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HidroAysén y el ‘efecto farmacias’

En el caso del rubro energético, la sociedad conformada por Endesa y Colbún, que aspira a concentrar más del 80% de la generación del Sistema Interconectado Central (SIC) mediante su proyecto HidroAysén, se esmera en actualizar estrategias de promoción a partir de argumentos extraños, equívocos…


Por Sara Larraín

 

Las secuelas de la concentración económica en Chile no son tema de debate en nuestra prensa. El escándalo derivado de la colusión de las farmacias Ahumada, Cruz Verde y Salco-Brand (que dominan el 90% del sector) abrió una ventana al respecto, pero la prensa local – ideologizada por los avisadores y condescendiente con los grandes intereses- tiende a mantener el foco de atención en problemas muchas veces ficticios.

Así, el debate ha restringido el acceso a los perjuicios de otros tantos mercados concentrados o monopolizados. En el caso del rubro energético, la sociedad conformada por Endesa y Colbún, que aspira a concentrar más del 80% de la generación del Sistema Interconectado Central (SIC) mediante su proyecto HidroAysén, se esmera en actualizar estrategias de promoción a partir de argumentos extraños, equívocos y tendenciosos, y nada dice de los efectos que podría implicar su dominio del mercado frente a otras tecnologías energéticas menos invasivas.

Por estos días, ambas firmas buscan situar su proyecto (5 mega represas en la Patagonia chilena) como «solución al cambio climático». Así, el representante ejecutivo de la iniciativa Hernán Salazar nos dice que «negarse a aprovechar las posibilidades que ofrece la opción hidroeléctrica es cerrar la puerta a la independencia y seguridad energética, obligarse a utilizar energías menos limpias y seguir contribuyendo al calentamiento global».

La oferta, sin embargo, está basada sobre un análisis parcial y unidireccional del costo/beneficio de HidroAysén. Primero, aducen las elevadas emisiones de dióxido de carbono (CO2) de Chile para decir que el proyecto podría reemplazar «las emisiones equivalentes a 7 centrales térmicas». Pero Endesa y Colbún no informan que hoy están construyendo proyectos a carbón, y planifican varios más para el futuro. Por supuesto, desde la sociedad civil organizada optamos por asumir una posición más sincera: el aporte estimado del proyecto es menor que el actual portafolio eólico, mini hidráulico, geotérmico y de biomasa, o igual al potencial de eficiencia energética del país. Por eso es una iniciativa innecesaria.

Pero la arremetida de ambas firmas no se queda ahí. Luego comparan la emisión directa de CO2 de una termoeléctrica a carbón versus una mega represa, para convencernos de las «bondades» de esta opción ante los imperativos del cambio climático. El análisis, nuevamente parcial y unidireccional, no considera el ciclo de vida completo de la mega represa, que sí emite menos CO2, pero aporta otros gases de efecto invernadero, como el metano (20 veces más dañino que el CO2).

Lo más importante es que esta opción puede generar mayor deforestación y cambio de uso de suelo, los mayores catalizadores de cambio climático en América Latina, según el PNUD. La degradación de cuencas, aguas arriba y abajo, también dificulta la adaptación al cambio climático.

Igual de engañoso es afirmar que este proyecto contribuirá «a diversificar la matriz energética». Si nuestro país cede a la tentación de concentrar nuevamente la generación en la opción hidro, quedaremos en situación de mayor vulnerabilidad, debido a la reducción de precipitaciones y de almacenamiento nival que trae el cambio climático. Si estas firmas consiguen la aprobación para su negocio, concentrarían, como sabemos, más del 80% de la generación del SIC, lo que las dejará en posición dominante para lesionar la competencia y el ingreso al mercado de fuentes que sí internalizan costos socio-ambientales.

Sin importar la renovación de estrategias discursivas por parte de las citadas empresas, los ciudadanos debemos mantenernos fieles a una visión compleja del desarrollo energético de Chile. Este debe incluir ordenamiento territorial y gestión integrada de cuencas, y evitar la entrega de subsidios de facto en perjuicio de otros sectores económicos (como turismo y agricultura), del patrimonio natural y de la competitividad de las Energías Renovables No Convencionales.

 

*Sara Larraín es Directora del Programa Chile Sustentable.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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