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El triunfo invisible de los estudiantes

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Cristián Cabalín
Por : Cristián Cabalín Académico del Instituto de la Comunicación e Imagen (ICEI) de la Universidad de Chile.
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Ya no basta con recitar los manuales neoliberales, ahora por lo menos deben justificarlos. Y en esa justificación está la posibilidad de disputa, de discusión ideológica, de repolitización. Es ahí donde el movimiento estudiantil provocó un cambio. No sabemos cuál será el resultado, pero, al menos, ya no existe una sola voz.


Preocupado el director ejecutivo de Libertad y Desarrollo, Luis Larraín, publicó hace unos meses una columna en El Mercurio sobre “política y principios”. En el artículo, criticaba al gobierno por estar más concentrado en los sondeos de opinión pública que en las convicciones de la derecha. Para Larraín, su sector estaba perdiendo la batalla de las ideas. Después de los resultados de la encuesta CEP y de la estrategia empleada en los últimos meses por La Moneda, parece que la popularidad ya no importa, pero sí preservar las reglas del modelo. Es decir, el mensaje de Libertad y Desarrollo —que por cierto representa a la UDI— se impuso en la agenda del Ejecutivo.

Dentro de las ideas irrenunciables para la derecha está la “libertad de enseñanza”, que es presentada como la posibilidad de elegir de los padres, pero que sabemos perfectamente esconde el propósito de asegurar que la educación siga siendo un rentable negocio para ciertos grupos. Muchos padres no pueden realmente elegir, pero la trampa retórica del discurso neoliberal es decirnos que sí. La libertad de enseñanza fue establecida en Chile en 1872, para garantizar que los colegios religiosos pudieran existir sin problemas. Sin embargo, el predominio siempre fue público, porque el proyecto educativo era un elemento fundamental para la consolidación del Estado y el posterior desarrollo del país.

[cita]Ya no basta con recitar los manuales neoliberales, ahora por lo menos deben justificarlos. Y en esa justificación está la posibilidad de disputa, de discusión ideológica, de repolitización. Es ahí donde el movimiento estudiantil provocó un cambio. No sabemos cuál será el resultado, pero, al menos, ya no existe una sola voz.[/cita]

Con la irrupción del neoliberalismo, la iniciativa privada en educación fue vista como la receta mágica para disminuir la presencia del Estado y, a la vez, abrir nuevos mercados. Este proceso se justificó en la necesidad de aumentar el “capital humano” del país. El enfoque de capital humano fue desarrollado por economistas de la Universidad de Chicago, que observaron en la educación la herramienta para aumentar la productividad de las personas. Esta visión economicista, puramente instrumental, se impuso también en discurso público sobre educación. Es cuestión de escuchar al ministro Harald Beyer.

Sin embargo, este enfoque no es el único que existe, aunque se esmeren en hacernos creer que no hay discusión al respecto. La filósofa y economista Ingrid Robeyns explica que el modelo de capital humano es el más utilizado en el diseño de las políticas educacionales por su énfasis económico, pero que también es el más criticado. Quienes se oponen a la hegemonía del enfoque de capital humano defienden dos modelos alternativos: el de derechos y el de capacidades. El primero está fundado en el valor intrínseco de la educación y el segundo, en promover el desarrollo integral de las personas durante el proceso educativo, considerándolas no sólo agentes económicos. Ambos modelos expresan la necesidad de extender la comprensión de la educación y abrir el espacio a nuevas ideas.

Y es aquí donde el movimiento estudiantil ha conseguido un triunfo que es necesario destacar. Ya no hay un discurso único en la educación. El debate se ha ampliado. Existe una disputa en el ámbito de la circulación de las ideas, que no tendrá frutos inmediatos, pero que es necesaria para una repolitización del espacio público. Para cualquier proyecto político, es fundamental intervenir el campo cultural y contrarrestar las ideas dominantes.

Hoy, los promotores del neoliberalismo están obligados a ser cada vez más explícitos en sus objetivos, porque ya no existe la creencia de la irreversibilidad del proceso. Esto explica la preocupación del director de Libertad y Desarrollo y la estrategia del ministro Beyer. Muy a su pesar, el modelo no es absoluto y ahora sí acepta cuestionamientos.

“Flexibilidad, eficiencia, medición, pruebas estandarizadas” y todos esos conceptos que antes parecían tan normales en el diseño de las políticas educacionales, hoy necesitan más de una explicación. Ya no basta con recitar los manuales neoliberales, ahora por lo menos deben justificarlos. Y en esa justificación está la posibilidad de disputa, de discusión ideológica, de repolitización. Es ahí donde el movimiento estudiantil provocó un cambio. No sabemos cuál será el resultado, pero, al menos, ya no existe una sola voz.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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