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La discriminación de Providencia

Pascal Volker A.
Por : Pascal Volker A. Vecino de Providencia
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Del allá al aquí y del entonces al ahora, ha pasado mucho. Diecisiete años de dictadura, privatizaciones por doquier, casas Copeva, sociedades de consumo, Costaneras Centers, sensacionalismos mediáticos, sentidos comunes del tipo “pitéate un flaite”, etcétera. El caso es que a un grupo de residentes se le ocurrió que a los oficinistas que almorzaban en los pastos era mejor dejarlos fuera. En el mismo saco cupieron los estudiantes de todas las tardes y, por supuesto, los usuarios del hospital que, entre tanta guagua y llanto, mejor que fueran a darse una vuelta bien lejos para no tener que mirar niños enfermos a cualquier hora.


En el corazón de la comuna de Providencia tiene lugar hoy, desde hace 5 años, una discriminación al que ningún gobierno municipal ha puesto fin. Banalmente camuflado como un problema de delincuencia, han campeado aquí los peores prejuicios y las mayores irregularidades en la instalación de varias rejas que dividen a la Unidad Vecinal Providencia (UVP).

La histórica UVP, construida en el año 1960, es el hito urbanístico que introdujo en Chile los principios de la modernidad. No se trataba de construir una cierta cantidad de dormitorios para inflar las cifras habitacionales del gobierno de turno, sino de un proyecto integral pensado para toda una sociedad, cuyo objetivo era construir un trozo de ciudad: ese lugar de encuentro entre lo diferente, ese lugar que une y reúne, que no obstaculiza sino que integra, que educa y exhibe el maravilloso acto de vivir juntos. Así, la UVP se ubicó colindante al Hospital Luis Calvo Mackenna y la Parroquia de la Divina Providencia y a escasos pasos del Mercado de Providencia y la Biblioteca Municipal. Del mismo modo limitaba con el eje vial más importante de Santiago (Providencia-Alameda), dando a sus habitantes una comunicación privilegiada con el resto de la ciudad y una responsabilidad ética equivalente: articular los diversos servicios y equipamientos de la comuna a través de casi 10 hectáreas de parques, jardines y senderos.

[cita]Del allá al aquí y del entonces al ahora, ha pasado mucho. Diecisiete años de dictadura, privatizaciones por doquier, casas Copeva, sociedades de consumo, Costaneras Centers, sensacionalismos mediáticos, sentidos comunes del tipo “pitéate un flaite”, etcétera. El caso es que a un grupo de residentes se le ocurrió que a los oficinistas que almorzaban en los pastos era mejor dejarlos fuera. En el mismo saco cupieron los estudiantes de todas las tardes y, por supuesto, los usuarios del hospital que, entre tanta guagua y llanto, mejor que fueran a darse una vuelta bien lejos para no tener que mirar niños enfermos a cualquier hora.[/cita]

Del allá al aquí y del entonces al ahora, ha pasado mucho. Diecisiete años de dictadura, privatizaciones por doquier, casas Copeva, sociedades de consumo, Costaneras Centers, sensacionalismos mediáticos, sentidos comunes del tipo “pitéate un flaite”, etcétera. El caso es que a un grupo de residentes se le ocurrió que a los oficinistas que almorzaban en los pastos era mejor dejarlos fuera. En el mismo saco cupieron los estudiantes de todas las tardes y, por supuesto, los usuarios del hospital que, entre tanta guagua y llanto, mejor que fueran a darse una vuelta bien lejos para no tener que mirar niños enfermos a cualquier hora. Y como los indeseables pueden ser muchos, o cualquiera, al vecino mejor dejarlo fuera también. Después de todo, vive en el gueto vertical o Bronx de Providencia,como cortésmente se refieren a las torres de Carlos Antúnez algunos pasquines y dirigentes vecinales. Y si son propietarios no importa, que para todos estos males la solución es construir no una sino varias rejas. Rejas largas, rejas altas, con y sin puntas, todo un mosaico de rejas. Sin preguntar, sin acordar.

Más de dos mil propietarios inconsultos sobre su propiedad, más de tres mil residentes excluidos del uso de sus áreas comunes. Todos ellos atropellados en sus derechos. Asimismo, si por ley se debe solicitar autorización a la Dirección de Obras Municipales para efectuar una construcción, aquí es un trámite innecesario: en Chile aplica la política de los hechos consumados. Y por si lo anterior fuera poco, unos metritos más, unos metritos menos y ya está. Una larga y angosta reja se instala sobre la vereda: bien nacional de uso público que ya nadie cuida. Así van 5 años de prejuicios e irregularidades.

La Municipalidad informa que luego de años haciendo la vista gorda y con un procedimiento disciplinario encima, al fin cumplirá sus obligaciones legales. La ciudad y sus habitantes lo piden a gritos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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