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¿Cómo afectará Copenhague a América Latina?

Ha habido dos reacciones generalizadas al Acuerdo de Copenhague: «el fin de la esperanza» o «el principio de la esperanza». La primera tendencia entiende el documento como un desastre, mucho más limitado de lo que se necesitaría para llegar a un tratado legalmente vinculante que acotara las emisiones de gases invernadero. La segunda tendencia asume estas limitaciones, pero lo considera, al menos, un comienzo.


Desde un punto de vista general, Venezuela, Bolivia (y los países miembros del ALBA) se enmarcan dentro de la primera categoría mientras que Brasil encaja en la segunda.

Pero, ¿qué consecuencias pueden desprenderse del Acuerdo para América Latina?

Dos grados

Los científicos de Naciones Unidas están ampliamente de acuerdo en que, para evitar un cambio climático serio, el aumento de la temperatura debería limitarse a dos grados Celsius sobre los niveles de la era pre-industrial.

El texto del Acuerdo reconoce esta necesidad. Pero, tal como está expresado en el documento, los dos grados no son un objetivo formal, sino que el grupo firmante «reconoce el punto de vista científico» según el cual el aumento de la temperatura debería mantenerse por debajo de esa cifra.

Además, el Acuerdo no explicita un plazo para alcanzar un máximo de emisiones, ni establece objetivos claros para su reducción. En lugar de esto, se pide a los países industrializados que detallen sus propias metas en febrero del año que viene.

Según un documento oficial de la ONU que se filtró durante la conferencia, si se aceptara el máximo de emisiones que piden esos países, las temperaturas podrían llegar a aumentar en torno a tres grados.

En este sentido, para muchos analistas, el Acuerdo –tal como ha sido reconocido- inspira poca confianza en que se pueda evitar el límite de los dos grados.

América Latina, vulnerable

América Latina sólo es responsable del 12% de las emisiones mundiales de gases invernadero, pero es especialmente vulnerable al calentamiento global de dos grados. Esta afirmación se convirtió casi en un mantra durante la cumbre de Copenhague.

Walter Vergara, experto del Banco Mundial en cambio climático, aseguró a BBC Mundo que existen cuatro zonas muy expuestas al cambio climático en la región:

1. Los países de la cuenca del Amazonas (Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia y Brasil) podrían sufrir las consecuencias del deterioro del río (como la degradación de los bosques).

2. Los estados que comparten los Andes, como Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú o Bolivia padecerán el calentamiento de la cordillera.

3. En la región del Caribe, en particular las islas pequeñas y las zonas costeras se verán afectadas por el aumento del nivel del mar y por el colapso prematuro del ecosistema de los arrecifes de coral.

4. Muchos de los países en el corredor de los huracanes de América Central (Honduras, Nicaragua, Belize, México) quedarán expuestos a la intensificación de fenómenos meteorológicos extremos.

Dinero para adaptarse

El Acuerdo promete aportar US$30.000 millones para los países en desarrollo durante los tres próximos años. Por otro lado, marca el objetivo de llegar a los US$100.000 para 2020.

Pero, ¿quién obtendrá ese dinero? El texto apunta que «los fondos para la adaptación al cambio climático se destinarán de manera prioritaria a los países en desarrollo más vulnerables y a los menos desarrollados, como los estados insulares pobres y África».

Muy pocos países latinoamericanos se ajustan a la categoría de «países menos desarrollados», ya que la mayoría están catalogados como países de renta media. Bolivia y los estados de América Central podrían ser la excepción.

Sin embargo, algunas informaciones indicaron que si un país se opuso al Acuerdo podría no recibir ningún dinero. Bolivia, por ejemplo, fue uno de los detractores más firmes al texto.

Por otro lado, debe subrayarse que todavía queda un largo camino para establecer de dónde se sacará el dinero, qué instituciones supervisarán el proceso y cómo se entregará a sus destinatarios.

Reducción de las emisiones

Los debates sobre de qué manera recibirán dinero los países en desarrollo a cambio de reducir la deforestación –los conocidos como proyectos de Reducción de las Emisiones debidas a la Deforestación y la Degradación o REDD, por sus siglas en inglés- fueron de gran importancia para América Latina.

Nueve países de América del Sur comparten el Amazonas. Además, México y América Central tienen importantes zonas boscosas.

De acuerdo con el Banco Mundial, en cinco países –Bolivia, Brasil, Ecuador, Guatemala y Perú- la deforestación supone al menos el 60% de sus emisiones de gases de invernadero.

El texto del Acuerdo reconoce «el papel crucial de la reducción de emisiones a través de la deforestación y la degradación de los bosques (…) y la necesidad de aportar incentivos que ayuden a tales acciones, como el establecimiento inmediato de mecanismos como los REDD (…)».

Parte de los puntos del texto sobre la financiación hacen referencia explícita a cómo el dinero internacional se destinará a proyectos de REDD.

El gobierno de Estados Unidos anunció que contribuiría con US$1.000 millones en los próximos tres años a un paquete de US$3.500 millones –en el que participarán Australia, Francia, Japón, Noruega y el Reino Unido- para financiar programas de REDD.

Aunque no se detalló, el documento también deja ver que se recurrirá al mercado privado para recaudar dinero para este tipo de proyectos.

El Acuerdo final sobre REDD se discutió arduamente durante las dos semanas de la cumbre. Algunas versiones del texto incluían la cláusula de que las naciones en desarrollo deberían aceptar cuotas concretas de reducción de la deforestación para poder acceder a los fondos, pero al final no se aclaró si este punto será obligatorio o no.

En este sentido, cantidades significativas de dinero podrían llegar a proyectos de REDD en América Latina.

Perú, Colombia y Ecuador presentaron ante la cumbre varios de sus proyectos de lucha contra la deforestación con la esperanza de obtener financiación.

¿Destino a México?

El nuevo acuerdo ha generado todo tipo de dudas sobre muchos de sus puntos, incluidos aspectos como los Mecanismos de Desarrollo Limpio (en los están involucrados muchos países latinoamericanos) y el futuro de la transferencia de tecnología.

Por el momento, no se ha fijado un plazo para convertir el Acuerdo en un tratado vinculante, aunque el secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, aseguró que este paso debería darse a lo largo del año que viene.

Así pues, para México, la consecuencia más inmediata del Acuerdo podría ser la llegada de todo el circo del cambio climático global a la capital federal el próximo diciembre.

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