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Papa Francisco: El gran reformador

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Andrea Valdivieso
Por : Andrea Valdivieso Fundación Voces Católicas @vocescatolicasc
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Algunas expectativas que se tejen alrededor de la figura de un Papa, que desde el inicio se mostró abierto y dialogante (porque lo es), quedarán defraudadas. Porque es difícil encasillarlo. Es conservador o liberal, énfasis social o espiritual, afín a derechas o izquierdas… Muchos esperan que ocupe su tremendo carisma e influencia para determinadas causas sociales, políticas o culturales, pero quienes le conocen bien, saben que Bergoglio responderá a una sola causa: Jesucristo. Pese al costo que le pueda acarrear.


“El Papa no es un liberal, es un radical” señaló el cardenal Kasper en un encuentro en la Catholic University of America, en Washington (11.14). Lo que él está haciendo no es favorecer a la denominada “ala progresista” de la Iglesia, sino que sus esfuerzos pretenden  retomar la sintonía fina con la esencia del mensaje evangélico, el cual nos presenta en efecto, una opción de vida radical. Porque nos invita a seguir a Cristo en un camino que es contra-corriente y que no elude la cruz. En efecto, Jesús no promete un viaje placentero a sus primeros discípulos, y a través de ellos, a sus seguidores de todos los tiempos. Antes bien, les augura persecución, difamación, incomprensión y martirio. No deja de ser sorprendente el crecimiento sostenido que tuvo la Iglesia de los primero siglos con una invitación tan poco atractiva. Sólo existe una época en la cual la Iglesia ha tenido más mártires que en sus tres primeros siglos de existencia: la actual.

El Centro para el Estudio del Cristianismo Global, reporta que el número total de mártires cristianos desde el inicio de la Iglesia a la fecha es 70 millones, de los cuales 45 millones se concentran en el SS. XX y lo que llevamos del SS. XXI. Los cristianos son la minoría más perseguida actualmente (representan el 75% de las personas perseguidas por su fe). Se cifran en cerca de 105.000 los cristianos asesinados cada año, una muerte cada cinco minutos.

[cita] Algunas expectativas que se tejen alrededor de la figura de un Papa, que desde el inicio se mostró abierto y dialogante (porque lo es), quedarán defraudadas. Porque es difícil encasillarlo. Es conservador o liberal, énfasis social o espiritual, afín a derechas o izquierdas… Muchos esperan que ocupe su tremendo carisma e influencia para determinadas causas sociales, políticas o culturales, pero quienes le conocen bien, saben que Bergoglio responderá a una sola causa: Jesucristo. Pese al costo que le pueda acarrear.[/cita]

El papa Francisco, desde el inicio de su pontificado puso el foco en esta realidad, así como en el calvario que experimentan quienes son víctimas de la violencia, de los carteles de droga, de grupos extremistas islámicos, del reclutamiento de niños para guerrillas y del tráfico de esclavos  (36 millones de personas son considerados esclavos en 167 países alrededor del mundo, la ONG Walk Free).

Por ello, su primer destino pastoral fue la italiana isla de Lampedusa, tierra prometida para decenas de miles de africanos que huyen de los conflictos bélicos y de la persecución de sus países de origen. Claro, para los que sobreviven una travesía casi imposible en las condiciones infrahumanas que les ofrecen quienes lucran con su desesperación por huir. Se calcula que casi 4 mil inmigrantes murieron sólo el 2014, intentando llegar a Europa desde África, convirtiendo al mar Mediterráneo en un trágico cementerio.

Y hoy, luego de 2 años de pontificado, el foco del Papa no cambia. “Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo. Son muchas… Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.” Fueron sus palabras en el último mensaje Urbi et Orbe del pasado domingo de Resurrección.

Recordemos también que su primera visita a un país europeo fue a la invisible Albania, país empobrecido a causa de la guerra civil y de un régimen dictatorial prolongado, durante el cual también murieron decenas de miles de cristianos.

Es que el papa Francisco, siempre ha tenido la irrefrenable tendencia de ir a las periferias.  No sólo ahora que es Papa, sino cuando fue sacerdote, inserto en las Villas Miseria bonaerenses. En sus años como profesor, y como Provincial de la Compañía de Jesús; también cuando fue obispo y luego cardenal de la arquidiócesis de Buenos Aires. Siempre desafiante con los poderosos que no responden a la responsabilidad social que detentan, fueran éstos de la esfera política, privada o de la misma Iglesia – El verdadero poder es el servicio – afirmaría. Una figura que producto de esta radicalidad, sufrió de una buena cuota de incomprensión y exclusión, incluso dentro de la propia Compañía de Jesús. Y que hoy, alcanza una popularidad nunca buscada, que es producto de esa misma radicalidad y coherencia.

Así, algunas expectativas que se tejen alrededor de la figura de un Papa, que desde el inicio se mostró abierto y dialogante (porque lo es), quedarán defraudadas. Porque es difícil encasillarlo. Es conservador o liberal, énfasis social o espiritual, afín a derechas o izquierdas… Muchos esperan que ocupe su tremendo carisma e influencia para determinadas causas sociales, políticas o culturales, pero quienes le conocen bien, saben que Bergoglio responderá a una sola causa: Jesucristo. Pese al costo que le pueda acarrear.

En esta nueva era de renacimiento para la Iglesia (la que como en sus orígenes, está marcada por la sangre derramada de millones de mártires), resulta muy interesante conocer con más profundidad la figura de Jorge Mario Bergoglio, sus orígenes  y las experiencias que fueron configurando a un líder tan potente como inesperado, que logra hacer de sus palabras titulares de diarios y trending topic en las redes sociales, a la vez que acude a acompañar y consolar a quienes considera los cristos sufrientes de hoy. Los excluidos, abusados, ignorados, olvidados por un mundo que se estremece con una película que retrata la injusta vida de un esclavo del ss. XIX en EEUU, pero que no quiere ni enterarse que ello sigue ocurriendo y en peor medida hoy.

Una de las biografías más completas escritas hasta ahora del Papa Francisco, se lanzó en nuestro país el pasado miércoles 15 de abril. El autor, Austen Ivereigh periodista inglés y profundo conocedor de la historia de la Iglesia argentina, era de los pocos que sabía exactamente quién era, en el más amplio sentido, el cardenal Jorge Mario Bergoglio cuando asomó su figura en el balcón de San Pedro el 13 de marzo del 2013. “El Gran Reformador” es un libro que nos permite adentrarnos en la historia íntima del actual pontífice, con énfasis en sus años de jesuita y en la convulsionada realidad que vivió el mundo y la Iglesia en las décadas de los ’60, ’70 y ‘80. Un relato que nos entrega las claves de su pensamiento, personalidad y liderazgo, que junto con revitalizar  la Iglesia, está sentando las bases de una reforma mayor, que trascenderá a su pontificado. No una reforma progresista, ni retrógrada, sino una reforma radical. Una reforma que termina en una cruz.

 

 

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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