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Tus hijos no son tus hijos

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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Bachelet está lejos de esas malas prácticas, pero se equivocó en nombrar a su hijo en La Moneda. El presidencialismo latinoamericano nos juega una mala pasada. Los jardines infantiles y las orquestas juveniles no tienen nada que ver con primeras damas, ni damos, ni hijos; son de los chilenos que cuentan con instituciones para su administración, como toda república que aspira a la igualdad y al recado vigente de Max Weber: despersonalizar el poder, profesionalizarlo y hacerlo menos discrecional.  


El autor libanés Khalil Gibran escribió un texto notable que libera a los padres de los errores de los hijos y a su vez a los hijos de la dependencia de los padres. Matar a los padres y a los hijos, aunque cueste, es parte de la vida sabia, sin simbiosis, aceptando la diferenciación radical. Suena duro y críptico, incomprensible, para quienes fuimos “regalones” de un Padre amable y omnipresente, como los hijos de madres protectoras. Contra esto, el sabio de Oriente cercano, reza:

Tus hijos no son tus hijos

son hijos e hijas de la vida

deseosa de sí misma.

No vienen de ti, sino a través de ti

y aunque estén contigo

no te pertenecen.

El asunto es peludo en un país oligárquico en que las elites se reproducen, en el amiguismo extremo, en la idea de clanes, de filogénesis, de empresas familiares, donde la aristocracia del poder y saber del barrio alto de Santiago no tiene aún contrapesos.

[cita] Bachelet está lejos de esas malas prácticas, pero se equivocó en nombrar a su hijo en La Moneda. El presidencialismo latinoamericano nos juega una mala pasada. Los jardines infantiles y las orquestas juveniles no tienen nada que ver con primeras damas, ni damos, ni hijos; son de los chilenos que cuentan con instituciones para su administración, como toda república que aspira a la igualdad y al recado vigente de Max Weber: despersonalizar el poder, profesionalizarlo y hacerlo menos discrecional.[/cita]

O’Higgins no fue acariciado por su padre y él no reconoció a su hija mapuche. Arturo Alessandri tuvo un hijo Presidente, como Frei, ambos ingenieros y menos locuaces que sus padres oradores a la antigua, tribunos mesiánicos.

Allende tuvo un sobrino que lo acusaba de reformista y una hija, Isabel, que marcó cercanías y diferencias con su padre, y que perdió un hijo.

Pinochet amenazó con un Golpe de Estado al país debido a que se investigaban en 1992 los negocios turbios de su hijo mayor con Famae. Conspicuos de izquierda y derecha tienen hijos mucho mejores que ellos, talentosos, también drogos duros, delincuentes, patanes y con limitaciones. No hay familia sin diversidad, ninguna. La vida es de santas y prostitutos, de brillosos y opacos, de normales y locos en toda su grandiosa variedad.

Los hijos que son parte del misterio, nos pertenecen y no nos pertenecen. Hay hijos esperados y otros no buscados. Hay abusos, mentiras, distorsiones. Claudio Teitelboim supo que Volodia no era su padre y se volvió Bunster, el apellido del que nunca lo buscó ni reconoció. La biología es dura para los científicos de las causalidades estrictas.

Hay un misterio, no hay que apropiarse de los méritos de los hijos (son de ellos), ni tampoco amargarse de por vida por las faltas de los hijos (son también sus propias faltas).

Mi mejor amigo sufrió hasta la saciedad el suicidio de un hijo que era encantador, profesional, trabajaba, lo adoraba su novia, tocaba rock, componía, escribía una novela de crítica. Una madrugada voló como un pájaro y no sabemos el por qué.

El asunto es bíblico, en todas las civilizaciones. Caín y Abel se matan, como Caicai y Trentren, las serpientes hermanas que se disputan el cielo y la tierra para los mapuches, como Rómulo y Remo por la supremacía de Roma. Sólo los mayas tienen el mito de los hijos que se colaboran y vencen según su libro sagrado, el Popol Vuh, a los señores de Xibalbá. En esta cosmovisión la Presidenta Bachelet nació en un día Ajmaq con un nahual (el soplo del misterio) en que la vida es signada por el deber y la culpa.

Bachelet, que es sacrificada, cuidadosa y austera, entregada a los destinos de la Patria en un estilo a veces espartano de herencia militar, no puede entender los negocios y estilo de nuevo rico de su nuera y su hijo. Rompe con él y separa aguas, pero reconoce su labor en el área social. Es la carne que marca a fuego, pero nadie puede sacar ventajas de esos calibres, ni menos engatusando a un huaso que se creía ladino y muestra su ingenuidad o avispamiento, sin escuchar a quienes le dijeron “no te metas en eso”.

El Padre de Humala, el etnocacerista antichileno, le pidió a su hijo Presidente que liberara al otro hijo preso por motines golpistas antidemocracia. Humala no aceptó inmolarse en su deber de hijo. Mató al Padre en su gesto.

La política está en el ámbito de lo público y por tanto no se puede actuar como empresa familiar. Siempre hay líos, es inevitable. Hay que separar.

Hace años el gran poeta revolucionario, Ernesto Cardenal, valiente antisomocista, fustigó la corrupción y el nepotismo de los líderes sandinistas que traicionaban la misma Revolución. Hoy sabemos que Daniel Ortega va por un cuarto mandato y nombra a su mujer canciller y contrata a los hijos.

Bachelet está lejos de esas malas prácticas, pero se equivocó en nombrar a su hijo en La Moneda. El presidencialismo latinoamericano nos juega una mala pasada. Los jardines infantiles y las orquestas juveniles no tienen nada que ver con primeras damas, ni damos, ni hijos; son de los chilenos que cuentan con instituciones para su administración, como toda república que aspira a la igualdad y al recado vigente de Max Weber: despersonalizar el poder, profesionalizarlo y hacerlo menos discrecional.

Los hermanos, en el Evangelio, no entienden que los padres hagan una fiesta para recibir al hijo desordenado y derrochador que vuelve a casa. Una parábola feroz, injusta, nuevamente críptica. Pero veamos con densidad: “Ha vuelto”, es decir, se fue. Y luego, pobre, regresa y pide perdón.

Lo mejor es rescindir el contrato maldito que hiere la conciencia nacional y acabar con las mentiras y las presiones indebidas. El hijo debe irse y la Presidenta volver a su agenda de reformas, donde a propósito de descentralización, las comunidades decidan en plebiscitos si quieren cada “diez años” (así son las democracias avanzadas) cambiar los límites urbanos y matar los mejores predios agrícolas del Valle del Cachapoal.  Toda la historia es una anomalía vergonzosa de ambición desmedida… pero los hijos no son nuestros hijos, son hijos de la vida, y el que no lo entienda, que viva con su propia guardia pretoriana tratando de controlar lo incontrolable.

Lo mejor para sacarnos todo dejo de nepotismo, es dejar que una Asamblea Constituyente construya otro modelo, donde el dinero, el poder y las familias sean más pequeños y la sociedad más fuerte.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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