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La Reserva Federal, el oro y la destrucción del dólar

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La mejor forma de destruir la sociedad capitalista, sostuvo Lenin, es destruyendo su moneda. Y eso es exactamente lo que han venido haciendo los bancos centrales, particularmente la Fed en Estados Unidos. Baste considerar que desde su creación en 1913, el dólar ha perdido un 93% de su valor.

Con anterioridad a la fundación de la Fed el billete verde había mantenido intacto su poder adquisitivo por más de un siglo. La razón se debe a que por casi todo ese período el dólar estuvo anclado al padrón oro, impidiendo la impresión ilimitada de dinero al conferir a cualquier ciudadano la posibilidad de redimir su nota en el metal precioso.

Este período fue también el que viera la revolución industrial más formidable de la historia, llevando a Estados Unidos a convertirse en la primera potencia económica del mundo. Solo entre 1886 y 1896, el ingreso real promedio de los norteamericanos aumentó un 85% gracias a la mayor productividad y la consecuente caída de precios bajo el padrón oro, la que alcanzó un promedio de 1,75% anual. Es esta cualidad del padrón oro lo que llevaría a Alan Greenspan en Gold and Economic Freedom a escribir que “el padrón oro…es el protector de la estabilidad económica y del crecimiento equilibrado”.

Lamentablemente, la creación del Fed y la consecuente eliminación del padrón oro llevaron a una inevitable multiplicación del dinero en beneficio de los gobiernos y de las élites financieras. La dinámica inflacionista ha sido particularmente violenta desde la década de 1970. En ella, el presidente Richard Nixon decidió terminar con el último resabio del padrón oro para financiar, por la via inflacionaria, la guerra de Vietnam y diversos programas benefactores. Nixon no tuvo alternativa.

En 1944, en Bretton Woods, el dólar se había establecido como la moneda de reserva internacional anclandólo a su vez al oro a un precio de 35 dólares por onza. Los dólares, a su vez, podían ser redimidos en oro por otros gobiernos, no así por privados.  Como era de esperar, Estados Unidos abusó del estatus de su moneda imprimiendo en exceso para financiar la expansión de sus gastos.

Hacia fines de 1960, países como Francia comenzaron a exigir su oro a cambio de dólares generando un drenaje masivo de las reservas en manos norteamericanas. Ante la alternativa de perder todo el metal precioso, Nixon decidió poner fin a este sistema llevando al mundo a un completo estándar de dinero papel. El resultado se observa en el gráfico siguiente:

Como se aprecia claramente, el despegue de la curva, que refleja la cantidad de dinero en su forma más liquida, se produce precisamente en la década de los 70 para dispararse con Bernanke en noventa grados en 2008. El resultado ha sido una inflación desatada en los precios de commodities del mundo y una caída aun más profunda del dólar frente a otras divisas.

Pero la inflación también ha llevado a un estancamiento en la mejora de la calidad de vida de las masas norteamericanas en beneficio de las élites financieras. John Maynard Keynes advertiría este natural efecto de la inflación en The Economic Consequences of the Peace: “A través de un continuo proceso de inflación los gobiernos pueden confiscar secretamente y de manera inobservada, parte de la riqueza de sus ciudadanos…mientras el proceso empobrece a muchos, de hecho enriquece a algunos”.

Más allá de este fraude monetario, podemos afirmar que el destino más probable del dólar es el colapso y posteriormente un posible reanclaje al padrón oro, algo por lo que abogan cada vez más voces.

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