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La crisis de la política en Chile es el fracaso de la paz

Sergio Micco
Por : Sergio Micco Abogado y Director del INDH. Doctor en Filosofía de la U. de Chile,
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Los chilenos, a días de las elecciones municipales y en medio de múltiples escándalos políticos, se alejan aún más de la política. El Informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, en su documento Chile 2000, dio a conocer que a un 31 por ciento de chilenos le da lo mismo la democracia que la autocracia. Y un 19 por ciento opinó que en ciertos casos el autoritarismo es mejor que la democracia. Más de dos tercios declaran no interesarle la política.

Se impone pues una breve reflexión acerca de lo que significa esta crisis de la política.

Desde la antigüedad sabemos que la persona es un «animal político», es decir, está llamado naturalmente a vivir en comunidad. Sólo en la reunión de aldeas que es la polis, la persona humana podrá satisfacer todas sus necesidades, desde las básicas y afectivas hasta las más sociales y elevadas, tales como las intelectuales, las morales y las religiosas.

Es una verdad evidente que hombres y mujeres deben vivir en sociedad por su propia naturaleza. Las personas al igual que las abejas o las hormigas, deben vivir en comunidad. Pero, a diferencia de los insectos, el ser humano no tiene escrito en sus instintos la forma en que debe organizar su vida en sociedad.

La abeja está integrada al panal en un orden jerárquico, al igual que la hormiga al hormiguero. Empero, la persona que debe vivir en sociedad, no sabe naturalmente cómo ha de hacerlo, ni cómo debe organizar dicha comunidad.

Ahí reside su trágica y a la vez milagrosa diferencia con el resto de las criaturas naturales. El ser humano no sólo es naturaleza, también es cultura y es mediante la palabra, que delibera acerca del justo orden de la comunidad civil.

De aquí surgiría la política, es decir, la actividad destinada a organizar la comunidad autónoma y el Estado, asociación política por excelencia, para ordenar las relaciones entre gobernantes y gobernados, que, a la luz de la experiencia de la humanidad, son necesarias e inevitables.

Por ello el ser humano es un animal político y la política no sólo es una disciplina que inevitablemente se debe desarrollar, sino que también es una noble ciencia cuando es coherente con su finalidad: organizar la vida humana en sociedad.

La política es un proceso por el que un grupo de personas, cuyas opiniones o intereses son en principio divergentes, toman decisiones colectivas que, por regla general, se consideran obligatorias para el grupo y se ejecutan de común acuerdo.

La política como actividad humana supone una sociedad en la cual existen diferencias y conflictos, lo que lleva a buscar un acuerdo que tome una decisión que será obligatoria para todos.

Pongamos el acento en que la política supone el conflicto y el acuerdo, pero no la violencia. La acción y el discurso político suponen dejar al margen la violencia. La política es la forma pacífica como los seres humanos, maravillosamente obligados a vivir juntos, resolvemos nuestras diferencias sin recurrir a la guerra.

De acuerdo a la ONU en cinco mil años de historia conocida han muerto mil 200 millones de personas en guerras por no haber podido resolver sus conflictos en forma pacífica.

Los latinoamericanos lo sabemos bien. Cuando fracasa la política democrática que se funda en la voz y en los votos, son la violencia y las balas las que la reemplazan.

Los chilenos que se alegran y atizan la crisis de la política debieran reflexionar acerca de esto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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