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Y Dios entró en La Habana


Con este título se publica, a fines de 1998 en Madrid, una de las obras más significativas del célebre y ya fallecido escritor español Manuel Vásquez Montalbán. A diferencia de sus exitosas series de novelas negras, el protagonista no será el simpático detective Pepe Carvalho, sino el más alto dignatario de la Iglesia católica: el Papa Juan Pablo II, el polaco Karol Wojtila, el primero de los tres Papas que han visitado Cuba en los últimos 17 años.

Las 713 páginas del libro de Vásquez Montalbán no sumirán al lector en la consabida atmósfera de misterio de sus tradicionales novelas, ni en los detalles culinarios con que acostumbra aventurarse, sino que constituirán una objetiva lección acerca de la historia cubana, de la revolución, de sus dificultades, de sus éxitos y de los muchísimos problemas que ha debido enfrentar hasta la visita que Juan Pablo II realiza a la Isla entre el 21 y el 26 de enero de 1998.

Lo que en general el autor español pone en exergo son, por una parte, las deficiencias de una economía monoproductora sumida en el marasmo como consecuencia del derrumbe de la Unión Soviética, del criminal bloqueo impuesto por las leyes Torricelli y Helms-Burton, la falta de cuadros capacitados, a pesar del misticismo de la población enfrentada a escasez, racionamiento, prostitución, delincuencia y otras lacras como consecuencia del “período especial” y, por otra parte, la contradicción existente entre la notoria ausencia de libertades públicas, los numerosos presos de conciencia existentes y el apoyo crítico del pueblo cubano y de alguno de sus prestigiados líderes históricos como Alfredo Guevara, a la revolución, a su Presidente Fidel Castro y a las instancias dirigentes, sin olvidar por cierto de relatar las complejas situaciones por las que atraviesa la Iglesia católica en un país donde menos del 50% se reclama del catolicismo. A esta primera visita divina le seguirán otras dos.

Joseph Aloisius Ratzingero, Benedicto XVI, es el segundo Papa que visita Cuba, entre el 26 y el 28 de marzo del 2012. Su visita difiere de la primera, dado que en Cuba el poder había sido transferido por Fidel a su hermano Raúl Castro y este iniciaba una serie de esperanzadoras reformas en el terreno económico, un fuerte despliegue diplomático tendente a mejorar las relaciones con los Estados Unidos y Europa, y apreciados, aunque muy insuficientes gestos en materia de derechos humanos al liberar a detenidos políticos y autorizar la salida al extranjero de disidentes. El Papa junto con apreciar estas y otras políticas termina su visita criticando el bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos y llamando a la reconciliación nacional.

[cita]Las relaciones de Cuba con la Iglesia fueron extremadamente conflictivas desde el inicio de la revolución, teniendo numerosos puntos de conflicto entre los que se destacan la persecución al controvertido cardenal cubano Manuel Arteaga Betancourt, quien debió asilarse en abril de 1961 en la sede de la embajada argentina para evitar ser fusilado o al menos arrestado por sus conductas políticas y personales, sellando así un largo quiebre entre la Iglesia y la Revolución.[/cita]

La actual visita del Papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, iniciada el 19 de septiembre y que se extendió hasta el día 22, se da en pleno restablecimiento de relaciones diplomáticas con los Estados Unidos, algo aún utópico durante las visitas papales anteriores y con muchos signos positivos de que el bloqueo económico llegue a su fin, aún cuando subsiste el complejo tema de las libertades y de los derechos humanos. Se da igualmente esta tercera visita en medio de un muy buen ánimo de parte de los dirigentes cubanos por continuar estrechando sus vínculos con la Iglesia.

Las relaciones de Cuba con la Iglesia fueron extremadamente conflictivas desde el inicio de la revolución, teniendo numerosos puntos de conflicto entre los que se destacan la persecución al controvertido cardenal cubano Manuel Arteaga Betancourt, quien debió asilarse en abril de 1961 en la sede de la embajada argentina para evitar ser fusilado o al menos arrestado por sus conductas políticas y personales, sellando así un largo quiebre entre la Iglesia y la Revolución y la promulgación del texto constitucional de 1976 en que se declara el “carácter socialista del Estado cubano que educa al pueblo en la concepción materialista del universo..”.

Desde la visita del Papa en 1998, la Iglesia Católica ha ido lentamente recuperando algunas de sus esferas de influencia, que de alguna manera siempre mantuvo con Fidel. Este, desde el momento en que los obispos intercedieron para proteger su vida luego del asalto al cuartel Moncada, nunca cortó completamente los lazos de comunicación con la Iglesia, pensando tal vez en el conocido consejo peronista: “Cuídese de los curas, mi general. No fue la rosca oligárquica ni los militares quienes me tumbaron, fueron las sotanas”

El diálogo y las relaciones, no siempre conflictivas, sostenidas con el conservador cardenal norteamericano John O’Connor, quien viajaba frecuentemente a La Habana y recibía periódicamente tradicionales puros enviados por Fidel, confirman la voluntad de no cortar las relaciones. Raúl Castro ha seguido los históricos pasos de su hermano, aceptando la mediación de la Iglesia con la disidencia, con los presos de conciencia y dando recientemente su aprobación para la salida de algunos de ellos hacia España y hacia otros países.

Es de esperar que, al término de esta visita, Dios entre definitivamente en La Habana y que el fin del bloqueo económico y el restablecimiento de las libertades públicas no sea solamente un acto de pura fe.

Agustín Muñoz V. Politólogo-Doctor Universidad Paris.Sorbonne

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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