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1988, los niños del Plebiscito

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Pablo Paredes
Por : Pablo Paredes Coordinador Nacional de Revolución Democrática
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Un lunes cualquiera del Chile de 1988. Cientos de niños estamos formados en un patio de escuela y cantamos una estrofa del himno nacional que mis papás no quieren que cante. Mientras, una bandera chilena -a la que la directora insiste en llamar “pabellón patrio”- se eleva. A pesar de la imagen, la dictadura se viene acabando.

Va a haber un plebiscito. No vamos a votar, pero algunos niños somos del No y otros niños son del Sí. Mi mamá cree que la alegría ya viene, mi papá dice que La Alegría es puro show. A mí me gustan las canciones del No y las de Los Prisioneros. La verdad, si es que si hay diferencia, yo no la distingo. Pienso que Industrias significa Caderas y bailo. Tengo 6 años, quizás 7. Si la alegría es un show, no me molesta. Me gustan los shows. Un vecino, por ejemplo, puso Dumbo en una tele grande en su patio. Cobró 50 o algo así. Ese show me gustó, de hecho, me gustaría que la Alegría fuese así: una tele grande en un patio de la pobla y unos cabros chicos con sus papás riéndose con una película de un elefante que alucina cosas raras.

También me gustan los shows de los aviones que dibujan con humo-nube en el cielo. Me gustan porque son gratis y se pueden ver de la casa o de la calle. Estamos acostumbrados porque la José María Caro está al lado del aeródromo de Cerrillos. Ahora los aviones tiran panfletos. Siempre son del Sí. A casi todos mis amigos y a mí nos gusta el No, pero igual no más corrimos por la pobla intentando agarrar los papeles que tiran los aviones. Es como seguir al volantín cortado, pero mucho mejor, porque el volantín lo agarra uno solo, y panfletos podemos agarrar todos. Después los quemamos en el peladero. Nos gusta quemar cosas. Quemar cosas es quemar el frío.

[cita] El Jonathan es del No, pero no le cuenta a su mamá. Ella es del Sí, pero no tanto. Lo que pasa es que la Lucía Hiriart la fue a ver al hospital cuando lo tuvo. El Jonathan nació un 11 de septiembre, así que su cumpleaños siempre es feriado. También está el Claudio que ya tiene 10 y, aunque sea del Sí, lo respetamos. Le gustan los milicos porque su papá es milico. A la Karen no le gusta el Claudio, porque a su papá lo acribillaron los milicos. Faltan varios años para que yo sepa qué significa la palabra acribillaron, pero la Karen ya lo sabe. [/cita]

El Jonathan es del No, pero no le cuenta a su mamá. Ella es del Sí, pero no tanto. Lo que pasa es que la Lucía Hiriart la fue a ver al hospital cuando lo tuvo. El Jonathan nació un 11 de septiembre, así que su cumpleaños siempre es feriado. También está el Claudio que ya tiene 10 y, aunque sea del Sí, lo respetamos. Le gustan los milicos porque su papá es milico. A la Karen no le gusta el Claudio, porque a su papá lo acribillaron los milicos. Faltan varios años para que yo sepa qué significa la palabra acribillaron, pero la Karen ya lo sabe.

El día más bonito fue una concentración en Avenida Departamental o por ahí, cerca de la casa de mi abuela por donde está un hospital que no terminaron nunca. Estoy al apa de mi papá, que no va votar porque, además de show, cree que todo es una estafa, pero igual le importa que haya harta gente en la calle.

En realidad, no me acuerdo de días más lindos que los del plebiscito. Los adultos hacían rondas. La gente se daba besos. Los niños podíamos discutir cosas de grandes sin que ninguna tía te retara. En serio que no me acuerdo de días más lindos. Sentíamos que iba a nacer un país -siempre y cuando no ganara el Sí y sus canciones horribles que no se podían bailar-.

No teníamos edad para votar, pero queríamos poder votar. Mal que mal, se trataba del país en que íbamos a tener que dar nuestros primeros besos, fumar nuestros primeros pitos, enterrar a nuestros primeros perros y recordarles a nuestros abuelos lo que ya no podrían recordar. Quizás si hubiesen votado los niños, que votaban más por oreja que por herencia política, el No ganaba por más, y lo que hubiese venido después no hubiese sido ese avanzar complaciente y tímido, con miedo a que un tanque nos reventara el corazón.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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