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Beatificación del Papa Pablo VI: el profeta del desarrollo integral

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José Antonio Garcés
Por : José Antonio Garcés Presidente de USEC
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Su mensaje, por tanto, estuvo fuertemente orientado a los líderes del ámbito político así como a los del quehacer económico-empresarial. Hasta ese momento, ningún pontífice había unido así ambas esferas. Él comprendió que el bien común no se lograría operando en compartimentos estancos. Estado y mundo privado debían unirse, causa a la que hoy se suma la sociedad civil.


El desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, emblemática frase del Papa Pablo VI, quien ha sido beatificado el pasado domingo 19 de octubre en la misa de cierre del Sínodo Extraordinario sobre la Familia, que se ha estado llevando a cabo en Roma desde el 5 del presente mes.

Se comprende que el Papa Francisco haya querido beatificar a este connotado pontífice, al que se atribuye ni más ni menos que el hito más importante de la Iglesia moderna: el Concilio Vaticano II. Si bien fue Juan XXIII quien lo convocó, murió poco tiempo después, por lo que el grueso del trabajo fue liderado por su sucesor, Pablo VI, quien además tuvo la difícil tarea de aplicarlo y de conciliar diversas expectativas.

Por otro lado, es natural que su beatificación ocurra en el cierre de un Sínodo que trató sobre los desafíos pastorales hacia la familia en el contexto actual, puesto que Pablo VI fue un gran defensor del matrimonio, la familia y la vida, desde su concepción hasta la muerte natural. Una de sus encíclicas más conocidas, Humanae Vitae, trata justamente de esto.

Sin embargo, es preciso recordar que el legado de Pablo VI alcanzó también otros importantes ámbitos. Su encíclica Populorum Progressio (1967), trató sobre el desarrollo de los pueblos y la necesidad, o más bien urgencia, de humanizarlo. En esos años aún no se vislumbraba el término de la Guerra Fría y existía la convicción de que el “adversario”, estaba fuera, detrás de la cortina o la muralla. Este pontífice adelantó que la próxima fuente de conflictos en el mundo serían las exclusiones sociales, un desarrollo poco solidario, en el que triunfarán sólo los más aptos.

[cita]Su mensaje, por tanto, estuvo fuertemente orientado a los líderes del ámbito político así como a los del quehacer económico-empresarial. Hasta ese momento, ningún pontífice había unido así ambas esferas. Él comprendió que el bien común no se lograría operando en compartimentos estancos. Estado y mundo privado debían unirse, causa a la que hoy se suma la sociedad civil.[/cita]

Su mensaje, por tanto, estuvo fuertemente orientado a los líderes del ámbito político así como a los del quehacer económico-empresarial. Hasta ese momento, ningún pontífice había unido así ambas esferas. Él comprendió que el bien común no se lograría operando en compartimentos estancos. Estado y mundo privado debían unirse, causa a la que hoy se suma la sociedad civil.

Haciendo ver el positivo impacto que tienen las economías florecientes en un país, Pablo VI advirtió a sus líderes sobre la alta responsabilidad que implicaba lograr condiciones más justas para todos. “Condiciones más humanas”, parafraseándolo. El camino de la paz –decía– pasa por el desarrollo, pero éste no está en la abundancia de una riqueza egoísta, sino en la economía puesta al servicio del hombre. Un desarrollo Integral –“Desarrollo de todo el hombre y de todos los hombres”–.

La Populorum Progressio profetizó que la paz en el mundo está condicionada a la justicia, sin embargo, rechazó las nociones que instigaran la revolución y la fuerza para cambiar las condiciones económicas. El ser humano debía aprender a convivir, a actuar en conciencia, a dialogar, a postergar intereses individuales en pro del bien común, desterrando tanto egoísmos económicos como políticos.

Porque el peligro no viene ni del progreso ni de la ciencia, que, bien utilizados, podrán, por el contrario, resolver muchos de los graves problemas que afligen a la humanidad. El verdadero peligro está en el hombre, que dispone de instrumentos cada vez más poderosos, capaces de llevar tanto a la ruina como a las más altas conquistas”.

Un Papa profeta, con un mensaje plenamente vigente, que este domingo ha sido elevado con justicia a los altares.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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