Publicidad

Las enseñanzas del análisis macroeconómico

Publicidad


En 1990 no me tincó mucho esto de los equilibrios macroeconómicos. Me sonó como excusa para no entrar de lleno a pagar la deuda que el Estado había contraído con nuestros compatriotas maltratados durante 17 años y una forma de seguir resguardando los grandes intereses que defendió la revolución capitalista que dirigió Pinochet.



Pero poco a poco, el análisis me ha ido convenciendo, metodológicamente hablando, aunque también hay que reconocer que nos ha servido para que el FMI nos aclame y nuestros ex Ministros de Hacienda tengan pega asegurada. También para que los EEUU nos hayan permitido entrar a las «Ligas Mayores» a través del TLC y que el Papa reciba al Presidente de la República.



Pero, el análisis macro también me gusta, porque me ha sido útil para hacer otras cuentas.



Por ejemplo: en Chile hay 500 mil cesantes que no ganan un solo peso al mes. Sólo para buscar trabajo se necesitan unos $25.000 mensuales: $1.000 diarios para transporte y $1.000 para comprar el diario el fin de semana. Olvidémonos de vivienda, comida, vestido o enfermedad. La depresión es una exquisitez.



Hay 400.000 trabajadores temporeros, que sólo generan el 37% del ingreso de sus familias. El 25,63% de la población que trabaja lo hace por cuenta propia. La mayor parte de ellos con ingresos mínimos. Dentro de éstos hay 100.000 trabajadores a domicilio, principalmente mujeres que cosen para las grandes tiendas y sus ingresos son aleatorios con pago por pieza terminada, haciéndose cargo de los errores, las pérdidas de material, la maquinaria usada, la energía invertida en su trabajo y de su salud y desgaste.



El 70% de los ocupados rurales se encuentra bajo la línea de la pobreza, es decir gana menos que el valor de dos canastas básicas (una canasta básica = $21.856) y según la definición oficial, las personas bajo esta línea son aquéllas que no cuentan con ingresos suficientes para satisfacer sus necesidades alimentarías y no alimentarias.



Hay 1.156.318 pensionados en el país y su mayor parte cuenta con pensiones mensuales de $10.000 promedio, situándose las pensiones máximas alrededor de los $78.000.



A nivel macro, según la CASEN 2003, los 8 deciles más pobres de la población chilena viven en hogares con 3,43 y 4,31 integrantes promedio y con ingresos mensuales por grupo familiar que se ubican entre el promedio mínimo de $63.866 y el promedio máximo mensual de $568.279.



El decil más pobre cuenta con 1.783.606 chilenos divididos en hogares de 4,31 miembros promedio y con ingresos mensuales promedio de $63.866, es decir tres canastas básicas.



De esta manera, el análisis macro nos permite concluir que si aún en Chile no nos encontramos con gente muriendo en las calles, los chilenos que no cuentan ni con un mínimo de subsistencia deben cargar el costo de su sobrevivencia a los dos deciles más ricos. El decil más rico abarca a 1.171.138 personas ubicadas en hogares de 2,83 miembros promedio y que cuentan con ingresos mensuales promedio de $2.177.245. El decil siguiente, en orden de privilegio, agrupa a 1.320.117 personas divididas en hogares de 3,19 miembros y con ingresos mensuales promedio de $810.931.



Como se nos informa reiteradamente que la delincuencia no proviene de la pobreza, sino de la «puerta giratoria» y de la maldad que surge cada vez a más corta edad, ya los jóvenes de 14 años saben que están haciendo daño, es de suponer que los más pobres cargan sus necesidades en los más ricos a través de la mendicidad o el uso de sus desperdicios.



Si no fuese así, necesariamente, tendríamos que encontrarnos en las calles con personas muertas de hambre, especialmente ancianos que son los que cuentan con menos ingresos, mayores problemas de salud y que requieren habitaciones con mejores condiciones sanitarias. Es lo que se desprende de las cuentas macroeconómicas más sencillas, como las de nuestro presupuesto fiscal



Sin embargo, un amigo, al que envié una postal de nuestro querido puerto herido, me decía: «Cuando las calles de una ciudad se llenan de perros vagabundos y hambreados es, porque algo anda mal».



Y yo me pregunto: ¿qué significa si perros hambrientos atacan a una guagua abandonada por su madre o que chilenos se quemen a lo bonzo?



Poco se comentan estos hechos en las noticias de la TV concentradas en el robo hormiga y en el microtráfico.



____________________________________________________________



Patricia Santa Lucía es periodista.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias