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¿Qué es lo que no veo?

A partir del momento de mi titulación, comencé otro desafío y que aún no puedo lograr: encontrar un trabajo digno y estable. He dejado mis antecedentes en varias municipalidades, en diferentes universidades, para desempeñarme como docente. Hasta le escribí a la Presidenta de la República y llevé mi


Por Carmen Gloria Solís*

Soy no vidente. Luego de haber golpeado muchas puertas para conseguir trabajo, me han llamado a dos entrevistas y he participado en sólo tres concursos públicos, ¿por qué? La respuesta, quizás está en lo que no veo, no veo que la gente crea en nuestras capacidades, no veo que la sociedad nos considere parte integrante de ella y nos tienen conceptualizados como un grupo al margen, el grupo de las personas discapacitadas, no siendo realmente así.

Tampoco veo que las personas sean capaces de derribar sus tontos prejuicios y permitan que seamos nosotros y no ellos mismos, los que contesten todas sus inquietudes. No veo muchas oportunidades para trabajar y si las personas siguen actuando de manera desconsiderada e inconsciente, realizando discriminaciones arbitrarias por factores que carecen de importancia, no veo que se pueda construir un país de oportunidades y más justo para vivir.

Desde niña he tenido que enfrentar muchos obstáculos y desafíos, comenzando por la lucha que libró mi madre para que no fuera a un colegio de ciegos, logrando matricularme en un jardín infantil donde fui preparada para integrarme a un colegio “normal”, al que asistí desde primer año básico a cuarto medio. Me convertí en la primera alumna ciega del colegio.

En 1996, comencé otra lucha: entrar a la universidad a estudiar Derecho. Para ello, como no podía dar la prueba de aptitud por ser ciega, rendí un examen en la Universidad de Chile, y una entrevista en la Universidad Católica, pero a ninguna de ellas pude ingresar. En la Universidad de Chile, obtuve el tercer puntaje en la prueba y sólo eran dos cupos para los ciegos, mientras que en la Universidad Católica, sólo había un cupo para los ciegos y como no les gustó mi manera de pensar, quedé fuera. Al año siguiente, postulé nuevamente a la Universidad de Chile, pero obtuve el segundo puntaje y sólo había un cupo para los ciegos.

En esas circunstancias comencé a recorrer las universidades privadas y después de ir a varias de ellas, llegué a la Universidad Central, donde di una prueba oral frente a una comisión. Lo aprobé satisfactoriamente e ingresé a la universidad, con una beca del 50% del arancel, durante toda la carrera, con la condición de tener buenas calificaciones. Nunca reprobé un ramo y me titulé en abril de 2005.

A partir del momento de mi titulación, comencé otro desafío y que aún no puedo lograr: encontrar un trabajo digno y estable. He dejado mis antecedentes en varias municipalidades, en diferentes universidades, para desempeñarme como docente. Hasta le escribí a la Presidenta de la República y llevé mis antecedentes a la Dirección del Trabajo. Ni una sola respuesta he recibido.
Si quisiera llegar a ser fiscal, esa posibilidad no existe, ya que una persona ciega está inhabilitada, por ley, para ejercer el cargo. El mismo impedimento se da en el caso de los jueces.

También he postulado para ser defensor público, en donde fui entrevistada y di el examen de rigor, con mucha dificultad, porque como el examen estaba en brailler, debía leer las preguntas con mis manos y responderlas también con mis manos, por lo que no alcancé a contestarlas todas. Sin embargo, lo positivo es que, por primera vez se me dio la oportunidad de participar en un período de selección como todos los demás.

En la actualidad estoy postulando a cuatro trabajos: uno para abogado asesor, dos para ayudante de fiscal, y el último para ser abogado de reparación en el Centro de Víctimas de Delitos Violentos en Rancagua.

Ser ciega no implica tener menos capacidades intelectuales que el resto. Eso es lo que quisiera que la sociedad entienda. No buscamos dar lástima, sino que sencillamente queremos que se abran oportunidades, las mismas que tiene usted que puede ver.

*Carmen Gloria Solís es abogada y profesora ayudante de la Universidad Central.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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