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Nuestros miedos

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Se nos informa permanentemente que la ciudadanía chilena está atemorizada. Que la gente honrada se está encerrando a través de rejas y que en encuestas los chilenos responden que su principal miedo es la delincuencia. A estos temores se les dedican agotadoras horas y horas de noticieros, páginas y páginas de diarios y se multiplican las ventas de artefactos de seguridad. Las compañías de seguros aumentan exponencialmente sus ganancias.



Sin encuestas mediante, lo que yo escucho a diario es que los chilenos tenemos horror a la vejez empobrecida, a las pensiones de hambre, a la imposibilidad de financiar enfermedades terminales, a la pérdida del trabajo, a no saber cuál será el futuro de nuestro hijos dadas las escasas posibilidades que ofrece el mercado laboral y la creciente escasez de oportunidades para conseguir un trabajo decente.



También se nos podrá bombardear por la televisión con amenazas de terremotos, tsunamis, terrorismo islámico o guerra nuclear. No hay forma de contrarrestar la imagen reiterada y colorida y ya sabemos que, además de destruir la organización sindical, no hay nada mejor para mantener la paz social que sembrar el terror.



Pero el Presidente de la Fundación Paz Ciudadana, organización que dedica sus más insignes esfuerzos a informar a la población sobre la delincuencia, exponía en El Termómetro que, de acuerdo a sus estadísticas, Chile lleva el pandero en América Latina de los robos que atentan contra la propiedad privada, tales como: el robo hormiga en los supermercados y el robo de distintas piezas de los automóviles. Aunque al mismo tiempo, Chile presentaba el menor número de robos con violencia, de secuestros y de homicidios. En otras conocidas estadísticas, Santiago figura entre las ciudades más seguras del mundo.



Ante el estupor del conductor, el representante de Paz Ciudadana agregó que esto no era gracia, porque teníamos más robos que en Europa.



Es decir, toda esta campaña pro cadena perpetua, de eliminación de la libertad condicional y de acusaciones de garantismo a la Reforma Procesal Penal, en la que Lavín culpa inexplicablemente a Bachelet, proviene de que en Chile se roba más que en Europa. Aún cuando es evidente que los sectores históricamente privilegiados no podían aceptar la transparencia del nuevo sistema judicial. Con el sistema antiguo, donde el secretismo facilitaba el pituto y la componenda, jamás se habría condenado a un personaje como Jorge Lavandero.



Sin embargo, Paz Ciudadana no nos compara con el Viejo Continente en otros indicadores.



Por ejemplo, en el porcentaje de impuestos que pagan los dueños de la propiedad: en Chile la carga total impositiva es un 17% del PIB y en los países de la OECD un 37%. Un impuesto regresivo como el IVA constituye en Chile un 50% del total de los ingresos obtenidos por tributos y en EEUU sólo un 16%.



Tampoco nos acercamos a la calidad de la educación gratuita que hay en Europa, comparable sólo con la que ofrecen cinco colegios privados chilenos a los que pueden asistir únicamente los hijos de los miembros del decil de mayores ingresos. Tampoco nos comparamos con realidades de nuestro país, tales como que el 76,6% de la fuerza de trabajo no haya terminado la secundaria, que sólo el 10% de ésta haya recibido capacitación, que el 52% de las mujeres del quintil más pobre no tenga ninguna calificación (Fundación Terram).



Aún, comparándonos con países de desarrollo similar, nos encontramos con que en Malasia hay veinte veces más estudiantes per cápita que en Chile haciendo postgrados en países industrializados (M. Waissbluth, LT, 28.04.04). Hay infinidad de estadísticas similares que podrían revisarse en este campo.



Tampoco tenemos la salud con que cuentan los europeos, ni el número de espacios dedicados a la recreación de los jóvenes, ni el tratamiento que se da a la drogadicción, ni las inversiones que hacen bancos y empresas para costear su seguridad, ni la transparencia democrática para controlar el lavado de dinero y a los grandes narcotraficantes.



Tenemos diferentes ingresos per cápita se nos responde, ellos son ricos y nosotros pobres.



Pero en Chile los ejecutivos senior constituyen el décimo poder de compra del mundo con sueldos netos anuales de 85.000 dólares promedio (El Mostrador, 16.08.05, citando a la Consultora Mercer Human).



Los tres principales grupos económicos del país figuran en los listados de Forbes entre los grupos más ricos del mundo. En Europa no existe la monstruosa brecha que hay en Chile entre sueldos máximos y mínimos. En Chile, el gerente de una empresa exportadora agroindustrial gana cien veces más que una temporera recolectora o empacadora.



No justificaremos la delincuencia por la pobreza, pero los candidatos deberían detenerse un momento, entre cada puerta a puerta, y pensar de qué pueden vivir los 500.000 desempleados, los ancianos con pensiones de $50.000, los 300.000 trabajadores subcontratados que ganan menos de $80.000, el 40% de indigentes desempleados.



Qué futuro tienen los trabajadores que no cotizan, ya que el 70% de los que trabajan en jornadas parciales no lo puede hacer. Está claro que, macroeconómicamente hablando, es la población asalariada de los quintiles de menores ingresos los que carga con los déficits de la población excluida. Y también que ello lleva a la violencia, la desazón y la desesperanza.

Esta campaña avasalladora de la oposición y de los medios de comunicación, sólo puede explicarse en el contexto de la campaña electoral, especialmente al conocer los datos de Paz Ciudadana previamente comentados. Campaña en que Lavín pretende lucirse con su medida LA TERCERA ES LA VENCIDA «para terminar con este flagelo».



Y, como de costumbre nos faltan el respeto, ya que los otros candidatos, en vez de poner las cosas en su justo lugar, responden que no, que la PRIMERA ES LA VENCIDA, compitiendo en liviandades, para ser, supuestamente, más populares entre nosotros los electores, testigos mudos de tanta frivolidad, que sólo llama a la violencia, al fascismo y al armamentismo para la autodefensa.



Y las cosas están así: nosotros muertos de miedo y nuestros próximos posibles Presidentes de la República preparándose para construir más cárceles.





Patricia Santa Lucía es periodista.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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