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Raúl fija reglas del juego 50 años luego de ser nombrado Fidel comandante

El 3 de mayo de 2008 viene precedido por el anuncio de Raúl Castro, el pasado lunes, de que Cuba entró en una nueva fase de su historia, y por la unificación de las cúpulas del Estado y el Partido Comunista de Cuba (PCC), «el único heredero de Fidel», según reitera incesantemente el presidente.


En la semana en que Fidel Castro hubiera cumplido 50 años como Comandante en Jefe, el presidente Raúl Castro abrió una nueva etapa en la revolución, con sus reglas y en su campo de juego, y dio por concluida la «provisionalidad» en Cuba.



El 3 de mayo de 1958 Fidel fue elegido Comandante en Jefe por el movimiento revolucionario en la Sierra Maestra, recuerdan hoy medios locales, aún reacios a suprimir ese título al que renunció el propio Castro cuando anunció en febrero pasado que no continuaría en el poder.



El 3 de mayo de 2008 viene precedido por el anuncio de Raúl Castro, el pasado lunes, de que Cuba entró en una nueva fase de su historia, y por la unificación de las cúpulas del Estado y el Partido Comunista de Cuba (PCC), «el único heredero de Fidel», según reitera incesantemente el presidente.



La unificación fue consagrada en forma de Comisión del Buró Político del Comité Central, el cogollo del cogollo del PCC, que estará integrada por la misma cúpula del poder del Estado: el presidente y los seis vicepresidentes.



La «provisionalidad» comenzó el 31 de julio de 2006, con una «proclama» del entonces Comandante en Jefe en la que cedía provisionalmente sus cargos, y finalizó el 19 de febrero con la publicación de su decisión de abandonar el poder.



Concluida esa interinidad, la cúpula del poder guarda diferencias con el equipo de hombres de confianza que entonces designó Fidel Castro para abrigar a Raúl.



De aquellos, pertenecen a la Comisión del PCC y al máximo nivel Ejecutivo los vicepresidentes Carlos Lage, Esteban Lazo y José Ramón Machado Ventura, pero no los ministros de Salud, José Ramón Balaguer, y de Exteriores, Felipe Pérez Roque, ni Francisco Soberón, titular del Banco Central.



Las nuevas caras en el equipo del mandatario son el ministro del Interior, Abelardo Colomé; el de las Fuerzas Armadas, Julio Casas, y el vicepresidente Juan Almeida.



Fuentes del partido reconocen el cambio de ciclo, no sin dejar de precisar que no es el fin del proceso que comenzó hace 50 años, y confirman que nunca antes se había producido una simbiosis total entre la formación política y la cúpula del Consejo de Estado.



Analistas consultados coinciden en que «los siete», Raúl y sus seis hombres de confianza, son la «guerrilla» que tratará de sentar las bases para la reestructuración del país en un momento en el que la falta de tiempo, por la llegada del fin de la generación histórica, es un factor determinante.



La figura fuerte del Gobierno es Machado Ventura, según las fuentes, un hombre impopular en las bases, pero con gran fama por su «eficiencia organizativa», de la que tiró Fidel Castro para resolver problemas en el seno del partido cuando hizo falta en estos 49 años.



A la capacidad organizativa de Machado, Raúl Castro ha sumado el liderazgo en el aparato ideológico de Esteban Lazo, uno de los puntos «más frágiles y polémicos» del poder y en cuya esfera recaen la propaganda y el aparato mediático.



Lage es visto como el hombre que ha administrado el Estado desde los 90 y «el único hombre que sabe cómo hacerlo», además de contar con una buena imagen en el exterior, cimentada en su amplia experiencia como representante de Cuba en cumbres y reuniones internacionales.



Almeida, «comandante de la revolución», título honorífico que solo tienen, además, Ramiro Valdés y Guillermo García, y que no posee ni siquiera Raúl Castro, es el símbolo de la generación histórica.



La representación de la historia de la revolución permite, de acuerdo con uno de los analistas, lograr «un consenso social, sin armar huracanes internos» por las medidas que se vayan a adoptar.



Casas es el hombre de las Fuerzas Armadas y máximo exponente de una forma de gestión empresarial que Raúl Castro trata de trasladar al aparato público, y Colomé, ministro del Interior, puede «facilitar el pulso diario de la opinión pública en la calle».



Ambos valoran, además, qué es y qué no es de «seguridad nacional».



Para un analista, elucubrar sobre si ese equipo es raulista o fidelista supone ignorar una realidad consolidada: «el raulismo y el fidelismo no son excluyentes».



Independientemente de ello, Raúl Castro «se ha hecho con todo» y eso le va a permitir «aplicar muchísimo de lo que tiene que hacer», indicó un observador.



«El motor principal son las necesidades del Gobierno, pero antes de tomar decisiones de fondo el nuevo Gobierno necesita organizarse a sí mismo», comentó otro analista.



EFE

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