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¡Fátima!


El Vaticano ha dado a conocer el tercer secreto de Fátima, luego del viaje del Papa Juan Pablo Segundo a ese lugar para beatificar a los dos niños pastores a los que, según la leyenda de los católicos, se les apareció la Virgen allá por el año 1917.

Esa aparición -¿translúcida, compacta, levitante, inodora? No se sabe-, hizo tres profecías. Las dos primeras tenían que ver con la primera y segunda guerras mundiales. La tercera fue guardada en secreto, y por petición expresa de la tercera pastorcilla, no debía ser revelada antes de 1960.

Pasó esa fecha y las versiones se multiplicaron: fin del mundo, apocalipsis, el Anticristo en el trono de Pedro, la derrota de la Iglesia, etcétera.

Desde esa perspectiva, la revelación hecha por la Iglesia, de que el tercer secreto se refería al atentado sufrido por el Papa el 13 de mayo de 1981 es, a todas luces, decepcionante. Ä„Tanta gente baleada cada día en el mundo y resulta que la profecía es un baleo más, y sin víctimas fatales!

En todo caso, esta versión es una interpretación de lo que habría revelado la Virgen, que es, según dijo el cardenal Sodano, un «obispo vestido de blanco», que «ora por todos» y que «camina con fatiga hacia la Cruz entre los cadáveres de los martirizados (obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y numerosos laicos), y cae a tierra como muerto, bajo los disparos de arma de fuego». Según la interpretación de la Iglesia, la revelación tiene que ver con la protección de la Virgen a Karol Wojtila, impidiendo su muerte en 1981.

Será. En todo caso, quienes soñaron con cosas más tremendas, aún pueden aferrarse a la idea de que la interpretación vaticana no es correcta, y que la figura del obispo blanco cayendo bajo los balazos puede ser cualquier otra cosa.

Por de pronto, un ufólogo ururguayo, Jorge Monsalve, ha aventurado que la Virgen de Fatima en verdad fue un extraterrestre, y que las apariciones fueron «el mayor intento de comunicación de seres extraterrestres con la humanidad».

Interpretaciones, entonces, podrán sobrar, porque todo puede ser «ajustado» por las palabras. Pongamos un ejemplo: el obispo auxiliar de Santiago, Cristián Caro, se ha encargado de aclarar que el acto de petición que la iglesia prepara para noviembre es básicamente una «petición de perdón a Dios, porque no hemos sido siempre los buenos discípulos de Cristo que él quiere». O sea, nada de perdón a los hombres, a las víctimas (a la memoria de ellas). Así la cosa es fácil. Pedir perdón a una entidad abstracta en la que, de seguro, muchos de los castigados injustamente por la Iglesia (quemados, torturados, ejecutados) no creen, es pan comido.

Monsalve, el uruguayo, en una de esas, puede pedirle perdón a los ovnis. Por cualquier cosa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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