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Benedicto XVI ¿Un Papa derrotado? Opinión

Benedicto XVI ¿Un Papa derrotado?

Alberto Mayol
Por : Alberto Mayol Sociólogo y académico Universidad de Santiago
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La gestión de Ratzinger no se ve llena de incapacidad. Hizo y deshizo muchas cosas, estableció líneas fundamentales, reorganizó teológica e institucionalmente la Iglesia. ¿Hay fuertes divisiones? Naturalmente, porque cambió muchas cosas y los equilibrios de poder se modificaron. Seguramente muchos de los que votaron por él están arrepentidos. Pero, ¿hay antecedentes para decir que ha sido derrotado? Pocos.


La historia que cuentan los medios de comunicación y los analistas sobre Ratzinger desde que llegó a ser Papa hasta que salió, es algo como lo siguiente:

Representante de los grupos más conservadores de la Iglesia Católica, llegó a ser Papa por la enorme influencia que tenía durante el mandato de Juan Pablo II, su antecesor. Al llegar al cargo dio muestras de transparencia (banco del Vaticano y pedofilia) y enfrentó algunos conflictos con el mundo islámico y judío. En general, no ha tenido un papado eficaz en términos políticos, porque es ante todo un intelectual (ha publicado muchos libros, encíclicas, en fin). En los últimos años fue víctima de diversas traiciones y presiones, incluyendo una filtración de sus cartas, lo que ha implicado una posición de debilidad. Frente a una Iglesia dividida y sin fuerzas para llevarla adelante, ha renunciado, en un gesto inédito en seis siglos. Algunos creen que fue un acto digno en medio de la derrota, otros lo consideran una derrota a secas. Casi todos coinciden en que ha perdido.

Este análisis está hecho en general sin ninguna perspectiva de proceso político, sino que basado en los hechos y dichos simples (si alguien dice que está débil, entonces ha sido derrotado; si alguien denuncia divisiones, significa que no puede con ellas). Cuando venga la elección del siguiente papa, tal vez sea elegido uno de la línea de Ratzinger. Y ahí titularán los medios: “El contraataque de Ratzinger” y los expertos dirán que ha logrado rearticular sus fuerzas. Pero tal vez esto no es así.

La presente columna es simplemente para decir que el análisis político debe contemplar procesos y dichos significativos, no aspectos contingentes ni datos supuestamente filtrados que aparentan tener gran importancia. Muchos analistas creen que sus fuentes siempre les dan buenos datos y construyen toda clase de análisis basados en esos datos, que supuestamente nadie más tiene. Muchas veces, esos datos nadie los tendrá nunca, porque no existen. Entonces, es cierto que esta tesis es plausible (la que describí en el segundo párrafo). Pero ni siquiera me atrevo a decir que es probable. Veamos qué sabemos y saquemos algunas conclusiones.

Sabemos que:

– Ratzinger incorporó obispos anglicanos, que están casados. El resultado en el tiempo es obvio, puso en juego el celibato, pues cuando dos criterios operan como norma dentro de una institución, ello tendrá que definirse. En este punto no fue representante del ala conservadora y aunque no acabó con el celibato, lo dejó resentido.

[cita]En la encíclica Caritas in Veritate convoca la doctrina social de la Iglesia, recuerda sistemáticamente a Pablo VI y la encíclica Populorum Progressio de 1967, donde la desigualdad, los países subdesarrollados, el neocolonialismo y la exigencia de bienestar fueron el centro del documento. Ya este dato debió resultar revelador.[/cita]

– Ratzinger se apoyó en el Opus Dei fuertemente en muchos de los casos de denuncia. Y eso lo hace conservador. Pero puede haber sido para jugarse por una congregación que tuviera un grupo objetivo semejante a los Legionarios de Cristo, que debían ser minimizados en su poder por el caso Maciel.

