Publicidad

Un Incendio Socialista

La mentalidad general que se ha conformado en las últimas dos décadas es tan socialista que un maestro soldador generó unas chispas que provocaron un pequeño incendio en un pastizal vecino; pero, como él dijo, «apagar el fuego no era responsabilidad mía, sino del personal de seguridad». Y como ese personal no hizo nada, el pequeño incendio se extendió y terminó quemando más de un centenar de viviendas, lo que dejó a igual número de familias privadas de todo lo que tenían. Y el que responderá será el Estado, naturalmente. Es decir, la desidia de una o más personas la pagará, una vez más, el contribuyente.


Así como Napoleón decía que en la mochila de cada uno de sus soldados iba un bastón de mariscal, yo sostengo que en la mente de cada chileno hay una idea socialista germinando para que el Estado les imponga a otros algo, impidiéndoles ser libres, pero obteniendo de todo ello, a la vez, algo para sí. Los diarios están llenos de noticias sobre iniciativas de grupos variados para impedir la instalación de empresas, ejecución de obras, construcciones comerciales, represas y centrales generadoras de energía. Hay un gran sector de connacionales dedicados a buscar cómo impedir que otros hagan cosas que la gente necesita. Por eso nos hemos ido quedando atrás en crecimiento económico en relación, por ejemplo, al Perú, donde lo que un amigo mío empresario llama «la energía satánica» es mucho menor o no ha empezado todavía a predominar, y dónde, siempre pendientes de lo que hace Chile, se dieron cuenta de que la receta de Pinochet y Büchi era la buena, sin los cambios impuestos por sus sucesores.

La mentalidad general que se ha conformado en las últimas dos décadas es tan socialista que un maestro soldador generó unas chispas que provocaron un pequeño incendio en un pastizal vecino; pero, como él dijo, «apagar el fuego no era responsabilidad mía, sino del personal de seguridad». Y como ese personal no hizo nada, el pequeño incendio se extendió y terminó quemando más de un centenar de viviendas, lo que dejó a igual número de familias privadas de todo lo que tenían. Y el que responderá será el Estado, naturalmente. Es decir, la desidia de una o más personas la pagará, una vez más, el contribuyente.

Hoy día los diarios muestran fotografías donde se ve que cuando las llamas todavía abarcaban apenas unas decenas de metros cuadrados, había varias personas trabajando en una industria vecina, las cuales nada hicieron por contener el fuego, pudiendo haberlo logrado en minutos. Al parecer, solamente alguien llamó a CONAF cuando el incendio se hizo incontrolable.

Pero si el que generó la chispa hubiera tenido un mínimo sentido del deber personal y se hubiera sentido un individuo realmente libre y responsable, y no sólo un tornillo de una máquina mentalmente colectivizada, habría corrido a apagar el fuego que él mismo había generado, en lugar de esperar a que «el personal de seguridad», la CONAF, el Estado, una nueva ley o un Ministerio para Prevenir Incendios (proyecto que probablemente está pronto a anunciar el Presidente Piñera), se hiciera cargo de la situación.

El «hombre nuevo colectivizado» que se ha ido formando en Chile bajo el amparo de las ideas de izquierda y del Estado de Bienestar (que ha sido mantenido intacto por el actual Gobierno, según reconoce Eugenio Tironi, quien ha felicitado efusivamente –«¡chapeau, Piñera»– al Presidente por ello) es un irresponsable preocupado de ganar su sueldo con el menor esfuerzo posible, confiado en que otros hagan lo que él no hace y presto a sumarse a campañas para impedir que los pocos emprendedores que hay concreten iniciativas productivas.

Si este «hombre nuevo» provoca un incendio, espera que otros vayan a apagarlo. Y si los otros tampoco van, porque también son «hombres nuevos», se quema un centenar de casas e igual número de familias pierden todo lo que tienen.

En un país en que el socialismo maneja las mentes, los medios de comunicación, la enseñanza, la historia, la literatura, la cultura y las artes; y en que se ha llegado ya al extremo de decidir hasta qué deben comer los individuos, al margen de la voluntad de éstos, se ha generado una mayoría de gente que no tiene conciencia de cuáles son sus responsabilidades personales. Gente convencida de que las cosas deben hacerlas los ministerios y las leyes, porque ha oído siempre que frente a cualquier problema la solución está en dictar una nueva ley o en crear otro ministerio.

El incendio socialista de Valparaíso sólo ha sido una prueba más de ello.

Publicidad

Tendencias