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¿Es TVN el canal de todos los chilenos?


Por Enzo Abbagliati

Por lo ocurrido con la transmisión de los partidos del Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010, la respuesta debiera ser no.

La historia es sencilla. TVN adquirió los derechos para transmitir en Chile el Mundial pero en atención al alto costo, que según se indicó triplicó el valor del Mundial de Alemania 2006, para financiar la operación decidió el año pasado vender parte del paquete a DirectTV, operador de televisión pagada, que sí transmitiría la totalidad de los partidos a sus abonados. A su vez, los partidos que TVN no transmitiera en su señal abierta, serían emitidos con un leve diferido en su señal en Internet. Todo esto es público desde noviembre de 2009 y de esa fecha en adelante, DirectTV se promocionó como el único medio que transmitiría por TV en Chile todos los partidos.

Ahora, con el Mundial entrando en su fase final, estalla la indignación de los hinchas. En la redes sociales, el reclamo contra TVN es intenso, y crece a medida que partidos de alto calibre futbolístico, como el duelo entre Inglaterra y Alemania de octavos de final, no son transmitidos. Una de las páginas del canal en Facebook se llena de insultos; en Twitter, la burla es permanente e incluso surgen cuentas con el único fin de reirse del canal. Uno de los sitios de TVN es hackeado. Es la pasión desatada del pueblo futbolístico, en un país como el nuestro, para cuya inmensa mayoría deporte es sinónimo de fútbol y que cada cuatro años vive el Mundial como el creyente una epifanía. Y si Chile está en la cancha, el éxtasis religioso alcanza cimas mayores.

Pero más allá de la reacción de los usuarios de las redes sociales -que representan el malestar general de la ciudadanía, pero que muchos de los cuales podrían usar la señal Internet de TVN como alternativa-, lo que me llama la atención de la medida de vender parte de los derechos de transmisión, es la lógica segregadora que implica. Una lógica escasamente mencionada por los furibundos hinchas.

La ley que norma a TVN es clara. El canal debe operar como un canal privado, no obstante las máximas autoridades (su Presidente y el Directorio) sean nombrados por el Gobierno, en acuerdo con el Congreso. Tiene un mandato de autofinanciarse y compite con las otras señales de TV abierta en Chile con las mismas reglas de mercado. Y desde esa mirada, no le ha ido mal. Todo lo contrario: es hoy el principal canal de televisión chilena, con todo lo bueno y lo malo que ello significa en una valoración de conjunto de nuestra televisión.

Entender a TVN como un canal de televisión pública, bajo los estándares que uno ve a la BBC, Televisión Española, la RAI o la Canadian Broadcasting Corporation (CBC), es crear, de antemano, expectativas irreales sobre su deber ser.

Sin embargo, TVN juega con la ambigüedad en este ámbito. Son innumerables las veces en que hemos escuchado a los presidentes de sus directorios o a sus directores ejecutivos hablar del «exitoso modelo de televisión pública de calidad y autosustentable» que TVN ha construido en estos años. Una empresa del Estado que no depende del presupuesto fiscal y que se financia con sus ingresos. Una canal de televisión que no requiere de los impuestos de nosotros pero es, finalmente, «el canal de todos los chilenos». O así, por lo menos, repite machaconamente su slogan.

Sin embargo, en esta pasada, algunos chilenos quedaron fuera. Los millones de compatriotas que no tienen suficientes recursos para contar con acceso a Internet de calidad en sus domicilios o para abonarse a DirectTV, recibieron un servicio de segunda calidad -cuando lo recibieron- respecto de aquellos otros que tenemos acceso a una o a las dos opciones alternativas. Millones de personas que nunca vieron algunos partidos de este Mundial y otros los pudieron presenciar en diferido, horas después de ocurridos.

Y eso es segregación provocada por el Estado. Una segregación basada en la desigual distribución del ingreso: el Mundial lo ve completo y en directo quien puede pagar por ello. Se podrá argumentar, como hizo el canal, que era la única manera de que no fuera un mal negocio para TVN. Sí, es cierto contablemente. Pero este Mundial es ya un mal negocio desde el punto de vista de su responsabilidad social, al dejar en evidencia que para TVN los números son prioritarios frente a su rol social que, insisto, en la ley bajo la que se rige no está definido y queda, por tanto, al arbitrio de sus autoridades.

Cabe hacer varias preguntas. Si el negocio era tan costoso y TVN no tenía, aparentemente, capacidad de ofrecer en su señal abierta todos los encuentros, ¿no hubiera sido más razonable haber compartido los derechos con otra señal abierta, como en mundiales anteriores? O si aún así no era sustentable, y ante la imposibilidad de asegurar el acceso a todos el país, ¿no hubiera sido más responsable no adquirir los derechos y que otro canal hubiera transmitido el Mundial? ¿Debe un Canal que es empresa del Estado asegurar la transmisión gratuita de todos los partidos o sólo los de nuestra Selección? ¿Debe un canal del Estado pagar por transmitir una actividad privada -que eso es finalmente el Mundial- por muy popular que sea?

Esta, en el fondo, no es una conversación sobre fútbol e hinchas/televidentes despechados. Es una conversación sobre televisión pública y equidad, y responder a la pregunta de si es TVN el canal de todos los chilenos va más allá de la final del Mundial.

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