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¿Pero, qué es lo que quiere usted hacer?


¨Yo no busco, encuentro¨ Picasso.



Esta pregunta tiene muchas fórmulas, siempre antecedidas por un pero, que indica que algo no va muy bien, por ejemplo, la secretaria me lo pregunta cuando estoy en medio de una batalla (campal y perdida de antemano) con el software para hacer transparencias (el mismo que usted usa, seguramente). Pero también cuando voy tranquilamente un sábado por la tarde a comprar un abrigo y me preguntan: Â… pero «qué tipo de abrigo quiere usted? Le quiere corto, largo, las mangas, el cuello y…». Algo análogo ocurre cuando muero de hambre y el/la señor/a pregunta pero, qué tipo de pan quiere usted…



Más de alguna vez he ocupado la misma fórmula para destruir al oponente (en este soft mundo ya no hay enemigos, salvo los que no tienen hábitos de vida saludables y las compañías de tabaco, según me entero). Entonces miro fijamente al oponente y le pregunto ¿Pero, qué es lo que quieres ? Esta es una técnica probada en lecciones baratas de asertividad y un arma mortal, salvo en el diván del psicoanalista (uno cree que porque le paga, él/ ella tiene derecho a destruirle).



En ocasiones, cuando he ido en plan asertiva por la vida, y digo exactamente lo que quiero, en términos de atributos del producto en el mercado, pensado por los marketineros para los consumideros, entonces, es simple: no hay.



Así, cada mañana el hombre y la mujer del new age, debe no sólo lidiar con las cosas que van en la cartera y las que no, sino además establecer con precisión cómo querrá su sandwich, su abrigo y sus transparencias. Nadie puede ir por la vida vagando, tratando de ser seducida el aroma de un sandwich y uno que otro recuerdo de un sabor increíble en una tarde como esta. Menos aún, pensando en un abrigo que sea casi como una caricia, envolvente y que se mueva al ritmo del paso rápido en las calles invernales! Y por cierto, podemos vivir sin transparencias…! (No quiero ser yo quien defienda públicamente la retórica de antiguos oradores, su presencia de ánimo y de espíritu, su impecable lógica y enciclopédico conocimiento, y sin transparencias o máquinas por el estilo).



Cuando el ciudadano de a pie va a comer sandwiches o a comprar abrigos no quiere ser tachado como un consumidor indeciso, gourmet o ser derivado a la tienda del design. Y cuando del ciudadano de a pie presenta en público, guarda los auténticos hallazgos (siempre algo inciertos) adentro del cajón y saca a relucir sólo la evidencia de lo ya sabíamos, pero en unas hermosas (Ä„!) transparencias, con marcos de flores y pinceladas al pasar clonadas por millones en el planeta, con un efecto dramático de un traje comprado con la ayuda de un/a vendedora a quien le pidió ¨un traje para una presentación pública, unas cuarenta personas, por la mañana, un auditorio algo oscuro, no demasiado formalÂ… muchas gracias¨. Vuelve a casa el ciudadano de a pie, satisfecho y directo a leer el libro que recomienda el periódico del domingo mientras escucha la música que el mismo periódico sugiere para tardes de éxito como ésta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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