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La letra chica detrás de las cifras de empleo

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Marco Kremerman y Alexander Páez
Por : Marco Kremerman y Alexander Páez Investigadores de la Fundación SOL
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Sólo el 22% de la población en edad de trabajar tiene un empleo con plena inserción, con contrato formal, laboral, indefinido y protegido.


Hace días, el INE publicó las cifras de empleo correspondientes al trimestre móvil diciembre 2010-febrero 2011. La tasa de desempleo se mantuvo en 7,3% y no hubo variación estadísticamente significativa en los ocupados con respecto al trimestre móvil anterior, pero se observó aumento en el empleo asalariado y disminución en el trabajo por cuenta propia. Esta noticia se ha juntado con el resultado del IMACEC de febrero de 2011, que registró un aumento en la actividad económica de 7,2% a 12 meses y se proyecta que la economía durante el primer trimestre de este año crezca en torno al 9%.

El producto comunicacional que nos ofrecen las autoridades de Gobierno es el siguiente: el desempleo ha bajado ostensiblemente, ya se han creado cerca de 480 mil empleos en lo que va de esta administración, se comienza a revertir la tendencia de los meses pasados y ahora es el empleo asalariado el que lleva la batuta y la economía ha recuperado la senda del crecimiento robusto.

El déficit político que existe actualmente en Chile sólo ha permitido que existan tibias reacciones críticas ante las grandes cifras que presenta el Gobierno. Desde las trincheras de los ex asesores y funcionarios de Hacienda le discuten a la Ministra del Trabajo que tal creación de empleos (478 mil), es al menos cuestionable, ya que por el cambio de la antigua encuesta de empleo a la nueva, se ha producido un efecto metodológico que permite que más personas sean registradas como ocupadas.

[cita] Sólo el 22% de la población en edad de trabajar tiene un empleo con plena inserción, con contrato formal, laboral, indefinido y protegido.[/cita]

Por otro lado, recientemente en su Informe de Política Monetaria (IPOM), el Banco Central se refirió a los resultados arrojados por la Nueva Encuesta de Empleo (NENE) y específicamente comenta que “un análisis a priori de la nueva encuesta lleva a formular la hipótesis de que un mayor número de personas podría calificar como ocupado en comparación con la anterior, especialmente en aquellos grupos que realizan trabajos parciales y menos formales” (Pág 26, IPOM de Marzo 2011).

No obstante estas salvadades y apreciaciones metodológicas, nadie se refiere a la calidad del empleo en Chile. El Gobierno evita este debate o lo da por terminado rápidamente al celebrar que se están creando más empleos asalariados y los partidos de la Concertación y sus técnicos no dicen nada o sólo se concentran en bombardear la promesa del presidente Piñera del millón de empleo, cuestionando la supuesta creación de empleos.

Nadie quiere debatir acerca de los problemas estructurales del trabajo en Chile. No es parte de la agenda del gobierno y los expertos y ex funcionarios de Hacienda de las administraciones pasadas tampoco tienen incentivos a entrar en este debate porque los llevaría a cuestionar su propia gestión.

Existe un limitado y consensuado marco analítico sobre el “mercado laboral”, el cual gobierna transversalmente tanto analistas oficialistas como de oposición. Este marco analítico, está bajo la orden de un sentido interpretativo que lo antecede: la estabilidad macroeconómica de los sectores económicos dinámicos.

El marco analítico según ello vendría a ser, como todo modelo económico clásico, desocupación y actividad económica, elasticidad de salarios, participación económica, demanda, consumo, etc. Su relación está mediada por modelizaciones estadísticas mecánicas, las cuales hacen las veces de una suerte de carta de navegación, tanto política como económica.

Quienes utilizan este marco analítico lo suponen, no lo ponen a prueba, no lo critican, se hace puro mecanismo en su incapacidad de observar algún fenómeno, en última instancia incapaz de dar cuenta de la realidad. Es muy capaz para dar cuenta de lo mismo que ya está propuesto, para decir de forma certera y modelizada algo que ya poco significa, o que por lo menos ignora realidades.

Lo cierto es que el producto político que promociona las cifras de empleo en Chile viene con letra chica, una vez más.

Las particulares características del modelo de desarrollo chileno y sus problemas estructurales, nos obligan a revisar otro tipo de indicadores, ya que cuando crece el PIB, se benefician principalmente los grupos más privilegiados de la sociedad y que tienen mayores cuotas de poder. En Chile, mayor crecimiento económico o una menor tasa de desempleo oficial, no asegura mejores condiciones de vida para todos sus habitantes. Los aspectos cualitativos pasan a ser fundamentales, tal como se puede observar en la discusión que están llevando a nivel mundial los Premios Nobel de Economía Joseph Stiglitz y Amartya Sen (muy poco considerados en nuestro país naturalmente).

