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Los conservadores

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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Debe haber pocos conceptos tan desprestigiadas en nuestro país como  “conservador”. Es una categoría que se ha transformado en sinónimo de retrogrado, intolerante, déficit democrático y una no menor ramplonería intelectual. Creo que ese prestigio se basa en la ignorancia sobre el contenido del vocablo, promovida por sus mismos defensores.

Quienes lo esgrimen  en nuestros medios de comunicación y también en la arena política, no pocas veces lo hacen desde una posición de tradicionalismo reaccionario. Generan la idea de que “ser conservador” es sinónimo de negar los avances de la modernidad, creer que los valores poseen una forma platónica a-histórica, una actitud de posesión absoluta de la verdad y un temor, a ratos casi pavor, al cambio y las transformaciones.

Si bien el conservadurismo implica,  como lo señala Oakeshott, una desconfianza hacia el cambio por el cambio, se basa principalmente en el escepticismo sobre la posibilidad de asentar verdades como absolutas, tanto desde la sola razón como desde la revelación metafísica. Es por eso que sus raíces se encuentran en un pensador como Hume.

Barry Goldwater en los Estados Unidos, fue de los primeros en ver el efecto nefasto de la llamada derecha religiosa para el conservadurismo. A su juicio, el ser conservador se basa en la defensa del derecho de cada individuo  a vivir de acuerdo a su parecer. Eso lo llevó  a decir: “I do not have any respect for the Religious Right”. También veía un posible desprestigio sobre la misma imagen de “ser religioso”.

[cita]En nuestro país, el “ser conservador” se encuentra menoscabado por sus propios defensores. Lo han transformado en sinónimo de anti-liberal, moralizador dogmático y fundamentalismo.[/cita]

Una de las mentes más lúcidas de la filosofía del siglo XX, G.H.von Wright, en el “Mito del Progreso” partirá indicando que es un libro del gusto sólo de intelectuales de izquierda y mentes conservadoras. Obviamente, no refería a quienes andan por la vida con actitud de escandalizados sino a quienes poseen una sensibilidad crítica hacia lo que se asume como obvio en el liberalismo económico y político. Es un conservadurismo que se entrecruza con los proyectos de la Escuela de Frankfurt representada por un Adorno.

El conservadurismo ha sido exitoso en generar movimientos culturales, desde la llamada Revolución Conservadora en Alemania, pasando por autores como D.H.Lawrence, Dostoyevsky,  la antropología de Gehlen,  filósofos como Oakeshott, Marquard e inclusive Gadamer.  Todos ellos tienen en común una actitud “conservadora” de rechazar el economicismo ordinario, el positivismo científico, el materialismo social, y un excesivo individualismo.

En nuestro país, el “ser conservador” se encuentra menoscabado por sus propios defensores. Lo han transformado en sinónimo de anti-liberal, moralizador dogmático y fundamentalismo. A eso le asignan el nombre de “hombres de principios”. Es una pena lo que le ha hecho a un concepto ligado al Romanticismo, la crítica literaria, al arte y la hermenéutica. “Conservador” está siendo víctima de la pobreza argumentativa, como lo ha sido Sto. Tomás de Aquino. No hay peor enemigo que “los seguidores”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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