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La derrota de la elite Opinión

La derrota de la elite

Jaime Retamal
Por : Jaime Retamal Facultad de Humanidades de la Usach
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Los tecnócratas mimados de costumbre callaron. Esos mismos que escribieron esa carta grandilocuente y avasalladora del sentido de la calle y de la movilización social, esos que nos hablaron desde el púlpito de lo que ellos llaman ‘evidencias empíricas’, la red de inmunes al calor de la calle, la elite de PhD. y habitué de las páginas sociales, amigos de cócteles y cumpleaños de la ‘señora’, la elite que nos tiene en lo que estamos, en una meritocracia de ficción ambigua, con una educación de ‘Padre y Señor mío’, sin sentido público y Republicano, sin sentido de país y con olor a ‘voucher’ y subvención, esos mismos, enmudecieron.


Ayer, el cenáculo de expertos enmudeció. Cada uno tenía en sus bolsillos una bolsa con doce monedas y literalmente no sabía qué hacer con ellas. Era un silencio que jamás lo vieron venir. La mesa estaba servida, creían. Los medios más importantes del país habían montado una operación estratégica de defensa a Harald que resultaba una perfecta anticipación de victoria. Ellos habían sido parte de la misma, gustosos. No había por dónde imaginar que perderían. Acostumbrados ya desde tiempos de la Concertación a imponer sus términos, habían aprendido hace rato el lenguaje de la vanidad intelectual y el narcisismo teórico, más conocido en epistemología como solipsismo metodológico. Pero no. Estaban mudos. No lo podían creer. La acusación en contra de uno de los suyos, de uno de sus consentidos, en contra de Harald había prosperado. La cena y las monedas de una nueva traición rápidamente se avinagraban y no sabían qué corear, pues tenían pensado, después del postre, una vez saldadas las monedas, cantar como de costumbre el himno nacional.

No. Esta vez el sentido común, la calle, esos enternecedores abuelos que marcharon jornada a jornada, esos miles de jóvenes que discutieron con pasión y sin miedo, esos miles de papás y mamás que respondieron encuesta tras encuesta, que sí, que la movilización social era justa, que la tradición desde tiempos de Pinochet pasando por la Concertación, esa tradición de lucrar o hacerse ricos con la educación de los demás, no podía seguir, sí, esos mismos ayer, por única vez, ese sentido común, se hacía realidad y emergía como un acontecimiento histórico y sin precedentes, para decir nunca más, aunque vuelva Bachelet, la educación será un valor que se transa en el mercado al precio de doce monedas.

[cita]La épica del acontecimiento fue memorable. Beyer caía. Pero Beyer no caía solo. Caía junto al cenáculo de tecnócratas de las políticas públicas, esos intelectuales que escriben semana a semana generando opinión en los medios del duopolio, o en las radios pro mercado, o en las mesas de televisión que lo empatan todo tal cual el binominal. Esta vez no caía solo el ministro Beyer. Caían Carlos Peña y José Joaquín Brunner y todo su ‘udepedismo’ militante en pleno que, concertados con académicos de la Adolfo Ibáñez, la Pontificia Universidad Católica (de Chicago…como le decíamos) o la Universidad del Desarrollo que nada tiene que envidiarle —en lo de consentido decimos— a la Universidad de Chile de Diagonal Paraguay, todos esa red de vanidades anglo-chilena caía, cayó y —creemos— caerá con Beyer.[/cita]

La épica del acontecimiento fue memorable. Beyer caía. Pero Beyer no caía solo. Caía junto al cenáculo de tecnócratas de las políticas públicas, esos intelectuales que escriben semana a semana generando opinión en los medios del duopolio, o en las radios pro mercado, o en las mesas de televisión que lo empatan todo tal cual el binominal. Esta vez no caía solo el ministro Beyer. Caían Carlos Peña y José Joaquín Brunner y todo su ‘udepedismo’ militante en pleno que, concertados con académicos de la Adolfo Ibáñez, la Pontificia Universidad Católica (de Chicago…como le decíamos) o la Universidad del Desarrollo que nada tiene que envidiarle —en lo de consentido decimos— a la Universidad de Chile de Diagonal Paraguay, todos esa red de vanidades anglo-chilena caía, cayó y —creemos— caerá con Beyer, el tecnócrata mimado de Bachelet, el genio de los grupos Tantauco, el gásfiter del Centro de Estudios Públicos.

