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El error estratégico de los mapuches

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El mejor aliado que podría tener el pueblo mapuche es la propia ciudadanía, una vez que haya sido sensibilizada con su drama ancestral. Espantar al espectador con escenas de brutalidad nocturna es la clave de la derrota. No se trata sólo hechos ilegales, sino además profundamente ilegítimos ante las personas comunes y corrientes. La lógica de «todos son mis enemigos» conduce al aislamiento total.


Por Por Cristóbal Bellolio*



En 2006, los estudiantes secundarios que aplanaron las calles en demanda de una mejor educación, contaron con la simpatía mayoritaria de los chilenos. Su protesta fue percibida como original, independiente y pacífica. Incluso, muchos «pingüinos» en toma dedicaron su tiempo a remodelar sus alicaídos establecimientos. En cambio, frente a las movilizaciones estudiantiles de 2008, la actitud de la opinión pública cambió drásticamente. Las motivaciones de unos y otros no diferían sustancialmente, pero los segundos cometieron el error de híper ventilarse: intentaron imponer su visión con escupos y jarrones de agua.



El actual episodio de violencia en la Araucanía demuestra que las comunidades mapuches radicalizadas están cometiendo el mismo error estratégico. No han comprendido que las armas y los atentados incendiarios son recursos políticos menos efectivos que la seducción de la opinión pública. Las personas no comulgan con reclamaciones que no surgen de un relato atractivo capaz de sumar voluntades a la causa. Y no estamos hablando sólo de marketing político, sino de la habilidad comunicacional necesaria para obtener los resultados deseados.



El mejor aliado que podría tener el pueblo mapuche es la propia ciudadanía, una vez que haya sido sensibilizada con su drama ancestral. Espantar al espectador con escenas de brutalidad nocturna es la clave de la derrota. No se trata sólo hechos ilegales, sino además profundamente ilegítimos ante las personas comunes y corrientes. La lógica de «todos son mis enemigos» conduce al aislamiento total. La potencia simbólica de la palabra «justicia» se desvanece.



La reivindicación de las tierras de las etnias originarias es un tema complejo, que requiere una especial disposición al diálogo. Si las organizaciones mapuches continúan transmitiendo su resentimiento generacional en cada instancia de discusión, todo lo que se construya estará teñido de odio. Si los representantes del Estado no penetran en la mentalidad de un pueblo que lleva el sentimiento de opresión en la sangre, toda solución caerá en tierra infértil. El desarrollo de empatías es fundamental para el éxito de este proceso.



El camino puede iniciarse también en la propia institucionalidad. En 2005, el líder del Consejo de Todas las Tierras, Aucán Huilcamán, estuvo a punto de competir en las elecciones presidenciales. Ä„Qué bien le habría hecho a Chile poner el tema indígena sobre la mesa desde la perspectiva de uno de sus protagonistas! En las próximas municipales, el PPD llevará un número importante de candidatos a alcaldes y concejales de distintos pueblos originarios. No cabe duda que la participación en estos espacios contribuye a generar confianzas entre los distintos mundos.



Llama la atención que, en momento en los cuales nos quejamos ante el desprestigio de la actividad política, no seamos capaces de darnos cuenta que precisamente cuando falla la política arrecia la violencia. Cuando no somos lo suficientemente abiertos para encontrar puntos de acuerdo y generosos para ceder en nuestras posiciones, la deliberación pública degenera en diálogo de sordos. Y en casos como éste, la riqueza de diversidad cultural termina siendo desaprovechada.



*Cristóbal Bellolio es Director de Estudios de Independientes en Red.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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