Publicidad

La complicación Turca II

Juan Francisco Coloane
Por : Juan Francisco Coloane Sociólogo y analista internacional.
Ver Más


En el marco conceptual de la política exterior que predomina en la Alianza Transatlántica, Turquía debería liderar el mundo islámico y por asociación el mundo árabe. Pactando con Estados Unidos y la Unión Europea una nueva etapa de compromisos post-Guerra Fría, la idea consiste en consolidar su papel de aliado esencial en la frontera sur con Asia. El diseño trasatlántico para Turquía en su nostalgia postotomana, es hacerla actuar como un «poder subrogante» en la región. Todo cuadra en la lógica del realismo duro en política, nunca en desuso.

La reciente gira por la región del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, pareció más bien la misión de un emisario de la OTAN o la de un intermediario de potencias occidentales desgastadas en varias guerras no resueltas. Por la grandilocuencia de sus discursos en los tres países visitados –Chile, Ecuador y Perú–, invocando diseños de integración transcontinental, no se percibía la visita del jefe de Estado de una nación moderna, con una democracia sólida, en pie firme de ofrecer relaciones bilaterales fluidas, fructíferas y desligadas de conflictos internacionales.

Si se revisa su reciente pasado, no estamos frente a una nación que pueda ofrecer lo señalado. No es una democracia auténtica y, principalmente, porque el Estado turco tiene su agenda internacional repleta de conflictos creados por ambiciones expansionistas y por asumir un papel de delegado de las potencias de la OTAN.

En sus discursos oficiales durante la gira, Erdogan no se refirió al tema sirio ni kurdo, sin embargo, en una institución de educación en Perú aprovechó de sacar sus garras contra Siria y su gobierno. Últimamente ha acusado al gobierno ruso de invadir a Siria y ha emplazado a Estados Unidos “si está a favor de los kurdos o de Turquía”. En Chile estuvo contenido, excepto sus guardaespaldas que amedrentaron a personas protestando frente a La Moneda. En Ecuador se descarrió golpeando a una persona en la asamblea ecuatoriana.

Más allá del Erdogan personaje de los filmes de Quentín Tarantino, aunque con cero humor, la complicación Turca consiste no solamente en la crisis regional generada por el plan para desestabilizar Siria usando el terrorismo, donde Turquía ha tenido un papel protagónico. El país se ahoga por problemas históricos en su regestación postimperial y no encontró mejor fórmula que acoplarse a un lado de la balanza de poder, formando parte de la Alianza Transatlántica y ser miembro de la OTAN. Con el tiempo se constituyó en un gigantesco «portaviones terráqueo» apuntando primero hacia el mundo soviético y hoy hacia China, Irán y Rusia.

La manía turca por ser parte de Europa, es anterior a Erdogan. Mustafa Kemal Atatürk, el fundador de la Turquía moderna, no imperial y secular, consideraba la integración con Europa un eje para progresar después de la devastación del Imperio Otomano. La intersección entre el ostracismo hacia los conflictos del Medio Oriente del “Kemalismo” y el “Ozalismo” (por Turgut Ozal, Primer Ministro y Presidente, muy influyente en el periodo 1983-1993), que plantea una Turquía como líder regional e integrada en Europa, no le ha funcionado al presidente turco. Si existe un espacio territorial en donde las variables son excesivamente interdependientes, es el que ocupa Turquía con sus vecinos ubicados al Oriente y es allí donde Erdogan ha fallado por ser beligerante y en el fondo un mal emisario del poder transatlántico.

[cita tipo=»destaque»]El problema más de fondo en Turquía consiste en lo que sucederá en el futuro con su funcionalidad de “portaviones” y plataforma para desplazamientos bélicos, si decide abandonar la estrategia de ser parte de la Alianza Transatlántica.[/cita]

A partir del desbande otomano, Turquía en un siglo no ha podido reconstruirse como una nación no imperial. Ha encontrado enormes dificultades para definir su papel como nación no alineada, que es la aspiración de los herederos del partido republicano del pueblo que funda Atatürk y que hoy lidera Kemal Kılıçdaroğlu. El tema central es la búsqueda de una nueva identidad política. El principal problema reside en que al ser esencialmente un país islámico, sus condicionantes políticas tanto externas como internas, están influenciadas por los acontecimientos en el mundo Árabe. Esto significa estar permanentemente asociado a la madeja de problemas que afectan a esa región.

La identidad política de Turquía exhibe el problema de una nación que crece como cabeza de un Imperio y que después se contrae con el riesgo de hacer desaparecer su identidad en medio de una Alianza (la Transatlántica) que la absorbe y la aliena de sus vecinos Árabes e Islámicos. Turquía, al actuar como un poder subrogante de esta Alianza se envuelve en su propia trampa y pierde la utilidad. El problema más de fondo en Turquía consiste en lo que sucederá en el futuro con su funcionalidad de “portaviones” y plataforma para desplazamientos bélicos, si decide abandonar la estrategia de ser parte de la Alianza Transatlántica.

Las tensiones en torno a Irán, Irak, Siria y el conflicto entre el Estado Palestino e Israel, han sido exacerbados debido a la política exterior turca alineada con la Alianza Transatlántica, y esto pesa cada vez más en la agenda internacional de los países más allá de esta región. En este sentido, concebir a Turquía como un poder subrogante, confirma que la supremacía del poder transatlántico ha afectado negativamente a la paz mundial. Las dos décadas que han pasado desde el desplome soviético, exhiben un poder transatlántico urgido por recuperar zonas de influencia que se ven expuestas al crecimiento del poderío de China, India, Irán y Rusia. Después de casi un cuarto de siglo desde que se decretó el fin del mundo bipolar, con todo el espacio de poder a su disposición, la alianza que lidera Estados Unidos no ha sabido qué hacer con ese capital político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias