Ahora bien, la pregunta que nos hacemos es si ese miedo fue el que movió el péndulo hacia una posición más conservadora, tras un estallido social que elevó la temperatura social hacia posiciones mucho más progresistas e incluso radicales solo unos pocos años antes.
“El miedo puede llevar a los hombres a cualquier extremo”. Esta frase, atribuida a Bernard Shaw, puede resumir perfectamente lo que vimos en la última jornada electoral, que definió la composición del nuevo Consejo Constitucional y donde de manera abrumadora y sin dobles lecturas arrasaron las fuerzas más conservadoras que tiene el Chile actual.
Sobre la base de una campaña que apeló precisamente al miedo, los candidatos del Partido Republicano, y en menor medida los de Chile Vamos, buscaron captar votos en base a prácticamente dos temas: seguridad y migrantes.
¿La nueva Constitución solucionará los problemas de seguridad y prohibirá la migración ilegal? Probablemente no y en eso, sin lugar a dudas, los aspirantes al Consejo Constitucional desinformaron a la población, e infundieron miedo, un miedo atávico a la delincuencia que pena a los gobiernos democráticos desde 1990 a la fecha y que supera toda estadística real de delitos. Es más, seguimos siendo el país más seguro de América Latina –si consideramos solo la tasa de homicidios, según el ranking de InSight Crime de 2022– y uno con las cifras más bajas en el mundo, pero al momento de medir la percepción de temor, siempre la estadística es muy superior a la tasa delictual.
Con este triunfo, se avizora una ola conservadora que ya ha mostrado algunas luces, como retroceder en los derechos sexuales y reproductivos, o incluso cuestionar instituciones ya consagradas –y que costó años de lucha social y política–, como el matrimonio igualitario, y todo gracias a una aceitada maquinaria propagandística que apeló a ese temor por la inseguridad y la ola migratoria.
Ahora bien, la pregunta que nos hacemos es si ese miedo fue el que movió el péndulo hacia una posición más conservadora, tras un estallido social que elevó la temperatura social hacia posiciones mucho más progresistas e incluso radicales solo unos pocos años antes. Ascanio Cavallo, en un artículo publicado recientemente en El País, asegura que el actual cambio de paradigma se debe más bien a que millones de chilenos fueron a votar por primera vez; es decir, se habría transparentado el pensamiento electoral del padrón. Somos más conservadores que lo que la élite política pensaba. La tesis es interesante, y obligaría a las fuerzas políticas a repensar seriamente el tipo de mensaje que deberá utilizarse en las futuras campañas electorales.
No obstante, el péndulo se mueve también por reacción frente a una fuerza que lo impulsa y, por tanto, no sería descabellado afirmar que esta oscilación hacia posturas más conservadoras y menos liberales se deba a la sensación térmica que hizo mover a la masa desde la izquierda a la derecha. El miedo, a nuestro juicio, operó efectivamente como un impulso demoledor hacia esta masa ignota que no iba a las urnas y que tuvo, frente al voto y la historia, que tomar una opción.
Ese miedo no se ha disipado, y es muy probable que pase un buen tiempo para que la razón impere por sobre la emoción, sobre todo si la agenda de los mass media sigue siendo preferente hacia la crónica roja (el rol de los medios merece un artículo aparte).
Por de pronto, vemos cómo el péndulo sigue en lado contrario. Pero como dictan las leyes de la naturaleza, la fuerza de su vaivén lo traerá de vuelta. La incógnita es cuándo eso va a ocurrir.