciones que distinguieron la propuesta. «Valhalla, una iniciativa que se podría materializar cerca de Iquique, con una inversión de US$1.100 millones y actualmente en busca de financiamiento», informó a inicios de 2017 El Mostrador.

El equipo más visible del proyecto se conformó con Torrealba, Camus como gerente general,  Noguera, el ingeniero Carlos Mathiensen (que trabajó en Gener y Metro) y Faulconer.

En 2014 nacía otra iniciativa, Espejo de Antofagasta, sociedad que sería administrada por Camus, Torrealba, Noguera y Faulconer.

No hay plata

A poco andar, Valhalla poco pudo hacer para superar el umbral de lo que es un sueño. Un ex gerente de inversiones conoce de oídas la empresa y se refiere a ella como tal: “Un buen sueño que ojalá se haga realidad”. Espejo de Tarapacá era parte de la lista de proyectos que este Gobierno se propuso destrabar, con estimaciones de inversión entre 2018 y 2021 de US$417 millones; sin embargo, el actual panorama muestra una caja estrecha y con dificultades mayores para concretar en la realidad este proyecto.

Para colmo, Noguera y Faulconer dejaron el buque. El primero, en marzo de este año, y el segundo ya lo había hecho en octubre de 2017 y en la actualidad es el jefe de la División de Participación, Territorio y Medio Ambiente de la coordinación de Concesiones del MOP. En noviembre pasado, Camus y Torrealba acudieron a la Subsecretaría de Bienes Nacionales con tal de “informar estado de avance Proyecto Espejo de Antofagasta y materiales relacionadas” (sic), según se desprende de la plataforma de lobby de ese ministerio.

En todo caso, las primeras luces de alerta respecto a que el proyecto de Camus, Torrealba y Noguera necesitaba capital, y mucho, para ponerse en marcha, llegaron en 2016. En el diario El Mercurio se señalaba que «Valhalla prepara dos nuevos proyectos, busca socio estratégico y se abre a ceder el control». Entonces, reclutaron al banco Marathon Capital para buscar un partner, luego de no lograr adjudicarse contratos de suministro en la licitación de ese año, asegurando la demanda por la energía potencial que generarían. En ese minuto, iniciar las obras –sin contratos– era algo que quedaba en el aire.

Dos años después, el 24 de mayo de 2018, se realiza una junta extraordinaria de accionistas, en cuya acta se señala que «producto de la necesidad de caja por la que atraviesa la sociedad, se hace necesario poder contar con nuevos recursos en dinero para poder operar comercialmente (a mínimo costo) por los próximos 18 meses. Dicho lo anterior, propone que se lleve a cabo un aumento de capital por dos mil cuatrocientos nueve millones de pesos ($2.409 millones)».

Ahí Camus, como gerente general, explicó que la alternativa era que el monto anterior se pudiera captar como préstamo de los aportantes convertible en acciones de la sociedad: «De contar con menos recursos, la caja alcanzaría para menos meses de los dieciocho originalmente planeados y sus ejecutivos serían compensados, en parte, con acciones», fue su lapidario diagnóstico, en el que agregó que dicho salvataje era para operar con el mínimo costo y que el interés anual propuesto para el préstamo sería de 5%.

«Es sumamente importante que los eventuales mutuos que se celebren, se redacten como una deuda subordinada al préstamo que actualmente mantiene la sociedad con algunos de sus accionistas. Este préstamo asciende al día de hoy a un monto aproximado de seis millones doscientos mil dólares (US$6.200.000)», detalla el documento que evidencia que Valhalla ya había pedido rescate a algunos de los socios, bautizados como «acreedores senior».

Esa cita del 24 de mayo no terminó allí. Como cuarto punto de la tabla, la firma propuso además un nuevo aumento de capital y ahondó en las razones de su ahogo financiero. «Producto del desarrollo de los negocios de la sociedad y la escasez de caja por la que atraviesa la compañía, se hace necesario disponer de nuevos recursos para poder funcionar», explicó Camus a la junta, que aprobó las medidas de sobrevivencia.

Pero la relación que tempranamente Valhalla acordó con la firma de ingeniería Poch le pasaría una cuenta demasiado cara. Más de $500 millones de pesos le eran adeudados a la firma de capitales canadienses por Espejo de Antofagasta y poco antes de la junta de ese 24 de mayo –ocho días antes– habían decidido judicializar las platas que Camus y Torrealba les debían. Así quedó de manifiesto en el 9° Juzgado Civil de Santiago, donde –a través de sus abogados del estudio Vargas & Asociados– solicitaron la liquidación forzosa de la sociedad.

Conocedores del proceso explican que se llegó a esta decisión tras fracasar todo intento de arreglo con la empresa, representada casi siempre por Camus, quien literalmente argumentó que no había plata para pagar y que los socios se habían negado a seguir capitalizando el proyecto. Tanto él como Torrealba, a pesar de la insistencia de El Mostrador, no dieron declaraciones para esta nota.

La instancia judicial será clave para dilucidar, además, los préstamos entre las mismas sociedades que componen la compañía, pues en el caso de Espejo de Antofagasta, uno de los brazos de la empresa, su principal acreedor es precisamente Valhalla. De acuerdo a los documentos de la causa, inicialmente la petición de quiebra fue acogida, resolución a la que los abogados de la empresa –el estudio Abogavir, que fue contactado por este medio sin recibir respuesta– apelaron y pidieron un proceso de reorganización concursal. La acción se individualizó contra Camus, Torrealba, Faulconer y Noguera.

Lo que ha provocado «ruido» es que, entre los mismos aportantes, se comenta que el proyecto no generó los retornos prometidos y tampoco logró cerrar la promesa de encontrar un nuevo socio. La firma estuvo cerca de llegar a algún tipo de acuerdo con al menos tres compañías: Colbún de los Matte, la estatal Enap y la firma extranjera Power China, pero con todas sucedió lo mismo, el proyecto era bueno, pero los retornos no parecían seguros. Además, «el costo de hacer esto con agua de mar disparaba todos los cálculos», dice un conocedor de las tratativas.

El tema ha sido delicado, en la cincuentena de socios que ha sumado Valhalla en sus cortos años de existencia, figuran varias sociedades en las que participan los propios familiares de estos emprendedores. Creían en un sueño y por estos días parecen masticar una realidad que no es del todo nueva, pues ya en diciembre de 2012 esta misma dupla se reconocía a sí misma pasar por tiempos difíciles: “Medio año intentando infructuosamente levantar capital, tanto en Chile como en Silicon Valley» y, en palabras de los propios socios, que es «demasiado ambicioso», «imposible», «no existe la tecnología», «nunca será competitivo», «si tuvieran razón, ya lo hubiera hecho Endesa» y que «eligieron la peor industria para tratar de emprender».

Valhalla hace referencia a la mitología vikinga. Es un palacio con hojas de oro, donde los más grandes soldados caídos en combate, los elegidos, llegan tras su muerte. Un paraíso. El sueño con el que se inició este proyecto, hoy, lejos de la descripción que quiso emular en sus inicios.

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