– Ratzinger hizo explotar los casos de pedofilia con su carta a los irlandeses, que transformó la pedofilia en la Iglesia a nivel mundial, desde un secreto a voces (doctrina Wojtyla) a un tema abierto y sin tabúes, para incomodidad incluso de las propias iglesias regionales (no olvidemos lo que ha costado que Chile se adapte a esa política vaticana). La postura de la Iglesia respecto a los abusos se ha hecho pública y constante, al punto que en la página web www.vatican.va hay una sección dedicada a los antecedentes recogidos por la Iglesia Católica sobre abusos a menores. Más publicidad a las denuncias, imposible.

– Ratzinger puso en el tapete los casos de corrupción económica y ha obligado a cambios significativos en la institucionalidad económica del Vaticano. Esto ha implicado fuertes presiones, pero todo parece indicar que la ruta trazada ha seguido incólume. Como era de esperar, es el punto sobre el que hay menos información.

– Ratzinger preparó el clima de renuncia hace años, cuando declaró que era completamente posible que un Papa renunciara a su cargo sin daño alguno a la Iglesia y dentro de la doctrina. Incluso eligió como nombre el de Benedicto, uno de los nombres más reiterados en las renuncias papales en la historia y que resulta el nombre emblemático de la época de divisiones más fuerte de la Iglesia (desde Benedicto IX a Benedicto XIII, más o menos). No debemos olvidar que a este Papa le interesa la doctrina y la institucionalidad y no es raro que esté pensando en un futuro donde los papas renuncian con más frecuencia, sin tener que tolerar años como los finales de Juan Pablo II, donde el Papa agónico es territorio en disputa de diversos grupos.

– En la encíclica Caritas in Veritate convoca la doctrina social de la Iglesia, recuerda sistemáticamente a Pablo VI y la encíclica Populorum Progressio de 1967, donde la desigualdad, los países subdesarrollados, el neocolonialismo y la exigencia de bienestar fueron el centro del documento. Ya este dato debió resultar revelador. Supuestamente Ratzinger venía a representar la línea más conservadora de la Iglesia, básicamente por su trabajo contra la Teología de la Liberación en los años ochenta. Pero se alinea con una crítica a la globalización, al economicismo imperante, a la ideología tecnocrática y vuelve a convocar la era del Concilio Vaticano II. Es una jugada anticonservadora.

– En el Vaticano hubo una filtración de cartas del Papa donde se aprecian diversas presiones y denuncias sobre asuntos económicos, políticos y toda clase de cuestiones de tono sexual (incluyendo la prestación de servicios carnales por los seminaristas del Vaticano). Se detuvo al asistente personal del Papa, aunque es vox populi que es un chivo expiatorio.

La gestión de Ratzinger no se ve llena de incapacidad. Hizo y deshizo muchas cosas, estableció líneas fundamentales, reorganizó teológica e institucionalmente la Iglesia. ¿Hay fuertes divisiones? Naturalmente, porque cambió muchas cosas y los equilibrios de poder se modificaron. Seguramente muchos de los que votaron por él están arrepentidos. Pero, ¿hay antecedentes para decir que ha sido derrotado? Pocos. No es impensable que las cartas las haya filtrado él mismo. En realidad, las cartas en juego no dicen gran cosa, son más o menos los datos sabidos y algunos nombres propios. Permiten sí entender qué es lo que pasa, grosso modo, adentro del Vaticano. Si su política era oxigenar las salas del Vaticano, no es impensable. Tampoco debe ser tan fácil robarle las cartas a Benedicto XVI y menos encontrar aquéllas donde nunca sale mal parado. Culpar (y detener) al secretario personal puede ser una señal clara de que ‘los otros’ (no sabemos quiénes) saben que fue el mismo Papa. Pero esto es una especulación. Vamos a lo concreto.

Si en el cónclave gana Benedicto XVI, significará que nunca estuvo derrotado, que su salida fue completamente victoriosa y que siempre planificó un papado corto y sísmico. Si gana un candidato lejano a la órbita de Benedicto XVI, debemos aceptar la hipótesis hasta ahora instalada. Pero hasta el día de hoy, esa hipótesis no es obvia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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