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El efecto Mónica Madariaga en la derecha educativa

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Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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El “efecto Mónica Madariaga” es aplicable hoy –no hay dudas- a Lily Pérez, maltratada públicamente por toda la derecha que tiene entre sus sacramentales el lucro en educación, o como dicen ellos la “iniciativa privada”, el “emprendimiento individual”, la “innovación” y el “liderazgo” de proyectos educativos con RSE. ¡Qué digo sacramentales!, debí decir “auto sacramentales” por todo el histrionismo, entre la histeria y el pánico, desplegado en las últimas semanas por la derecha.


Nadie puede negar que el caso de Mónica Madariaga es único en la historia de la política chilena. No era una mujer fácil de entender, comprender o aceptar siquiera.

Su paso por el Ministerio de Educación en plena Dictadura causó una de las controversias más importantes y serias en la historia de la derecha educativa chilena, al interior de su jaula dogmática y en el centro de uno de sus núcleos basales de dominación y penetración social.

Nada personal por cierto, pues esta mujer era sin duda una mujer de principios, nos gusten o no sus principios. Cuando en política se tenía que ser pragmáticos, como eran los tiempos de la dictadura de Pinochet, ella se dejó llevar las más de las veces por sus principios.

Cuando corría el año 1983, esta mujer, a la sazón Ministra de Educación, causó uno de los descalabros más importantes en uno de los proyectos fundamentales de la neoliberalización en la educación chilena, como lo es, el proyecto del año 1981 destinado a la transformación de la educación superior.

Nada personal digo. No se trata de que ella tuviese una animadversión en contra de las personalidades de aquellos que estaban transformando el país de forma radical desde el punto de vista de Chicago. Y que tenían entre sus romas manos a la educación, por cierto.

La prueba está en que fue ella, motu propio, quien en el mismo año 1983, abogó, auspició, presionó para que se le otorgase la beca Presidente de la República de por vida, es decir, desde los estudios básicos hasta los superiores, a todos –sí a todos- los hermanos Kast, que a la sazón habían sufrido la muerte de su padre Miguel Kast. Este último, como se sabe, demiurgo de las transformaciones neoliberalizantes en el país y demiurgo del enmascaramiento social de dichas transformaciones.

Mónica Madariaga sabía distinguir en ese sentido. Pero demostró en 1983 que en Chile no se puede ser un político de principios propios. Y menos una mujer política de principios propios. Y menos una mujer política que tenga principios propios en educación. Y menos, repito, en la dictadura del capitán general Augusto Pinochet.

Muchos de ustedes estarán pensando de inmediato en Patricia Matte como contra ejemplo. Mal ejemplo, pero dejemos para otra ocasión el tema de la relación entre dinero, culpa cristiana, y solidaridad. Obviamente, también estarán pensando en Michelle Bachelet, pero también es mal ejemplo. Fue en las manos de su gobierno, con una Ministra absolutamente en contra del lucro (mujer, política y de principios) como lo es Yasna Provoste, que la “revolución pingüina” se aguó y embriagó con los peores zumos de neoliberalismo.

[cita]Entre el marasmo de principios cívicos en educación, hemos tenido en la historia de Chile, mujeres que han sabido enrostrarle al poder sus cegueras. En su minuto fue Mónica Madariaga. En su minuto fue Michelle Bachelet. En su medio minuto fue Yasna Provoste. Hoy, y lo digo muy sinceramente y sin sorna, es el minuto de Lily Pérez.[/cita]

El “efecto Mónica Madariaga” es aplicable hoy –no hay dudas- a Lily Pérez, maltratada públicamente por toda la derecha que tiene entre sus sacramentales el lucro en educación, o como dicen ellos la “iniciativa privada”, el “emprendimiento individual”, la “innovación” y el “liderazgo” de proyectos educativos con RSE. ¡Qué digo sacramentales!, debí decir “auto sacramentales” por todo el histrionismo, entre la histeria y el pánico, desplegado en las últimas semanas por la derecha.

