El director ejecutivo de Santiago 2023, Harold Mayne-Nicholls, analizó lo bueno y lo malo de los Panamericanos –que finalizaron este domingo– desde el lado directivo y desde el humano. Además, se refirió a la posibilidad de que Chile sea sede de unos Juegos Olímpicos y su rol en dicha organización.
El director ejecutivo de Santiago 2023, Harold Mayne-Nicholls, no para. Recién terminaron los exitosos Panamericanos y el directivo se prepara para los próximos Parapanamericanos, que comienzan el 17 de noviembre. No hay tiempo para descansar, a pesar de que esta semana ya se ve menos cantidad de gente en las oficinas de la organización de Santiago 2023 y en los pasillos se dice que el siguiente evento estará más “tranquilo”.
Eso no existe para Mayne-Nicholls, quien mira constantemente su celular, porque a las 11:00 de este miércoles tuvo que ir a La Moneda a estar con los deportistas del Team Chile homenajeados por el Presidente Gabriel Boric. Todos ellos fueron ovacionados, incluido Mayne-Nicholls, quien agradece el cariño de la gente que lo consideró como uno de los “salvadores” de los Panamericanos. Terminando la ceremonia, el trabajo sigue con miras a los Juegos Parapanamericanos: “Están equivocados (respecto a que será ‘más tranquilo’), es una responsabilidad en doble, desde mi punto de vista, y se los he tratado de transmitir”, dice en conversación con El Mostrador.
“Nosotros de los Panamericanos sacamos muchísimas enseñanzas, por todas las vivencias que no conocíamos y que conocimos. No podemos seguir sacando enseñanzas en los Parapanamericanos. Tenemos que aplicar lo que ya sacamos, por lo tanto, nuestra vara, si los Panamericanos quedaron aquí (señala una altura con la mano), esta (los Parapanamericanos) tiene que ser de aquí para arriba. No puede ser igual que aquí porque, si es igual que aquí, quiere decir que no aprendimos nada, y eso no me gustaría. Tiene que ser el nivel más alto, y para eso hay que trabajar. Yo estoy desde el día lunes diciendo que esto no ha terminado, hay un compromiso con una serie de deportistas. Si el nivel del primero fue de 98, el otro debe ser del 98 para arriba”, agrega.
-Finalmente, dentro del “todo y nada” de los Panamericanos, la fiesta deportiva fue un “todo” y había gente que fue a ver deportes que ni siquiera entendía.
-No me gustan los blanco y negro, no me gustan los extremos, pero claramente había un riesgo reputacional muy alto para el país, es evidente. Aparte de los riesgos propios del país, teníamos ahí un riesgo de imagen y la gente se volcó, porque rápidamente captó que esto era una fiesta donde solo había valor positivo. ¿En qué se refleja eso? Como dices tú, en el hockey solo existen los goles cuando son dentro del área y hubo, en un partido de Chile, un tiro de fuera del área, las rivales la dejaron pasar y fue gol. Y la gente, un 25% de la tribuna, lo gritó. Evidentemente no era gente del hockey. Y eso pasó, diría yo, en casi todos los deportes, en casi todos la gente dijo que “esta fiesta no me la pierdo, aunque me cueste entender de qué se trata”.
Y así fue, porque llegamos a una cantidad de entradas emitidas impresionante, un ambiente familiar increíble y, lo más importante de todo, un país involucrado, porque se involucraron en los medios, en las transmisiones, escuchaban la radio, en las redes sociales. El país respiró deporte durante 15 días, yo creo que fue así.
-¿Al país le faltaba unión? En la semana vi en redes que ironizaban que, lo que los Panamericanos unieron en 15 días, no lo hicieron los dos procesos constitucionales en dos años
-Yo creo que sí, yo creo que el país necesitaba una fiesta comunitaria. Esto se veía, y esto es gracias a nuestros deportistas, ellos lograron que las familias llegaran al estadio y las familias convivieran con otras familias, y entre todas estas convivencias se genera una comunidad que no se veía hace años. Yo estuve todos los días en algo de los Juegos, no me resté nunca, llegaba temprano y me iba tarde, y siempre la gente iba con alegría, no había nadie corriendo para alcanzar a alguien que le había robado un botón. Llegaba y veía a la gente haciendo las filas, pero en la fila no se desesperaba. Y si la fila se demora, a nadie se le ocurrió reventar un portón para entrar.