La letra chica, esta vez, llegó para quedarse y por ello la Fundación SOL ha elaborado tres indicadores alternativos para monitorear los vaivenes del mundo del trabajo: el “Índice de Empleo Protegido” (IEP), el “Indicador de Inserción Laboral” (IIL) y la “Tasa de Desempleo Integral” (TDI).

Para empezar y develar el contenido de la letra chica, se puede decir que, a pesar de que se registra una variación de los ocupados de 478 mil entre el trimestre enero-marzo 2010 y diciembre-febrero 2011, se entrega evidencia de que el 43% de esta cifra son trabajos “por cuenta propia”, “personal de servicio doméstico”, “familiar no remunerado”, o empleadores de microempresas de menos de 5 personas, es decir, que no están vinculados necesariamente a políticas o planes de empleo del gobierno y que no están cubiertos por los sistemas de protección clásicos del trabajo.

El inciso segundo de la letra chica, nos dice lo siguiente: a la hora de analizar el trabajo asalariado, nos damos cuenta que el 62% de la variación de los ocupados asalariados corresponde a la modalidad de subcontratación, servicios transitorios y suministro de personal y enganchadores, lo cual es una señal de mayor precarización e inestabilidad en el mundo del trabajo.

Sin embargo, las autoridades podrían insistir que el empleo asalariado tercerizado o el trabajo por cuenta propia entre los profesionales, no necesariamente es un empleo de mala calidad. Las cifras nos dice que en relación a lo primero no hay evidencia y con respecto a lo segundo, lamentablemente la mayoría de la variación de lo ocupados por cuenta propia corresponde a trabajadores de menor calificación. No obstante, y para ser aún más exigentes, pasemos a un análisis más estructural.

Vamos al inciso tercero de la letra chica: De acuerdo a los datos para el trimestre diciembre-febrero 2011, el “Índice de Empleo Protegido”, nos dice que a nivel nacional, sólo un 58,3% de los asalariados presentan un empleo protegido, vale decir, con contrato escrito, indefinido, liquidación de sueldo y cotizaciones para pensión, salud y seguro de desempleo. Si extrapolamos los datos de la Encuesta CASEN 2009 para incorporar la variable ingresos, se concluye que un 75% de los empleos asalariados no están protegidos y/o no superan un ingreso mensual de $ 300 mil (menos de dos salarios mínimos).

El inciso cuarto de la letra chica dice lo siguiente: un 22% de los ocupados (1.206.000 personas) son falsos asalariados o asalariados independientes ¿cómo es eso?, simple; la quinta parte de los ocupados son trabajadores que están bajo una subordinación fáctica en su lugar de trabajo pero contratados sin estar sujetos a dependencia económica, a un contrato laboral. Sin embargo estos asalariados son “contabilizados” al interior de la población que está “formalizada y protegida” laboralmente dentro de las entregas trimestrales del gobierno. En resumen, se concluye que actualmente en Chile un trabajo registrado como asalariado no está asegurando mejores condiciones en cuanto a protección, estabilidad e ingresos.

Observando el inciso quinto, nos encontramos con esto: al analizar con mayor profundidad las características específicas de los empleos (ocupados) en el trimestre diciembre 2010-febrero 2011, se descubre una realidad muy poco alentadora y que amenaza la profundización de la democracia y la posibilidad de alcanzar en un mediano plazo el desarrollo: Más de 6 millones de personas presentan serios problemas de inserción laboral, de acuerdo al “Indicador de Inserción Laboral”.

Sólo el 22% de la población en edad de trabajar tiene un empleo con plena inserción, con contrato formal, laboral, indefinido y protegido. El 32% de la población en edad de trabajar no intenta alguna actividad para lograr insertarse plenamente al mercado laboral, sólo esa población ha dicho “no he buscado ni estoy disponible”. El 45% restante (6 millones de personas) presiona, intenta, lucha, se explota, estudia, compite por una inserción plena en la producción de la riqueza que sólo logra una quinta parte de la población.

Finalmente, el inciso sexto nos dice que: al calcular la “Tasa de Desempleo Integral” se contabilizan casi un millón de personas desempleadas en Chile. Al incluir el desempleo oculto y el desempleo por subempleo, los desocupados aumentan en un 71% y la tasa de desempleo se sitúa en un 11,9%, mucho más del 7,3% registrado por el Gobierno. Además, indica que son las mujeres las que se han incorporado más precariamente a la fuerza de trabajo y que la recuperación en las regiones más afectadas por el terremoto y tsunami (Maule, Bío-Bío y Araucanía), se basa fundamentalmente en mayor subempleo.

Todos datos de un instrumento oficial y público. Sin embargo, ocultados por la ceguera de un modelo que se interpreta a sí mismo y por lo tanto ya no interpreta nada. ¿Qué decían sobre el 7,3% y el millón de empleo?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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