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Opinión: El Normandie, la escuela donde aprendimos a ver buen cine

Opinión: El Normandie, la escuela donde aprendimos a ver buen cine

Benito Baranda
Por : Benito Baranda Convencional Constituyente, Distrito 12
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Vamos allí en busca de algo que nos alimente, de una película que nos ayude a reflexionar acerca del sentido de la existencia, que nos meta en otras culturas y sociedades, y que nos indigne para comprometernos aún más en la transformación de nosotros mismos y de la comunidad en que vivimos.


En la última década de la dictadura cientos de estudiantes universitarios y jóvenes profesionales, llenos de ideales y con deseos de transformar el mundo desde nuestras propias vidas, acudíamos al Cine Normandie para ver aquellas películas de verdad, las que nacían del arte y no del mercado, las que nos ayudaban a interpretar, reflexionar y comprometernos con una realidad que nos gritaba por sus dolores, injusticias, silencios y obscenidades.

Con amigas y amigos, en pareja o solo, ese fue mi lugar favorito para apreciar, contemplar y disfrutar de aquellas historias realizadas con profundidad, desde la intimidad personal, y en la gran mayoría de los casos con una fuerte carga de crítica social que me cuestionaba mi propio estilo de existencia. Era como un verdadero retiro espiritual!

Ocurre algo en el Normandie que alimenta aún más este ambiente de ‘intimidad reflexiva’, se rodea uno de un público que busca algo similar, que seguramente no viene de historias de vida iguales ni de mundos valóricos similares, ni menos de una sola visión del mundo u opción ideológica, sin embargo somos todos y todas personas hambrientas de dejarnos tocar, de aprender, de escuchar y contemplar esa realidad vista por los ojos de los grandes directores, cuyas magníficas tramas han sido personificadas por actores y actrices eximias que nos introducen en itinerarios que llevan a ‘desnudar nuestros valores’.

Cada cierto tiempo nos arrancamos aun hoy con mi esposa Lorena a este Cine emblemático que lucha por sobrevivir, en medio de un mundo rodeado de ‘cabritas y bebidas’, ‘luces y audios modernos’ y de mucha publicidad para el ‘cine mediocre y comercial’, de gigantescas inversiones pero generalmente de poco contenido. Vamos allí en busca de algo que nos alimente, de una película que nos ayude a reflexionar acerca del sentido de la existencia, que nos meta en otras culturas y sociedades, y que nos indigne para comprometernos aún más en la transformación de nosotros mismos y de la comunidad en que vivimos.  En medio de una ‘sociedad líquida’ (como diría Bauman) el Normandie puede aún decirnos con su arte que los valores es posible llevarlos a la existencia cotidiana y que son necesarios, que no nos encontramos en este mundo solo para ‘tener’ sino que por sobre todo para ‘ser’, ‘hacer’ y ‘estar’.

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