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Chile: ¿País amateur o profesional? ( Parte I)

A nivel político también podemos citar ejemplos. La poca seriedad puede venir por el lado del ineficiente monitoreo que ejerce el ciudadano para verificar que quienes nos representan estén efectivamente llevando a cabo el mandato que les hemos entregado.


El acuerdo con EEUU ha levantado muchas sonrisas. Algo similar sucedió con las recientes firmas con la UE y Corea. Junto a la aparición de sonrisas, declaraciones felices y abrazos, leemos titulares que nos indican que nos estamos acercando al primer mundo, que este acuerdo es prueba de nuestras capacidades, profesionalismo, y justa recompensa a nuestra seriedad, y otros titulares por el estilo.



Lo anterior me genera inmediatas inquietudes. En primer lugar, debemos afirmar claramente que este tipo de acuerdos o nuevas relaciones de entendimiento son solo pasos más, por importantes que sean, en nuestros procesos de desarrollo. Pero también, y este es el punto que quiero elaborar, cabe la pregunta sobre qué otros elementos, más allá de profundización de procesos económicos o comerciales, nos hacen decir o sentir que hoy estamos más próximos a sociedades desarrolladas.



Creo que una perspectiva sugerente y no muy explorada tiene que ver con la comparación de niveles de seriedad o profesionalismo entre sociedades.



¿Qué elementos tomar en cuenta para medir qué tan serios somos? Esta pregunta puede parecer fuera de lugar, un poquito sin sentido tal vez. ¿Podemos conocer realmente cuáles son las tomas de razón que nos hacen señalar, por ejemplo y sobre la base de la experiencia vivida, que «tal país es más serio que el mío», o «aquí no se discuten los problemas seriamente», o «allá confío en lo que se me dice», entre otras interrogantes en la misma línea? Creo que sí, ya que afirmaciones como las anteriores pretenden comparar tipos de relaciones que operan en distintas sociedades y cómo éstas pueden llevar a mayores o menores niveles de profundización cultural, social y económica.



Es así como propongo realizar el ejercicio (divertimento, dirán algunos) de alejarnos por un momento de los paradigmas reflejados en ránkings como los de crecimiento, competitividad o libertad económica, entre otros, y establecer algunas nociones que nos digan algo más de la calidad y profundidad de las relaciones que existen al interior de las distintas sociedades.



Es que la evaluación de avances en los procesos de desarrollo no se agota con el manejo de cifras entregadas por mediciones como las señaladas al principio del párrafo. Planteo, entonces, fijarnos en otros elementos que también pueden dar pie a indicadores de sociedades más o menos desarrolladas. Daré algunos ejemplos.



En el ámbito laboral, por ejemplo, un país serio podría identificarse como aquél en que todos los oficios y profesiones se toman con la misma dignidad. Donde, digamos, la labor de un portero existe por su propio mérito, tal como la labor de un gerente de la misma empresa, y por lo tanto, la existencia de ambas se respetan igualmente, debido a la validez intrínseca de su razón de ser. Sería serio esperar también que los roles se ejerzan con el mismo celo en ambos casos.



En cuanto a relaciones comerciales, esperamos que cuando se nos vende algo estemos adquiriendo lo promocionado, se nos permita devolver el producto o reclamar por el servicio en caso de insatisfacción. Es serio también que las reglas del juego no varíen durante el proceso de intercambio.



Los compromisos deben respetarse. En el plano social, un buen ejemplo tiene que ver con el cumplimiento de horarios. Si decimos que nos juntaremos a tomar un trago a las 7 de la tarde, y si aún ajustando esa hora por convenciones culturales (por ejemplo, decir «a las 7», significa llegar a las 7:30), igualmente una de las partes llega a cualquier otra hora (9 de la noche por ejemplo) o no llega, pues ese tipo de relaciones es poco seria y no refleja respeto por el otro.



A nivel político también podemos citar ejemplos. La poca seriedad puede venir por el lado del ineficiente monitoreo que ejerce el ciudadano para verificar que quienes nos representan estén efectivamente llevando a cabo el mandato que les hemos entregado. Si elegimos a alguien para un cargo de representación y luego volvemos a votarlo sin realizar evaluación de su cometido, entonces no estamos responsabilizando de sus acciones a nuestro representante, y eso es poco serio.



Otro ejemplo tiene que ver con la forma de colocar los temas públicos. Muchas veces vemos que la media se encuentra más interesada en las aristas sensacionalistas o magazinescas de ciertos temas que en las implicaciones de fondo. Por ejemplo, existe más interés en divagar en nombres para cambio de gabinete, en dar listados de invitados a ciertas reuniones «importantes», o elucubrar sobre quienes tienen acceso a -o a quienes escucha- algún personaje poderoso, que instalar con igual fuerza cuestionamientos y levantar tesis sobre los temas de fondo que, en primer lugar, hacen que tales personajes o circunstancias sean o puedan ser noticia.



También está el caso de levantar y mantener nombres y sus opiniones como voces que hablan desde la sabiduría. Menos serio aún es cuando la tribuna sigue abierta para algunos de éstos cuando, rendidos ante dudosas alabanzas, asumen un papel de ilustres personajes renacentistas. Entonces, individuos que comienzan comentando de política o economía siguen al poco tiempo comentando CDs, libros o de viajes (estoy escupiendo al cielo, tal vez), y al tiempo pueden terminar publicando un libro de novelas o cuentos sin ninguna vergüenza (ni comité editorial), cuyo único impacto tiene que ver con la tala extra de algún árbol para producir el papel del libro.



Este enfoque tangencial y leve de los temas públicos y el tipo de beneplácito con que cuentan algunos voceros de la tribu también son situaciones que se pueden catalogar como relaciones de poca profundidad.



Ejemplos como los anteriores han querido traspasar al lector esta sensación que a veces uno tiene y que me ha llevado a pensar o decir que «este país es amateur» o «este otro país es profesional » en el trato de sus relaciones cotidianas. El planteamiento de este tipo de interrogante pretende inquirir acerca del funcionamiento de las instituciones sociales, formales e informales. Y de qué manera tal tipo de funcionamiento se ve moldeado, y moldea a la vez, el comportamiento de las personas, traspasando nuestra forma de ser y actuar a las diversas esferas del quehacer público y privado.



Corresponde lanzarse ahora a la piscina. Tengo la idea (sujeta a futura medición) que comparativamente Chile tiene bastantes visos de país amateur pero con cada vez más ingentes esfuerzos para dejar de serlo (la firma de los recientes acuerdos puede ser un ejemplo de ello). Pero aún somos como aquellos festivales de colegio, que por muy bien organizados y por mucha fama que hayan ganado en el circuito comunal, siguen siendo festivales de barrio, aún muy lejos del profesionalismo de unos Glastonbury, MTV Awards, o del mismo Viña.



¿Cuál es la inquietud detrás de este tipo de divagación? Asumiendo que existiese alguna, ésta tendría que ver con el error de quedarnos con percepciones que no nos ayudan a continuar en una senda de profundización social y económica. Siguiendo el símil de los festivales, sería muy lamentable y disonante creer que, participando de un simple festival de barrio muchos creamos que nos encontramos viviendo las formas, el glamour, la relevancia de un evento como el de la entrega de los Oscares.



Justamente esto es lo que confirmaría nuestra calidad de amateurs y nuestro provincianismo. ¿Qué elementos debemos tomar en cuenta para realizar un tipo de medición y evaluación sobre nuestro amauterismo? Espero comentarlo en el próximo artículo.



(*) Economista de University of Cambridge, CED



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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