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¡Nos pueden empatar!

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Creo que ahora ya es inútil llorar sobre la leche derramada. Es evidente que con el “Pentagate” nos pueden perfectamente empatar, sobre todo atendida nuestra enormemente inferior capacidad de armar escándalos. Los que los afectan a ellos parecen quedar confinados a Internet.


Hasta ahora les estábamos ganando lejos el partido a la DC y la izquierda, por lo menos 3-0. Las “aulas tecnológicas” compradas por el Ministro de Educación, Ricardo Lagos, en los ’90, con un enorme sobreprecio que nadie sabe ni sabrá dónde fue a parar. En ese tiempo la Contraloría le tiró la pelota al Consejo de Defensa del Estado, éste se la chuteó de vuelta y al final alguien se la llevó para la casa y cuento terminado.

Luego vinieron los “sobres con billetes” que se llevaban TODOS sin decirle a nadie, desde los Presidentes para abajo, hasta que fueron pillados durante el gobierno de Lagos. “Fue una corruptela”, le confesó paladinamente don Patricio a “El Mercurio”, explicando que sus ministros le decían que “con el sueldo no les alcanzaba”. Bueno, Longueira les arregló el pastel y les aumentó los sueldos en lo mismo que estaban sustrayendo, y el Director del SII dijo que los fondos reservados de donde sacaban los billetes eran “no investigables”.

Y después, para redondear la goleada de 3-0 que les estábamos dando, vino el MOP Gate, donde volaban las facturas y boletas “ideológicamente falsas”, como dicen ahora, y por montos enormemente superiores a los del caso Penta. Investigación judicial, proceso que duró diez años y un bolsón de condenas remitidas impuestas por la ministra Chévesich, que después se hizo perdonar de la izquierda y logró llegar a la Suprema aseverando que “nunca aplicó la amnistía”.

Y así vivíamos nuestra política, gozando de esta tranquilizadora ventaja, hasta que apareció el “caso Penta”. Ahora las boletas “ideológicamente falsas” que vuelan por todas partes son nuestras. Habían existido siempre y estoy cierto de que las empleaban todos los candidatos para obtener fondos, y también algunos no-candidatos, incluidos un ministro y un embajador socialistas, para que Gendarmería, en el primer caso, y Codelco, en el otro, les girasen un par de millones mensuales por informes de nula necesidad para aquel servicio y esta empresa.

Todo eso aseguraba nuestra cómoda ventaja y desde la derecha observábamos el panorama con un tremendo aire de superioridad moral… hasta que nos pillaron. Hemos tratado de defendernos sacando a relucir facturas y boletas truchas de un actual ministro y de la propia campaña de la Presidenta, pero nuestras denuncias tienen, como siempre, menos eco que las de ellos, porque hay menos grabaciones telefónicas y menos mails y menos periodistas nuestros y, entonces, siempre la izquierda repite las cosas más veces que nosotros. Baste recordar que todos enlodan a Pinochet y no a Allende, que recibió comprobadamente sobornos tanto de empresas norteamericanas (Embajador Edward Korry, “La Segunda”, 22.10.96) como del KGB soviético (ex agente Vasili Mitrokin, en “El Mundo Estaba Yendo en Nuestra Dirección”, Basic Books). Y, sin embargo la izquierda ha logrado asesinar la imagen de Pinochet, pese a que en sus 17 años de gobierno sólo registró, según un Director de Impuestos Internos socialista, 500 mil dólares de ingresos sin explicar (“La Tercera”, 08.10.05), misma suma que “ellos” sustraían cada dos meses en los sobres con billetes. Y lograron instalar el concepto de “la fortuna de Pinochet” pese a que ella no se ve por ninguna parte, porque el juez que conoce del caso sólo ha podido embargar dos millones seiscientos mil dólares y nada más, en circunstancias que el propio Pinochet, en su declaración de bienes al asumir en 1973, expuso ser dueño de más de dos millones de dólares en plata de hoy (detalle publicado en “El Mercurio” de 06.09.04).

Es que “ellos” manejan las comunicaciones como los dioses. Fue Stalin el que, ya a partir de 1924, les enseñó a repetir falsedades hasta convertirlas en “verdades”. Stalin fue el verdadero precursor de Goebbels. Insisto en la necesidad de leer, a este efecto, el libro de Leonardo Padura, “El Hombre que Amaba a los Perros”, sobre la campaña de desprestigio y posterior asesinato de León Trotski.

Pero creo que ahora ya es inútil llorar sobre la leche derramada. Es evidente que con el “Pentagate” nos pueden perfectamente empatar, sobre todo atendida nuestra enormemente inferior capacidad de armar escándalos. Los que los afectan a ellos parecen quedar confinados a Internet. El espectacular estudio que desmiente la calidad de médico de Michelle Bachelet, hecho por un ingeniero increíblemente prolijo y detallista, no ha salido en ningún diario, canal de TV o radio. Los centenares de parientes que los capos de la Nueva Mayoría han puesto a exprimir la ubre fiscal sólo quedan en los adjuntos de los mails y tampoco se publican, lo mismo que los 16 millones mensuales que redondean Camila Vallejo y su pareja, asesor de un ministerio, y que los sitúan en la cúspide de la pirámide la desigualdad de ingresos contra la que ella tan vehemente lucha.

Sin embargo, hay recetas ante el inminente empate. Una es la “cara de palo”. Cuando a Sebastián Piñera lo sorprendieron comprando acciones con información privilegiada en 2008, puso cara de palo, denunció como mentirosos a quienes lo acusaban y no renunció a ningún directorio, como lo han hecho los recientemente sorprendidos en lo mismo. Y el tema quedó atrás y después Chile lo premió con la Presidencia de la República.

Es una buena receta, probada. Pidámosle consejo a Sebastián, apliquémosla y a lo mejor hasta impedimos que la DC y la izquierda nos empaten.

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