Ese tipo de convivencia, que yo la denomino una convivencia social de la familia, permitió construir esta comunidad, todos juntos.
-¿Te dejó feliz la realización de los Juegos? Más allá de que en entrevistas previas les diste el mérito a las más de 2 mil personas que trabajaron.
-Me dejaron muy conforme. Yo siento que se hizo un grandísimo esfuerzo. Aquí, como digo, son casi 2 mil personas trabajando. Y yo soy el que menos trabaja, soy el que doy las instrucciones, yo les digo “hagan esto o no hagamos esto”. Hay otros que operan y esos son los que realmente se llevan la carga pesada, porque yo no me llevo la carga, soy la imagen, soy el que la gente identifica, esa es la cuestión, pero con la pala y la picota, yo no. Cansancio físico no tengo, lo más que hago es correr 50 metros para no llegar tarde. Los otros tienen que estar ahí, tienen que atender. Por eso digo que este es un trabajo tremendo, trabajo en equipo. Mi mérito es ser uno más y liderarlo, pero los que hacen la pega son otros.
-Eso es desde el punto de vista como directivo, pero desde el Harold persona, ¿cómo viste los Juegos?
-Es que es difícil, pero, bueno, tratemos de hacer el ejercicio. Yo me entretuve con los Juegos, lo pasé bien, fui a 42 de los eventos, y en donde fui, me entretuve. En algunos no entiendo nada y, en otros, lo entiendo, pero en donde fui, me entretuve. Vi de todo, no siempre vi a Chile, vi muchas veces a otros países. Vi un alto nivel de competencia, altísimo nivel, vinieron atletas de alto renombre, no era un relleno, aquí vinieron atletas de verdad. Siempre van a faltar algunos, pero los que vinieron eran de alto nivel, como la deportista canadiense Maggie Mac Neil o, en el remo, las estadounidenses trajeron al equipo que iba a los Juegos Olímpicos. Al final del día, había muchísimo nivel deportivo y eso, a mí, que me gusta el deporte, me entretiene.
Eso me dejó muy contento, porque quiere decir que creyeron en la organización, porque si los tipos ven que esto va a ser un desastre, no vienen. Nadie se viene a arriesgar a que la piscina no tenga agua. En eso estoy muy contento.
Me alegra muchísimo cuando veo a la familia, es una cuestión personal, me alegra mucho. Pude compartir con casi todos mis hijos en los Juegos, con amigos que no veía hace años, entonces también me alegra mucho. Estuve con mi señora muchísimo tiempo. Fue mi nieto a los Juegos, no entiende nada, pero fue, corría, miraba y aplaudía, y no entiende nada, tiene un año y tanto, pero cuando veía que gritaban “C-H-I”, él aplaudía también. Desde ese punto de vista personal, que es una parte chiquitita, fue muy atractivo. Lo más atractivo fue, sin duda, ver cómo la gente salió a la calle, y salió a la calle sin temor. A apoyar al deporte. Eso sí que me deja muy contento, quiere decir que, a pesar de todo, seguimos manteniendo el valor de vivir en comunidad, y eso es fundamental.
-¿Y en cuanto a la recepción de los deportistas? Alabaron todo, desde el Metro de Santiago hasta la comida de la Villa Panamericana.
-Cuando nos juntamos con el presidente del Metro (Guillermo Muñoz), yo le dije que “quiero que los atletas lleguen en Metro”. Una de las tantas locuras que se me ocurrieron. Otra que me habría gustado es que el básquetbol 3×3 se pudiera jugar en la Estación Mapocho, con fondo de la cordillera. Cuando vino el desfile, el día de la inauguración, yo me fui al sector donde estaban los atletas y conversé con los atletas. Todos estaban fascinados con que los hubiéramos traído en Metro, todos. No hubo uno solo que me dijera “no”, todos. Dije “eso está bien” y, después, me fui a la Villa, varias veces, yo iba, dormía en la Villa, y todo el mundo empezaba a usar el Metro más que el transporte dispuesto por la organización de los Panamericanos. ¿Y por qué? Porque el Metro da un servicio espectacular. Nosotros, como estamos acostumbrados, lo minimizamos, pero los que no lo conocen, varios dijeron que era mejor que el de Nueva York.
