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Los desafíos de la lectura en Chile

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Juan Carlos Torres Castro
Por : Juan Carlos Torres Castro Director de Extensión Académica y Cultural Universidad Central
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El ocio en nuestra sociedad está completamente derrotado para el sociólogo. También el tiempo está enajenado, le pertenece a otros, o a nuestro empleador o a las convenciones sociales, siempre hay que hacer cosas para otra gente y por lo tanto los tiempos de intimidad son cada vez más escasos.


Resulta de particular importancia conocer con claridad los hábitos lectores de los chilenos, si consideramos que varios estudios indican que un porcentaje relevante de los estudiantes, incluso universitarios, no entienden lo que leen.

Toda política pública que se emprenda para enmendar esta situación, demanda un buen diagnóstico.

Estudios e investigaciones se están desarrollando, probablemente no son suficientes, pero significan un avance. Debemos  destacar la investigación del sociólogo Alberto Mayol, quien escribió sobre “La lectura como práctica social: condiciones de fortalecimiento y debilitamiento de la lectura en Chile”. Y entre sus primeras conclusiones señala que, a la lectura, se le sigue reconociendo socialmente  junto con la educación como uno de los pilares estratégicos del desarrollo, pero “no  goza de buena salud”, porque es uno de los hábitos que se ha debilitado y en muchos casos, podríamos decir, abandonado.

Hay factores que han ido gatillando esta situación. De partida, el placer de la lectura es un hábito solitario, adquirido, muchas veces de manera gradual y en el transcurso de los años. Es necesario leer para crear y fortalecer un pensamiento crítico, pero nos demanda una actitud y una voluntad de construir un mundo interior, que muchas veces entra en pugna con una sociedad interconectada, que demanda respuestas inmediatas, más emocionales que reflexivas.

[cita]El ocio en nuestra sociedad está completamente derrotado, para el sociólogo. También el tiempo está enajenado, le pertenece a otros, o a nuestro empleador o a las convenciones sociales, siempre hay que hacer cosas para otra gente y, por lo tanto, los tiempos de intimidad son cada vez más escasos.[cita/]

La expansión del desarrollo tecnológico, en especial en los jóvenes, pueden incentivarlos y de hecho lo hace, por la rapidez de internet, frente a la placidez y lentitud de repasar las hojas de un libro.

Pero no se trata de plantear una contradicción, que no existe, entre tecnología y lectura, porque si queremos utilizar la primera como un instrumento  de conocimiento, debemos ser capaces de distinguir, en ese mar de información, lo relevante de lo que no lo es, y lo importante de lo superficial, y para eso debemos entender lo que leo en el computador.

Las conclusiones de las investigaciones sobre el hábito de lectura en Chile nos indican  que el rito lector se ha ido perdiendo,  parece no ser prioritario, y hay una falta de proximidad con la práctica y una desmotivación para ejecutarla.

La periodista Vivian Lavín ha planteado la necesidad de  reencantarse con la lectura, revelando los tres soportes del libro que son claves para el acceso al público: el mundo del soporte, del texto y del lector. Este último, que es el más desconocido, pero quizás el más importante, nos debería llevar a evaluar las prácticas cotidianas de los chilenos y redefinir  las condiciones que se deben cambiar, de manera de acercar el libro a los chilenos.

Existen conclusiones, que pueden servir de guía; para Mayol, por ejemplo, la falta de tiempo en nuestra sociedad es uno de los elementos. La derrota del ocio, y la pérdida de espacio para los libros, son algunas de las situaciones que más le llaman la atención.

El ocio en nuestra sociedad está completamente derrotado, para el sociólogo. También el tiempo está enajenado, le pertenece a otros, o a nuestro empleador o a las convenciones sociales, siempre hay que hacer cosas para otra gente y, por lo tanto, los tiempos de intimidad son cada vez más escasos.

No obstante, Vivian Lavin, llamó a dar vuelta la situación y lograr un reencantamiento con la lectura: “Lo que hay que hacer es buscar la mayor cantidad de herramientas para encantarnos, incluso nosotros mismos».

Creo que lo que nos falta es tener otra actitud con la lectura, y lo relevante es que todavía el libro tiene una cosa muy sacra, y lo que tenemos que hacer es desempolvarlo y sacarlo a la calle, dándole el lugar que se merece. Si lo logramos, seremos capaces de rescatar al libro de su ausencia en nuestros escritorios.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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