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México pone fin a más 70 años de monopolio petrolero


"Ni en mis más salvajes sueños esperé ver los cambios constitucionales alcanzados". Esta es tal vez la frase que mejor define lo que acaba de ocurrir en México.

La dijo Ernesto Zedillo, presidente mexicano entre 1994 y 2000, una época en la que los mandatarios de este país eran prácticamente todopoderosos.

Y se refería, en especial, a la reforma energética que acaba de convertirse en ley y que este lunes firmó el actual mandatario, Enrique Peña Nieto, poniendo fin a 76 años de monopolio estatal petrolero.

Ni Zedillo, ni su antecesor, Carlos Salinas de Gortari -quien firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte- se metieron con el petróleo, del cual México es el noveno productor a nivel mundial.

Y para tan enorme cambio sólo se necesitó reformar dos artículos de la Constitución -en especial el 27- para permitir la participación de particulares -la empresa privada- en sectores de la producción petrolera nacional.

Ataques a Cárdenas

En este país, el petróleo no es sólo un tema económico. Es también de identidad nacional.

Como lo explicó en BBC Mundo el periodista Alberto Nájar, "durante casi 70 años los mexicanos aprendieron que la expropiación del petróleo decretada en 1938 por el presidente Lázaro Cárdenas fue, después de la Revolución, la mayor gesta heroica del siglo XX".

Y la figura de Lázaro Cárdenas ha sido una de las más invocadas en todo el debate por la reforma energética: por la izquierda para decir que su legado era traicionado y por el gobierno para decir que eso era falso.

Como dice el periodista de Bloomberg Jonathan Roeder, "incluso Hugo Chávez dejó que extranjeros extrajeran petróleo de los campos venezolanos".

Pero no en México desde la nacionalización.

Y el ardor del debate ha alcanzado al propio general. Cárdenas es uno de los prohombres del Partido Revolucionario Institucional (PRI), de regreso en el poder. Dentro del partido es muy difícil criticarlo, pero no desde la derecha.

Y eso ocurrió la semana pasada, cuando el ex presidente del Partido Acción Nacional (PAN, que estuvo en el poder entre 2000 y 2012) Germán Martínez Cázares publicó un artículo titulado "Cárdenas ha muerto".

En el escrito asegura que "el general Cárdenas representa muchas de las causas del atraso del país. La reforma energética intenta reparar una de ellas".

Martínez Cazares acusa a Cárdenas de confundir Estado, revolución, partido y gobierno para crear un "presidencialismo puro y duro".

"El acto de expropiación petrolera de 1938 significó la consolidación de esa cultura estatizadora, colectivista y presidencialista sembrada con fervor por Cárdenas, causa originaria del despilfarro en Pemex en nombre del pueblo".

La respuesta, por supuesto, no se hizo esperar. El escritor Paco Ignacio Taibo II (quien ha tocado la expropiación petrolera en varias de sus novelas), calificó a Martínez Cazares de "caverna conservadora".

En entrevista en el programa radial MVS Noticias, el novelista dijo: "no le voy a pedir a Cazares que respete a Cárdenas, pero sí que lo odie con más información".

“Lo que llama una aventura populista es una serie de medidas generadas desde el gobierno con amplio consenso nacional”.

En el centro de este furioso debate (ambos lados se calificaron de "traidores a la patria" durante las discusiones en el congreso, aunque el argumento fue más utilizado por la izquierda), está la estatal Petróleos Mexicanos, Pemex.

El valor aproximado de la empresa -que tiene 150 mil empleados- equivale al 10% del Producto Interno Bruto y, en promedio, el 37% de los recursos fiscales provienen de la venta de hidrocarburos.

Por sus enormes recursos, los gobiernos han usado por décadas a la empresa como su "caja chica".

Por eso, dicen los defensores de la reforma, la compañía se encuentra en una difícil situación. Su deuda -a marzo de 2013, según Forbes- era de US$60.000 millones, la cual casi se dobla si se le agregan los pasivos laborales.

A esto -indican- hay que sumarle enormes pérdidas anuales por el robo de petróleo, una lucrativa actividad de carteles como el de los Zetas.

La batalla política

La reforma energética quebró por completo el "pacto político" entre los tres principales partidos, el PRI, el Pan y el Partido Revolucionario Demócrático (PRD, izquierda) que Enrique Peña Nieto presentó como uno de sus grandes logros al inicio del gobierno.

El pacto se mantuvo firme en otras de las reformas que impulsaba el gobierno -educativa, laboral, de medios, financiera-. Pero no con la energética que, como dijo en una ocasión a BBC Mundo el historiador Lorenzo Meyer, es la que realmente le interesa al gobierno.

"La que sí va al corazón de los arreglos económicos, políticos en México, es la energética (…) Que el capital privado pueda entrar en todos lados de la industria de hidrocarburos, esa sí es una reforma de fondo".

La discusión fue fragorosa. Y enrevesada: el PRI y el PAN programaron la difusión de las leyes secundarias (las que implementan la reforma) en pleno Mundial de Fútbol en Brasil, lo que les ganó acusaciones de que estaban tratando de utilizar el evento deportivo para pasar la legislación sin mayor debate.

Al final, y a pesar de la enconada oposición de la izquierda, el gobierno hizo valer sus mayorías en la Cámara de Diputados y el Senado.

"Consumatum est"

Todo está consumando. Así tituló un artículo sobre la reforma energética la conocida periodista mexicana Carmen Aristegui.

La izquierda ha prometido seguir luchando contra ella y busca llamar a una consulta popular para echarla atrás.

Por ahora, con la firma presidencial, la reforma energética se hace realidad. Para modernizar al sector y atraer vital inversión extranjera, dicen los defensores.

Para entregar el petróleo -y con ello parte de la soberanía nacional- al capital privado, espetan los detractores.
La Historia, como suele suceder en estos casos, tendrá la última palabra.

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