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A propósito de la reforma tributaria, la desigualdad en Chile tiene al menos un aliado y su nombre es César Barros


César Barros generalmente habla sin pelos en la lengua. Uno puede cuestionar sus motivos, pero, cuando habla o escribe, a uno le queda claro lo que piensa y de qué lado está.

Ayer domingo no fue la excepción. El tema fue la reforma tributaria y la desigualdad; y de qué lado está, quedó más que claro.

En su columna en Negocios de La Tercera, el presidente de La Polar no se guardó ningún calificativo en relación  al proyecto enviado por el gobierno de Michelle Bachelet al Congreso.

Barros, el mismo que rescató al retailer de la quiebra en 2011 y que acaba de reconocer el fracaso del proyecto Colombia que buscaba salvar a la multitienda, se ensañó con la reforma tributaria y atacó a quienes están detrás.

Hay que darle crédito por su valentía, ya que lo que dijo ayer lo piensan muchos, pero lo dicen pocos.

Hablo de retroexcavadoras y aplanadoras. Acusó de envidia y codicia a los que creen que con el aumento de impuestos a quienes ganan más se podrá reducir la desigualdad, objetivo que a su juicio es ‘antinatura’, pues los empresarios siempre tendrán "a las mujeres más bellas, los mejores autos y las casas más apetecidas" (algunos dicen que eso fue un fallido intento de inyectarle sarcasmo o ironía a su columna).

“No vamos a ser iguales. Los empresarios siempre ‘la van a llevar’: e independientemente de su origen social, racial o nacional, andarán en los mejores autos, se llevarán a las mujeres más lindas, tendrán las casas más distinguidas y serán socialmente más respetados. Y ni un índice de Gini totalmente igualitario va a aplacar el pecado de la envidia y de la codicia. Y si se les acaban los impuestos como herramienta útil para acabar con la desigualdad, acudirán a otras medidas más extremas. Como lo hizo Rusia, Alemania Oriental, Cambodia, Cuba y ahora Venezuela. Y serán derrotados por la naturaleza humana que pide a gritos la desigualdad. Y por el espíritu empresarial, que es imborrable”, dijo Barros.

En su opinión, Bachelet, con la reforma tributaria, identificó como enemigo a los empresarios, recordando ante ello algunos dichos de la ley de Dios, en quien cree.

“Creo –con todo respeto– que ha escogido a un enemigo más complicado de lo que se imagina, porque la búsqueda de la desigualdad está en la naturaleza humana: aprendimos a vivir en sociedad, pero amamos el ser distintos unos de otros. Y como lo que con tanto ahínco se busca al final se logra, aparecen las diferencias y con ello las envidias. No en vano le dijo Dios a Moisés: 'No codiciarás los bienes ajenos ni la mujer de tu prójimo…'”, apuntó Barros.

Barros, que –hay que recordar– debió tocar la puerta del Estado para transformarse en el salvador de una empresa quebrada, logrando un acuerdo con el gobierno (Sernac) para acotar las compensaciones a los consumidores perjudicados con mayores cobros, aseguró que el alza de impuestos a los empresarios es una “expropiación pro igualdad”.

A su juicio, una de las formas más “nobles” de buscar la “desigualdad” en la sociedad está en la labor de los empresarios, caracterizada por su capacidad de asumir riesgos, su creatividad, su talento y su esfuerzo, lo que dista de “la gran mayoría” de los chilenos, que “prefiere su sueldo mensual ordenadito, y ojalá la salud, la educación y el Transantiago, que para ellos sean gratis, financiados por los impuestos de los empresarios”.

La visión del empresario contrasta con la del economista de la Universidad de Yale, Eduardo Engel, que recordó en una columna el sábado pasado –en el mismo diario– que, incluso con la aplicación completa de la reforma tributaria propuesta, la carga tributaria en Chile como porcentaje del PIB pasará de 19% a 22%, inferior al promedio de la OCDE. En opinión en Engel, las críticas a la reforma –las que incluso han llegado a afirmar que retrocede el país a los años de Salvador Allende– tienen que ver más bien con “la intención de contribuir a una campaña de sicosis en el empresariado”.

Barros cree que con la reforma tributaria se pretende atacar o eliminar la vocación empresarial, actitud que a su juicio es una estupidez. “Ninguna sociedad ha logrado eliminar en forma exitosa la vocación empresarial. Tampoco el éxito de quienes la ejercen. Y quienes más trataron, más se equivocaron, y después de casi 100 años de estupidez despertaron a la realidad de las leyes inexorables de la naturaleza humana”.

Su dura retórica contra el alza de impuestos que implica el proyecto del gobierno, la extiende asegurando que, pese a la enviada y la codicia de los “charlatanes antiempresariales”, que quieren quitarles dinero a los empresarios, seguirán siendo los más aventajados.

“A pesar de que les quiten el FUT, a pesar de que les suban los impuestos al doble. A pesar de la mala prensa, de los defensores y de los charlatanes de los derechos antiempresariales, la tribu empresarial seguirá siendo desigual, provocando desigualdades e incrementándolas. Y lo más probable es que sigan siendo desigualmente exitosos, desigualmente ricos y desigualmente distinguidos”, dice, agregando que “es así” porque “porque son más arriesgados, más talentosos y más trabajadores que el promedio. Y es así en todos los países, pobres, ricos o de la Ocde”.

Lo que no dijo Barros lo dijo Engel, a propósito del FUT: “Según las estimaciones disponibles (que sólo abarcan algunos años y que el SII debiera complementar y actualizar), la tasa promedio de impuesto a la renta, cuando se incluye el retorno del capital entre los ingresos, están entre 12 y 15 por ciento para el uno por ciento de más altos ingresos. Lo que sucede es que existe una serie de exenciones que reducen el pago de impuestos, a lo cual se agrega que en años recientes la evasión de impuestos ha crecido de manera importante. No se requiere ningún estudio sofisticado para concluir que se ha vuelto habitual pedir facturas en supermercados y restaurantes, por lo que evidentemente constituyen gastos personales. "Por cada millón de pesos gastados de esta forma hay una evasión de 400 mil pesos”.

Incluso, Barros atacó diciendo que, aunque alguien le ponga “miguelitos” a la labor empresarial, aunque el índice Gini mejore “unos cuantos puntos” y, aún más –acudiendo nuevamente a sus creencias religiosas– “si Dios se equivocara, capaz que llegue a ser como el de Suecia o el de Noruega”.

Pese a todo esto, dice, no vamos a ser iguales. Incluso más, afirma que la lucha por tratar de ser como los emprendedores es una guerra perdida, pues “nunca los menos talentosos van a tener más prestigio que los talentosos, los esforzados y los que se atreven a arriesgar”

Para masificar su tesis, puso a Alexis Sánchez como ejemplo, asegurando que, aunque lo intenten, los “jugadores de la cuarta especial de un equipo de provincia” no podrán igualar al delantero del Barcelona de España. Agregó, en la misma tónica, que los actores de telenovelas no podrán equipararse a George Clooney ni los concejales municipales a “Bachelet”.

Engel no pudo encontrar una mejor cita que refleje lo que ha ocurrido con parte de la elite empresarial chilena frente a la reforma tributaria, ayer reflejada en la columna de Barros. “Es difícil lograr que un hombre entienda un argumento cuando su remuneración depende de no entenderlo”, dijo el economista que trabajó con el equipo programático de Bachelet, aludiendo a las palabras del escritor estadounidense Upton Sinclair.

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