Mónica Madariaga en abril del año 1983 se dio cuenta rápidamente que las leyes de 1981 que transformaron a la educación superior en lo que hoy es, con todos sus efectos perversos, estaban equivocadas. Debían de ser reemplazadas por completo. El mismo abril creó una comisión secreta, llamada por ella “ad hoc”, y desarrolló un ante-proyecto, también secreto, respecto a todas las transformaciones pertinentes para una nueva reestructuración.

El famoso anteproyecto lo entregó a fines de Agosto a todos los rectores de las universidades chilenas, todos militares por cierto, y ninguno experto en educación. Obviamente éstos socializaron, muy privadamente, el anteproyecto. Tan privadamente que El Mercurio se enteró.

El efecto fue terrible para ella. Sufrió en carne propia lo que significa estar atrapada entre sus principios y los principios de la Escuela de Chicago y el derechismo educativo chileno. Fue maltratada públicamente por todos. Hasta el Obispo Oviedo Cavada le envió una carta de preocupación, no por ella por cierto, por el proyecto, a la que ella respondió en su tono característico.

Fue tildada ella y su proyecto como un intento de hacer una verdadera “ENU universitaria”, que lesionaba la autonomía de las universidades, que se trataba de una “legislación de guerra”, y algunos llegaron a decir que era “tan absurda que resultaba difícil decidir por dónde había que comenzar a criticarla”, en suma, dijeron que las leyes que trataba de impulsar la Ministra pretendían  “eliminar de un soplo la libertad”.

Tanta fue la presión que a principios de Octubre, en Temuco, le anunció a los rectores que retiraba el proyecto. Lo que fue muy aplaudido por todos, fue un “alivio comprender que el asunto quedaba enterrado”, dijeron los sabios rectores. Sin embargo, no contentos con eso, El Mercurio publicó sendas reflexiones y entrevistas para rematar lo equivocada que estaba la Ministra.

Hoy Lily Pérez está sufriendo del mismo efecto Madariaga. No puede seguir el sentido común y menos sus principios que le dicen que el tema de la educación no es propio del mercado y su supuesta libertad, sino uno público, republicano y propio de las democracias. Lo tiene vedado.

Por estar en contra del lucro en educación, Lily Pérez es hoy maltratada públicamente por sus propios correligionarios. “Lo de Lily Pérez es grave”, dijo Carlos Larraín presidente de su mismo partido político RN; y agregó, “Alberto Espina ha producido un documento que fue aprobado por la unanimidad de la Comisión Política, donde se deja en claro que la libertad de enseñanza se vincula con la posibilidad de abrir y mantener escuelas por cualquier ciudadano chileno, dentro de la moral y buenas costumbres, ésa es una roca inamovible, y no nos vamos a apartar”.

¿Qué le están diciendo a Lily Pérez?

Y remata Carlos Larraín, con una sorna que rayó en la mala educación, diciendo: “ella quisiera que la educación fuera de mejor calidad, que nadie gane dinero con la educación y que la conduzcan seres espirituales, y eso no se da, sobre todo en tiempos en que la religión ha tenido retrocesos”.

¿Acaso la mofa es propia de gente educada?

Es Lily Pérez víctima del efecto Madariaga.

Entiéndase bien, no es que esté haciendo una apología de Mónica Madariaga y menos de Lily Pérez. Lo que sucede es que contra quien sea el derechismo educativo será implacable, como implacable fueron antaño con Mónica Madariaga, prima, ni más ni menos, del mismísimo dictador.

En fin. Entre el marasmo de principios cívicos en educación, hemos tenido en la historia de Chile, mujeres que han sabido enrostrarle al poder sus cegueras. En su minuto fue Mónica Madariaga. En su minuto fue Michelle Bachelet. En su medio minuto fue Yasna Provoste. Hoy, y lo digo muy sinceramente y sin sorna, es el minuto de Lily Pérez.

Pero dada la historia, en todo caso, soy un pesimista de Lily Pérez. Será víctima del efecto Madariaga y bajará su postura en la hora nona del voto en el Senado.

En este caso se volverá a reproducir lo que el conservador Robert Conquest (poeta e historiador) llamaba con cinismo la primera de las leyes de la política: “Todo el mundo es de derechas con aquello que mejor se le da”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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