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Copenhague: de la decepción al optimismo

Copenhague: de la decepción al optimismo

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Ximena Abogabir
Por : Ximena Abogabir Integrante del Directorio, Fundación Casa de la Paz y Miembro del Panel de Acceso a la Información del Banco Interamericano de Desarrollo - BID
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Si bien Copenhague decepcionó en materia de anuncios y medidas, nos debe dejar optimistas ante la evidencia de un cambio de mentalidad planetario que viene desde las bases y que, tarde o temprano, se impondrá en las cúpulas.


Si los líderes políticos del mundo hubieran firmado en Copenhague un acuerdo contrario a los intereses de sus propios electores, la especie humana habría dado un salto evolutivo en su conciencia y demostrado que es capaz de poner el bien común por sobre sus intereses individuales, cosa que otras especies sí son capaces de hacer.

Lamentablemente esta vez no ocurrió y las dos grandes potencias –China y Estados Unidos- fueron incapaces de alcanzar una posición compartida que permitiese a la humanidad un suspiro de alivio.

A pesar de lo anterior, hay buenas noticias. En primer lugar, millones de personas “despertaron” a la crisis climática, cuya confirmación no sólo viene del mundo científico sino que ya es parte de nuestras vidas cotidianas (¿recuerdan las nieves eternas de la cordillera de Los Andes?). Las nuevas tecnologías de comunicación jugaron un rol importante. Con un simple clic se gestó un poderoso movimiento ciudadano global en contra de la amenaza que representa el cambio climático. Un diverso grupo de personas -científicos, defensores de los derechos humanos, jóvenes, ambientalistas- se unieron para presionar por un acuerdo de esperanza y justicia. Se calcula que 15 millones de voces se elevaron clamando por un acuerdo efectivo y que más de 3000 las vigilias hicieron eco de esta demanda alrededor del planeta. El mensaje resonó fuerte y claro: el asunto no ha terminado. La discusión recién comienza.

Si bien Copenhague decepcionó en materia de anuncios y medidas, nos debe dejar optimistas ante la evidencia de un cambio de mentalidad planetario que viene desde las bases y que, tarde o temprano, se impondrá en las cúpulas.

Sorprendentemente, algunos líderes políticos también levantaron la voz invitando a la acción ciudadana. El primer ministro británico Gordon Brown hizo un apasionado llamado a un último esfuerzo mundial, declarando que el impacto sería crucial. El premio Nobel Desmond Tutu también se dirigió al mundo proclamando: “nos manifestamos en Berlín y el muro cayó; nos manifestamos por Sudáfrica y el apartheid cayó; nos hemos manifestado en Copenhague y conseguiremos un acuerdo real”.

Por su parte, nuestra ministra del Medio Ambiente, Ana Lya Uriarte, jefa de la delegación chilena, sostuvo que, pese a que aportamos un 0,2% de las emisiones totales, Chile desea entregar un testimonio de esfuerzo, como país en vías de desarrollo, señalando su disposición a reducir nuestras emisiones de CO2 en un 20% al año 2020, con recursos propios.

Las voces que claman por una acción concertada en el ámbito internacional en defensa de la estabilidad climática no sólo continuarán elevándose en manifestaciones públicas, sino que se transformarán en opciones responsables de consumo, incorporando la huella de CO2 entre los criterios de sus decisiones de compra. Este mensaje será recogido rápidamente por el sector privado, lo que posiblemente constituya el incentivo más importante para descarbonizar las economías.

Si bien Copenhague decepcionó en materia de anuncios y medidas, nos debe dejar optimistas ante la evidencia de un cambio de mentalidad planetario que viene desde las bases y que, tarde o temprano, se impondrá en las cúpulas.  Un ejemplo pequeño y lejano lo acabamos de dar en Chile, donde el concurso “Innovando con Energía” -impulsado por Fundación Casa de la Paz y Transelec-, logró movilizar a una gran cantidad de personas de todo el país en torno a la búsqueda de soluciones efectivas de ahorro de energía y agua, así como para la gestión de los residuos sólidos en el hogar. En un hecho sin precedentes para este tipo de concursos, fueron recibidas 126 propuestas que no hacen más que expresar con toda fuerza una conciencia que, cada día más, adquiere la forma de exigencia.

Todo ello nos permite presagiar que finalmente primará la cordura. De modo contrario, estaríamos dejando a nuestros hijos y nietos una pesada mochila, como testimonio de una inimaginable injusticia generacional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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