Fui a la Villa diez veces o quizás más. Almorcé muchísimo, a veces comí, tomé desayuno, dormí. Y en general, de los atletas, poquísimas caras largas, poquísimos sentimientos de que “me quiero ir de acá”, todo lo contrario. Todo lo contrario, una sensación de bienestar donde estaban, en la Villa. Increíble. La comida les encantaba, la variedad también. Los con caras largas son los que esperaban ganar y no ganaron, es una cuestión deportiva, en la cual, chuta, los otros también te quieren ganar.
-Para la gente fuiste “el salvador” de los Panamericanos, ¿cómo sopesas aquello?, ¿mereces una medalla?
-Mi tema era, y lo dije siempre, cómo hago que los atletas que vengan disfruten de los Juegos. Mi medalla va a ser si los veo disfrutar. Y los vi. Listo, se acabó. El resto estamos todos pintados. Y si a mí alguien me dice que “tú te mereces una medalla”, multiplícala por 2 mil, pues se la tiene que dar a cada uno de los que trabajaron aquí, porque, si no, sería sumamente injusto. ¿Por qué sería injusto? Porque ellos hacen la pega, insisto.
Yo creo que la única medalla que tú te podrías poner en esto es cuando en la calle te dicen “bien hecho”. Y lo mismo: tendrían que decirles a los 2 mil que “salieron buenos” (los Juegos). Llevo casi 40 años en esto y uno tiene que asumir que estamos pintados. Los deportistas son los ganadores de esto. Y yo ya no tengo capacidad para competir en eso. Mi única satisfacción era entregarles a los deportistas que todo estuviera del nivel, que ellos se sintieran preparados para hacer sus mejores esfuerzos, para lograr sus mejores marcas. Que no tuvieran más preocupación que competir. Nada más.
-Imagino que no todo fue perfecto. ¿En qué se falló?, ¿qué pudo haber sido mejor?
-Si hubiera llegado seis meses antes, habría cambiado muchas cosas. Como el básquetbol 3×3. Se demostró desde el comienzo que era chico el escenario, lo habría llevado a un recinto mucho más grande. Partiendo por ahí. Esa es la partida.
¿Y qué otra cosa habría cambiado? Bueno, muchas cosas de la estructura, de aquí del trabajo, pero eso ya no había tiempo para hacerlo. Pero lo que sí habría cambiado era que unas cosas tan básicas, como el techo del Polideportivo de Viña del Mar que se goteó, yo habría visto cómo arreglo ese techo, no lo habría dejado por ningún motivo. Confiamos, claro, ya no era una piscina, pero había seis goteras. Yo me habría preocupado, yo habría visto, habría conseguido los recursos, pero, bueno, no hubo tiempo para eso.
En marketing y publicidad, habría promocionado con mucha más fuerza esta fiesta. Haber sido capaz de demostrarle… porque mucha gente se quedó con ganas de ir, porque los tickets se agotaron, porque se quedaron dormidos, digamos, y porque también nosotros, por razones obvias, no queríamos recintos vacíos, hicimos una serie de acciones para que llegaran casi 50 mil estudiantes, y eso también lo habría incrementado un poquito.
Habría tenido muchas más vivencias que anuncios. Ya no había cómo hacerlo cuando llegué. Lo habría hecho con mucha más fuerza.
-¿Y tu evaluación hasta ahora de los Panamericanos y Parapanamericanos?
-Como en el deporte, son dos tiempos, y ya jugamos el primero. Hay que tener tiempo para que no te ganen en los dos últimos minutos y perder el partido. Pero hasta ahora estamos contentos. Sí, muy conformes.
-La gente quedó feliz con los Panamericanos. Y la única cita que puede superar este evento, en magnitud, son unos Juegos Olímpicos. ¿Ves a Chile preparado para el 2036 o el 2040?
-Ojalá para el 2036, entre 13 años y 17 años es lo mismo. Claro que lo veo factible, básicamente porque el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, vino a Chile, estuvo 3 o 4 días, y él dijo que Chile está preparado para cosas mayores. ¿Qué es lo mayor después de los Panamericanos? Unos Juegos Olímpicos. Entonces, ¿por qué vamos a matar el sueño antes de tiempo? ¿Por qué no al menos nos damos la oportunidad de presentar la postulación? Yo no puedo entender por qué tenemos que ser tan cautos y tan conservadores, porque es un tremendo sueño, y yo creo que tenemos derecho a soñarlo. Ahora, si después no lo ganamos, esa es otra cosa, pero no podemos partir descartándonos.
