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Bachelet: cartas de navegación Opinión

Bachelet: cartas de navegación

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Sebastián Kraljevich
Por : Sebastián Kraljevich Consultor y profesor de campañas políticas de la Universidad Católica
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Lo más interesante, es la señal que las cartas entregan respecto de la narrativa con que Bachelet hará su campaña. Acá lo más importante no es lo que las cartas dicen, sino lo que omiten: la palabra “Concertación” no es mencionada ni una sola vez en ambos textos. ¡Bingo! Al menos en el discurso de la propia candidata y de los partidarios que sean disciplinados a la estrategia, Bachelet 2013 no será la candidata de la Concertación, sino de otro grupo de chilenos, distinto, “amplio y ciudadano”.


Ha llegado (otra) carta. En lo que ya es una estrategia, y no una acción aislada, la ex Presidenta Bachelet ha enviado por segunda vez sus palabras a la reunión nacional de un partido político: primero a la Democracia Cristiana, luego al Partido por la Democracia. Ambas cartas, como gestos y como textos, entregan interesantes señales para proyectar el desembarco de la ex Presidenta para asumir su candidatura presidencial.

Desde luego, cada día hay menos dudas respecto del futuro político de Michelle Bachelet. Agotada la fase de guardar silencio sobre cualquier tema de actualidad nacional, muy bien justificada por sus partidarios bajo la “incompatibilidad” de opinar y su posición en ONU Mujer; hoy cada carta representa un paso más hacia el comienzo de su campaña, difícilmente antes del cierre del verano de 2013.

Luego, desde la perspectiva de los contenidos, las cartas también tienen algo que decir. Más generosa en el mensaje a la DC, Bachelet proyectó titulares como “sociedad más igualitaria”, “reforma tributaria”, “nuevos espacios para la participación política de las mujeres” y “cambios profundos al sistema político”. Desde luego son sólo titulares, pero de eso se tratan las elecciones, le guste o no a la élite.

[cita]En buenas cuentas, quien quiera escuchar la palabra “Concertación” durante el año 2013 deberá atender más a las vocerías del oficialismo que a las de Michelle Bachelet. De paso, mientras más demore la derecha en ungir a Golborne, y más larga y rimbombante sea la seguidilla de comisiones políticas, gallitos, pruebas de amor, consejos generales y consejos generales especiales que realicen RN y la UDI antes de elegir su carta más competitiva, más creíble será la narrativa que ya, desde sus cartas de navegación, está instalando la ex Presidenta: “acá la candidata de la ciudadanía, allá el candidato continuista, el de los partidos políticos de la derecha”.[/cita]

De paso, y a propósito de la élite y sus disquisiciones, la amplia popularidad e intención de voto de Michelle Bachelet, debiera llamar a pensar dos veces las tesis que muestran a los chilenos como militantes de la causa del “cambio del modelo”. Sólo un diestrísimo contorsionista del argumento —los hay— lograría encontrar la intersección entre la adhesión a quien gobernó el mismo “modelo” y la voluntad de un cambio radical.

Finalmente, y a mi juicio lo más interesante, es la señal que las cartas entregan respecto de la narrativa con que Bachelet hará su campaña. Acá lo más importante no es lo que las cartas dicen, sino lo que omiten: la palabra “Concertación” no es mencionada ni una sola vez en ambos textos. ¡Bingo! Al menos en el discurso de la propia candidata y de los partidarios que sean disciplinados a la estrategia, Bachelet 2013 no será la candidata de la Concertación, sino de otro grupo de chilenos, distinto, “amplio y ciudadano”.

Ahora, si recordamos que vivimos en un sistema de medios fuertemente alineado con la derecha, resulta evidente que hacer creíble esa narrativa no será un ejercicio fácil. Una primaria para Bachelet sólo tendrá sentido en la medida que sea más amplia que la Concertación, lo que provoca que los precandidatos que se ubiquen fuera de los cuatro partidos de la coalición se vuelvan simbólicamente relevantes, más allá de su nivel de intención de voto.

Lo mismo ocurre con la base de partidos que apoyen el retorno de la ex Presidenta. Ahí será clave la capacidad de visibilizar la presencia del Partido Comunista y su ingreso a una alianza ciudadana diferente a la que gobernó Chile de 1990 a 2010, destacando que por entonces el PC era una fuerza opositora.

El itinerario de instalación también debe estar en sintonía: lo recomendable es que proclamaciones ciudadanas antecedan a las de los partidos, los que se suman a un clamor que es anterior y superior a ellos. Desde luego, el PPD es el candidato número uno a desordenarse y adelantarse en la fila de las proclamaciones, pero no cabe duda que sería mucho mejor para Bachelet que, por ejemplo, sea un movimiento joven y extrapartidario como Revolución Democrática —de conocida intersección con la Fundación Dialoga que la propia Bachelet mantiene— el que inaugure la larga ronda de proclamaciones. Desde luego, no será gratis incorporar adhesiones de organizaciones ciudadanas y líderes de opinión reconocibles y no alineados con la “vieja Concertación”, por lo que el bacheletismo deberá hacer juego de cintura para conceder orientaciones programáticas que hagan viable el ingreso de voces sociales, sectoriales, ecologistas y de derechos civiles a este nuevo arcoíris.

En buenas cuentas, quien quiera escuchar la palabra “Concertación” durante el año 2013 deberá atender más a las vocerías del oficialismo que a las de Michelle Bachelet. De paso, mientras más demore la derecha en ungir a Golborne, y más larga y rimbombante sea la seguidilla de comisiones políticas, gallitos, pruebas de amor, consejos generales y consejos generales especiales que realicen RN y la UDI antes de elegir su carta más competitiva, más creíble será la narrativa que ya, desde sus cartas de navegación, está instalando la ex Presidenta: “acá la candidata de la ciudadanía, allá el candidato continuista, el de los partidos políticos de la derecha”. Si esa es la cancha de la presidencial 2013, es carrera corrida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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