Él entró en un desenfreno total. Pensó que todavía era el joven de la Chile de Diagonal Paraguay y que podía acusar con rabia e ira al Congreso de politiquería. Vociferó como nunca lo habíamos visto. Con sus tristes ojos de derrota desorbitados amenazó, literalmente, al Senado para que lo votaran a favor en lo que sigue. Antes de esperar la ducha fría del camarín, apareció ante los medios como el Fantasma Figueroa de La Moneda, con todo, acusando a los árbitros, la ANFP y a la FIFA por cierto. Error de niño consentido.

Los otros no. Los tecnócratas mimados de costumbre callaron. Esos mismos que escribieron esa carta grandilocuente y avasalladora del sentido de la calle y de la movilización social, esos que nos hablaron desde el púlpito de lo que ellos llaman ‘evidencias empíricas’, la red de inmunes al calor de la calle, la elite de PhD. y habitué de las páginas sociales, amigos de cócteles y cumpleaños de la ‘señora’, la elite que nos tiene en lo que estamos, en una meritocracia de ficción ambigua, con una educación de ‘Padre y Señor mío’, sin sentido público y Republicano, sin sentido de país y con olor a ‘voucher’ y subvención, esos mismos, enmudecieron. Como cuando cayeron las Torres Gemelas, no podían creer que Harald, el sacristán de su iglesia, fuese acusado y puesto con ellos —ese es el punto— como símbolo de la derrota más estrepitosa que hayan sufrido.

¿Quiénes eran? Digámoslo con todas sus letras y apellidos, total ellos mismos se pusieron ahí para ser recordados como los nuevos ‘niños símbolo’ de la Chacarillas 2.0, una que reniega del padre pero acepta su metodología económico-social, hablo de Claudio Agostini, José Miguel Benavente, Jorge Navarrete, Gonzalo Bustamante, Max Colodro, Vittorio Corbo, José de Gregorio, Eduardo Engel, Ronald Fischer, Francisco Gallego, Guillermo Larraín, Fernando Lefort, Aldo Mascareño, Patricio Meller, Alejandra Mizala, Leonidas Montes, Patricio Navia, Andrea Repetto, Klauss Schmidt-Hebbel, Sergio Urzúa, Mauricio Villena, y sus arquetipos par excelllence, Carlos Peña y José Joaquín Brunner, y más, obviamente, todos esos ‘Pedros’ que hasta ayer en la noche renegaban hasta tres veces de ese modelo al cual habían jurado lealtad y obediencia. No olvidemos que las ‘Magdalenas’ de Beyer que hicieron lo imposible por defenderlo del sentido común, Loreto Cox y Sylvia Eyzaguirre, también lloraron ante la evidencia que jamás pensaron elegiría a Barrabás.

Este cenáculo, el visible y el invisible, símbolo del anti-sentido común, los ‘Judas’ de la movilización social, cayó con Beyer. Se terminó por fundir en su propia hoguera de vanidades. Para ellos seguramente será la oportunidad de insuflarse todavía más los espíritus de la pureza intelectual y aprovechar todos los medios para acusar al Congreso de corrupto y politiquero. Pero todos sabemos que tan sólo ayer le daban los votos a un condenado para ser vicepresidente de la Cámara. Sabemos cómo son y sabemos cómo operan.

Lo que les ocurrió es que con Beyer han quedado aún más desenmascarados y la movilización social adquiere como nunca una legitimidad político-institucional que no tenía, por que obtusos por esta elite, los políticos profesionales creían o seguían creyendo que el lucro era una mentira más de jovencitos en la calle protestando por más oportunidades de consumo o por menos Dicom. Qué equivocados estaban. Sabemos que la élite PhD. volverá, son legión; pero no podrán borrar fácilmente esta victoria de la calle y del hombre común.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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