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Birmania y su flor de hierro

Pierre Lebret
Por : Pierre Lebret Cientista político, experto en asuntos latinoamericanos, magister en cooperación y relaciones internacionales (Paris III), ex funcionario de la Agencia Chilena de Cooperación Internacional para el Desarrollo y ex consultor de la Cepal. Actualmente trabaja en una ONG para asuntos humanitarios.
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Por primera vez después de 25 años, los birmanos han participado masivamente en elecciones libres. Desde el lunes 9 de noviembre en la mañana, la Liga Nacional para la Democracia (LDN), de la carismática opositora al actual régimen militar birmano y Premio Nobel de la Paz de 1991, Aung San Suu Kyi, ha anunciado una victoria avasalladora, afirmando haber obtenido más de 70% de los escaños en todo el país, aunque se tendrá que esperar varios días para saber los resultados finales. Sin embargo, es un porcentaje prometedor para el futuro democrático que permitiría tener la mayoría absoluta pesar de la presencia de un cuarto de diputados militares no electos, algo que nos recuerda enclaves autoritarios de la democracia chilena de hace una década.

Los birmanos le pusieron el apodo de “Madre Suu”. Ella misma, de 70 años, votó ese domingo por segunda vez en su propio país. Vestida de rojo, color de su partido, con su tradicional adorno de flores en el pelo, Aung San Suu Kyi fue aclamada por los simpatizantes con la palabra “victoria”. Hija del general Aung San, héroe de la independencia birmana, sacrificó su vida personal, pasó quince años en residencia vigilada y ha encarnado las esperanzas democráticas de su país por más de treinta años. Durante ese cautiverio, en el cual en muy pocas oportunidades ha podido volver a ver su esposo e hijos británicos, afirmaba: “Decidí disponer de mi tiempo, de mi arresto domiciliario practicando la meditación, no fue fácil. No tenía profesor y mis primeros intentos fueron frustrantes”.

[cita tipo=»destaque»] Esta victoria, le da razón a una frase que ella misma expresaba durante su lucha por la democracia por más de treinta años: “La verdadera cárcel, es el miedo. Y la única libertad es liberarse de ese miedo”. La perseverancia de una mujer que ojalá con el tiempo, y más temprano que tarde, pueda permitir al pueblo Birmano liberarse de sus miedos y vestigios de una dictadura que se impuso por medio siglo.[/cita]

Estas elecciones son las primeras desde que un gobierno “casi civil” tomó el poder en el 2011, después de la junta militar que estaba en el poder desde 1964. Es el primer escrutinio libre desde las legislativas de 1990, en el cual el partido de Aung San Suu Kyi ganó de manera amplia, pero en un resultado que no fue reconocido por la armada. La líder birmana recorrió el país que cuenta con más de 54 millones de habitantes y es reconocido por contar con más de 135 grupos étnicos.

La armada conserva importantes prerrogativas

Más allá de las legislativas, el desafío es la elección del presidente, por el Parlamento, en algunos meses. Aung San Suu Kyi, impedida de acceder a la presidencia por la Constitución heredada de la Junta militar, por una ley establecida en su contra –en la cual se prohíbe a cualquier ciudadano acceder a la función suprema si se tiene hijos con un extranjero–, afirmó que “dirigirá el gobierno” y estará “por encima del presidente” en el caso de un victoria de su partido LDN.

Para su partido, la tarea es complicada por el hecho de que la armada conserva un cuarto de los escaños del Parlamento, reservado a militares no electos. Quiere decir que para poder elegir el presidente, la LND, sola o con aliados, debe ganar más de dos tercios de los escaños. Si la victoria de la LDN es aceptada, esta vez por la armada, los generales deberían continuar con prerrogativas. Hay posiciones ministeriales reservadas a la armada, la Constitución da el derecho de anular ciertas decisiones del gobierno en circunstancias especiales, y los militares detienen, a través de sociedades holding, una fuerte dominación sobre la economía en uno de los países más pobres del mundo.

Privada de libertad durante más de quince años por la dictadura birmana, Aung San Suu Kyi se transformó en un icono internacional. Igualando a seres como Mahatma Gandhi, Nelson Mandela o Desmond Tutu, ella ya es un símbolo de resistencia –pacífica– a la opresión y una figura de defensa de los derechos humanos. Esta victoria, le da razón a una frase que ella misma expresaba durante su lucha por la democracia por más de treinta años: “La verdadera cárcel, es el miedo. Y la única libertad es liberarse de ese miedo”. La perseverancia de una mujer que ojalá con el tiempo, y más temprano que tarde, pueda permitir al pueblo Birmano liberarse de sus miedos y vestigios de una dictadura que se impuso por medio siglo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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