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Inmigración, un trato más digno

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Sergio Pinto Briones
Por : Sergio Pinto Briones Periodista y poeta visual. Reside en España desde 2005.
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Muchas veces se recurre a los recuerdos familiares, especialmente en situaciones difíciles como cuando se está privado de libertad a kilómetros de distancia de los tuyos. Memoria que a la larga es el único consuelo frente a las inverosímiles ganas de querer dormir a pesar que el suelo sea apático y distante.

Un mal sueño con marcos de barrotes fríos y miradas esquivas como lo fue el Cuartel Borgoño de la Policía de Investigaciones (PDI) cuyas instalaciones mantuvieron recluidos a diecisiete extranjeros irregulares en espera de su expulsión del país bajo condiciones paupérrimas donde no había camas, escaseaban las frazadas y estaban completamente hacinados.

[cita]Un mal sueño con marcos de barrotes fríos y miradas esquivas como lo fue el Cuartel Borgoño de la Policía de Investigaciones (PDI) cuyas instalaciones mantuvieron recluidos a diecisiete extranjeros irregulares en espera de su expulsión del país bajo condiciones paupérrimas donde no había camas, escaseaban las frazadas y estaban completamente hacinados.[/cita]

Una realidad que se está haciendo más recurrente en Chile. No por nada las detenciones ilegales han aumentado en un 140%, entre ellas, la comunidad de extranjeros. Nótese el tipo de extranjero, porque la gran mayoría tienen un denominador común, es decir, son de tez morena, curtida por el trabajo duro.

Chile es un país poco acostumbrado a las olas migratorias, ya no tenemos memoria, a pesar de ser un país de inmigrantes como todas las naciones del Cono Sur. Tenemos una esnobista y arribista forma de seleccionar y aceptar a los foráneos que entran. Mientras más blancos y dinero tengan, más bienvenidos son.

¿Ingenuidad?, no. Los que caen en este tipo de celdas de la PDI saben o intuyen el riesgo que sobrellevan en la medida que buscan una mejoría en la calidad de sus vidas en un país extranjero. Los más pobres viajan, emigran para subsistir, no cabe otro verbo y no hay más riesgo que eso. Lo otro: es burocracia verbal, insensibilidad frente a este tipo de inmigración.

Las leyes en este tipo de situaciones se manifiestan con poca flexibilidad, a excepciones como la liberación de los extranjeros en el Cuartel Borgoño. El Estado de Derecho no se desarma, si le cambiamos de color al pañuelo que cubre los ojos de la justicia. Aquí el más desprotegido no es el Estado, sino que la persona que se encuentran de forma irregular, desprotegida laboral, social, familiarmente, entre otros factores.

A veces como un niño asustado, las instituciones chilenas buscan orientación, más experiencia. Y con relación al tema de la inmigración se mira siempre al norte.

Por ejemplo, hace unos años España se enorgullecía -como Chile ahora- del crecimiento económico y con ello se abrieron muchos puestos de trabajo que trajeron consigo una ola migratoria bastante grande y amplia, entre ellos, varios latinoamericanos profesionales como así también trabajadores sin estudio a cubrir la función que ya no querían hacer los españoles. Ahora muchos de ellos, sin papeles, sin permiso de residencia subsisten a duras penas y varios de ellos viven el infortunio de dormir en un Centro de Internamiento lo que vendría a ser un Cuartel Borgoño para nosotros.

Para renovar los papeles en Madrid, los foráneos tienen que ir a la Oficina de Extranjeros de Aluche, que se encuentra al lado –por no decir el mismo lugar- de un Centro de Internamiento que es conocido por sus deficientes condiciones. La sensación, por decir algo, al momento de ir a allí es de impotencia, ya que atisba en el aire la constante advertencia por parte la policía nacional de que si la suerte laboral no te acompaña, esas ventanas pequeñas del Centro de Internamiento pueden ser tu próxima habitación durante días, semanas hasta encontrar el vuelo, el tren económico que te envíe de vuelta a tu país de origen.

Estar irregular no es un delito, es una falta y como tal se debería tomar con el mismo ánimo esa acción. Los irregulares no son criminales, no han cometido un acto delictivo so pena de ser tratados como escoria.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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