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Arica: una fiesta conocida

Vlado Mirosevic
Por : Vlado Mirosevic Diputado Partido Liberal de Chile
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A los ariqueños nos emociona cantar nuestro himno de la ciudad en cualquier parte del mundo donde nos encontremos, y nos enorgullece cuando uno de los nuestros triunfa como Américo o Manuel García. Sin embargo, lo cierto es que somos todos responsables de tener dos alcaldes seguidos que han sido destituidos en juicios por corrupción, con gran impacto mediático. De esto no podemos echarle la culpa a Iquique o a Santiago.


Soy ariqueño. Nací, me crié y tengo gran parte de mi familia en Arica. Fui dirigente estudiantil, director de una fundación y un diario en la ciudad. Conozco bien su tejido social, sus anhelos, sus dolores de guata y su decadente clase política.

La noticia que sorprendió al país con la detención del alcalde Sankán y de la mayoría del Concejo Municipal, no fue tan sorpresiva en la ciudad fronteriza. La fiesta era conocida. Lo cierto es que la crisis es profunda en cuanto a malas prácticas: nepotismo generalizado en elección a los COREs, control del Estado por trenzas políticas y colusión transversal (desde el PC a la UDI) de un grupo de políticos y empresarios para defraudar al fisco.

Los problemas comenzaron a ser evidentes hace unos años con la inhabilitación del ex alcalde Carlos Valcarce (RN), quien estuvo obligado a dejar la Municipalidad antes de terminar su mandato. A Valcarce y otros empresarios se les vio en el banquillo de los tribunales, tal como las imágenes de TV que todo Chile vio esta semana, y en el 2008 se les comprobaron delitos de fraude al fisco.

[cita]A los ariqueños nos emociona cantar nuestro himno de la ciudad en cualquier parte del mundo donde nos encontremos, y nos enorgullece cuando uno de los nuestros triunfa como Américo o Manuel García. Sin embargo, lo cierto es que somos todos responsables de tener dos alcaldes seguidos que han sido destituidos en juicios por corrupción, con gran impacto mediático. De esto no podemos echarle la culpa a Iquique o a Santiago.[/cita]

En aquella oportunidad Valcarce fue reemplazado en el puesto por el concejal PPD Waldo Sankán, quien ganó el puesto de alcalde suplente gracias a una sospechosa mayoría de votos de izquierda a derecha, con algunos de los que hoy son investigados por la justicia. Sankán aprovechó los meses de suplencia en el sillón edilicio para ganar la elección de octubre.

Luego de la elección, fue el turno de que los concejales eligieran a los Consejeros Regionales. La selección fue patética y se produjo gran conmoción en la ciudad, ya que la gran mayoría de los COREs fueron parientes directos de los concejales. El nepotismo fue tal que hasta la señora del Alcalde fue nominada.

Pero esta investigación no es la primera que lleva al Alcalde Sankán a estar frente a frente con la justicia. Sankán había sido destituido hace un par de meses atrás, debido a otro juicio que investigan los tribunales de Iquique en su contra, por el delito de estafa en un proyecto con la CONADI en el 2004.

Para los ariqueños que hemos combatido las malas prácticas, esta investigación judicial nos alegra. La justicia por fin se puso los pantalones. Sin perjuicio de la posibilidad que alguno de la decena de imputados sea comprobado inocente al final del proceso, lo cierto es que la asociación ilícita era vox pópuli en la ciudad desde hace años.

Sin embargo, y a pesar del decadente espectáculo que hemos dado como ciudad a todo Chile, creo que peor sería una reacción ciudadana de desapropiación y desentendimiento con lo sucedido, “es un problema de los políticos”. Eso sí que sería otro balde de agua fría.

A los ariqueños nos emociona cantar nuestro himno de la ciudad en cualquier parte del mundo donde nos encontremos, y nos enorgullece cuando uno de los nuestros triunfa como Américo o Manuel García. Sin embargo, lo cierto es que somos todos responsables de tener dos alcaldes seguidos que han sido destituidos en juicios por corrupción, con gran impacto mediático. De esto no podemos echarle la culpa a Iquique o a Santiago. Algo anda mal entre nosotros que debemos revisar y borrar de raíz: nuestra apatía, nuestra resignación y cinismo de que nada puede cambiar. Borrón y cuenta nueva, es hora de preocuparnos de nuestra identidad y de involucrarnos como ciudadanos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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