Es mucho trabajo, son palabras mayores, requieren una inversión muy alta. Uno fija sus expectativas de la vida en donde cada uno cree que puede llegar, y yo creo que podemos llegar a traer unos Juegos (Olímpicos), y no solo llegar a traerlos, organizarlos, y que estos 15 días de bienestar se transformen en 10 a 12 años de bienestar, porque si nos dan los Juegos del 36, uno por uno vamos a ir marcando los días, cuántos días nos quedan. Ya sabemos lo que es, porque ya aprendimos, todos vamos a estar alimentando ese sueño.
-¿No fueron palabras de buena crianza del presidente del COI?
-Es lo que digo yo, graficando en términos futbolistas, que te pasaron la pelota, te la dejaron en el área chica dando bote. Te lo dijo el número uno, no circula el rumor. No fueron palabras de buena crianza. A este nivel, las palabras de buena crianza son que le encantó el país, que son ricas las empanadas, que nunca había comido una cazuela, esas son palabras buenas.
Llevo una vida en el mundo del deporte y los altos cargos, los de alta jerarquía en las organizaciones deportivas, no hacen declaraciones de buena crianza para quedar bien con la gente, eso no lo creo.
De hecho, a mí me sorprendió cuando llegaron a preguntarme qué me pareció lo que dijo. Yo no tenía ni idea, tuve que ratificar que lo había dicho antes de contestar, porque me podía meter una mala interpretación o lo que fuera. El presidente lo dijo. Y la gente quedó bien motivada con esa declaración después. Nosotros ayer levantamos en nuestras redes sociales un hashtag, #JJOOSantiago2036, y la cantidad de comentarios positivos fue impresionante, algunos negativos también, pero la gran mayoría positivos. Es imposible tratar de ir a buscarlos si la gente no está.
Nos faltan las otras patitas de la mesa: el Gobierno, después del Gobierno el Estado, porque nadie sabe quién va a gobernar en el 36, y el empresariado, que no puede estar fuera de una fiesta así, y, por supuesto, el Comité Olímpico de Chile, que formalmente es el que tiene que presentar la postulación. Si juntamos a estos cuatro y lo unimos a la gente que ya está, yo creo que hay que ir por eso.
— Santiago 2023 (@santiago2023) November 6, 2023
-Se ha visto en las ceremonias, cuando entregan a un país la sede de los Juegos Olímpicos, alegría, pero también desazón, como le pasó un par de veces a Madrid.
-Lo que pasa es que lo que hay que construir es el sueño, no hay que vender la ilusión, no hay que vender humo. Vamos a ir a postular y todos entendemos que es muy difícil. Hay ciudades importantes postulando, Ciudad de México; la India es un país muy grande; Turquía, Estambul, una ciudad maravillosa. No es fácil, no es que vamos solos en esta carrera, no es fácil, pero el sueño es lo que tenemos que mantener, no vender humo, no decir “ya lo tenemos”, eso ya sería una irrealidad, y eso no estoy dispuesto a hacer.
-Pongámonos en este escenario: Chile gana la sede de los Juegos Olímpicos. ¿A ti te gustaría estar a cargo como ahora, desde el inicio? ¿O te gustaría, tras los Parapanamericanos, retirarte, descansar, darte un tiempo y, luego, si la situación se complica, estar dispuesto a volver?
-Siempre es mejor estar desde el inicio, porque así estructuras las cosas de la manera que a ti te gustan. Puede haber otras mucho mejores, pero es la que a uno le resulta y, así, las sorpresas son menores. Porque, cuando tú llegas y el barco está en la mitad del océano, chuta, las sorpresas son mucho mayores que cuando zarpaste desde el puerto. Y yo prefiero zarpar desde el inicio.
-La gente va a estar más tranquila contigo desde el inicio.
-Algunos, y otros no. Algunos van a decir que “este gallo es insoportable, pesado, le gusta hacer las cosas a su pinta”.
-Las cosas a tu pinta te resultan…
-Pero hay gente que no le gusta, que le gusta, y que no porque me haga caso a mí. Yo no le hago caso porque está equivocado y, entonces, dicen “qué soberbio”. Bueno, está bien. Yo cuando tomo estos cargos, de las cosas que no sé, dejo que me guíen. Y de las que sé, no me vendan un poco. Porque no, a mí no me van a decir “esto es lo que hay que hacer”. Yo sé que eso no es necesario hacerlo, ¿para qué? Si ya lo viví, ya aprendí a lo largo de la vida y ahora lo puedo hacer. Pero, bueno, veremos qué pasa.