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El temor al telefonazo del Banco Central de los operadores en el desconcertante mercado del peso argentino


Cambiar moneda en la Argentina es distinto de cualquier otro lugar del mundo, un proceso que pone a prueba la paciencia e incluye planillas Excel, códigos fiscales bizantinos y obtener la aprobación del banco central. Y es así como lo quieren las autoridades.

El gobierno argentino obstaculiza los esfuerzos para comprar divisas entregando cantidades cada vez más chicas de dólares en los tres años transcurridos desde la implementación de los controles monetarios. Al mismo tiempo, los funcionarios toman enérgicas medidas contra los operadores callejeros del mercado negro y presionan a los agentes de bolsa para que no permitan a los inversores cambiar activos locales por títulos extranjeros y obtener dólares.

Si bien estas restricciones contribuyeron a llevar las reservas argentinas al nivel más alto en 18 meses, también están causando estragos en una economía en contracción al dificultar las importaciones de repuestos para autos, chips para teléfonos y otros productos que se necesitan para mantener en marcha las fábricas. La insistencia del gobierno en controlar la demanda de divisas hasta el último centavo de dólar también subraya lo necesitada de moneda dura que está la nación catorce años después de que una suspensión de pago de deuda de US$95.000 millones la dejó excluida de los mercados internacionales de capitales.

“Creen que pueden dictar el precio del dólar, la oferta y la demanda”, dijo telefónicamente José Alfredo Nogueira, director de la casa de cambio de Buenos Aires ABC Mercado de Cambios. “Es como tratar de tapar el sol con un dedo”.

Los operadores argentinos de monedas más probablemente aprieten los puños por la frustración.

Dólares prioritarios

Cada tarde, deben enviar a la autoridad monetaria una planilla Excel con los nombres de las empresas que quieren comprar dólares, el monto y el motivo de la transacción, según cuatro participantes que pidieron no ser identificados porque no están autorizados a hablar públicamente sobre el tema y no quieren poner en peligro su relación con los reguladores.

El banco central devuelve una lista a la mañana siguiente a través de un servicio privado de mensajería online, con las cantidades autorizadas. Aunque la normativa oficial dice que las compañías sólo deben notificar al organismo fiscal los planes de comprar moneda extranjera, en la práctica el banco central decide cuánto se transfiere y cuándo. El que se salga de esa línea recibe un reto telefónico de la mesa de dinero del banco central.

“Todo esto es parte de la represión financiera del gobierno argentino”, dijo Ezequiel Aguirre, estratega de Bank of America Corp. en Nueva York. “La mayor parte de las importaciones son bienes de capital necesarios para fabricar el producto final, de modo que las restricciones reducen la actividad industrial en lugar de su objetivo de impulsar la industria local”.

Este año las importaciones cayeron al nivel más bajo desde 2009 y el banco central les debe a las compañías un récord de US$4.600 millones por transacciones aprobadas que no se han pagado, según la cámara de importadores de Argentina. Las empresas también necesitan US$13.000 millones para pagar dividendos fuera del país, según Goldman Sachs Group Inc. En total, eso representa el 53 por ciento de las reservas brutas argentinas de US$33.200 millones.

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